Thursday, December 28, 2006

 

29 - Un hombre que podía darse a los demás

Testimonio de Tatiana Góricheva en su libro “Hablar de Dios resulta peligroso”, p. 43.




“Desde que vivo en Occidente veo con toda claridad que aquí la crisis de fe se debe en buena parte al hecho de que no hay, o son muy pocos, clérigos que sean auténticos pastores de almas, capaces de curar realmente y de dar buenos consejos; pastores con auténtica autoridad espiritual, que pueden pronunciar con prestigio genuino el sí o el no.

¡Qué diferencia tan asombrosa con lo que ocurre en la Rusia actual! Ahí la dignidad sacerdotal goza de una consideración inimaginable.


Un hombre que podía darse por completo a los demás.

Aquella tarde, en la conversación con él (el padre Leonid), comprendí por vez primera lo que es realmente un sacerdote. Tenía ante mis ojos a un hombre capaz de entregarse al servicio de los demás, no a regañadientes sino con toda su personalidad y su alma entera. Encontré allí a un hombre que no se interesaba por mis roles que yo desempeñaba en mi vida, ni por mis concepciones de la misma, sino que se interesaba exclusivamente por mí, por mi yo concreto que yo misma había mantenido siempre oculto por estar convencida de que no le interesaban a nadie.

Cierto que en nuestros círculos intelectuales estábamos acostumbrados a emitir juicios críticos sobre libros y acontecimientos y a menudo sobre personas. Pero el Padre Leonid no condenaba a nadie, y ni siquiera hablaba con indiferencia de ninguna persona. De todos hablaba siempre como de sus propios hijos, aunque sin el sentimentalismo y ceguera que son tan típicos de los padres carnales.

Es verdad que no era lo que se dice un intelectual, pero corregía a los poetas de entre nosotros con gran tino por las palabras inútiles, la coquetería o la falta de sinceridad en sus poesías. Pronto comprendí que sabía discernir los espíritus. Un inciso en apariencia insignificante o una salida de tono le bastaban para sacar conclusiones irrebatibles sobre la enfermedad latente. Puso mucha paciencia al servicio de nuestra curación, en la que trabajó con gran delicadeza, casi sin que nosotros lo advirtiéramos”.





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