Monday, July 30, 2007

 

176 - ¿Puedes darme alguna cosa?

Jesús Urteaga recoge en su libro "El valor divino de lo humano", pp. 160-161 una anécdota escrita por Rabindranath Tagore:




Iba yo pidiendo de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes.

Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.

La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: ¿Puedes darme alguna cosa?

¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo dí.

Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!





Saturday, July 28, 2007

 

175 - Con bayonetas puede hacerse todo

En un periódico ABC del año 1986 y en una entrevista con un político, se lee lo siguiente:




Recuerdo en este momento la anécdota de Metternich, cuando Napoleón gritó iracundo:

-¡Con bayonetas puede hacerse todo!

Y Metternich respondió fríamente:

-Todo, señor, menos sentarse encima.

Bueno, la frase esa que, por cierto, no se sabe si es de Metternich o de Talleyrand, pero que define perfectamente la imposibilidad de mantenerse sólo sobre elementos de intimidación, sino que hace falta el razonamiento y la convicción.




Thursday, July 26, 2007

 

174 - ¿Y usted sabe quién soy yo?

Una anécdota histórica sobre el general Valeriano Weyler que se lee en el libro de Alfonso Francia, "Anécdotas de la Historia", p. 188:




El célebre general Weyler contaba él mismo cómo en una ocasión llamaba con urgencia a un cuartel del ejército.

-¡Diga! - respondió la voz tierna de un soldado.

-¡Qué se ponga el capitán!

-Ahora no puede, está con la instrucción, llámelo usted más tarde.

-¡Qué se ponga ahora!

-¡Váyase usted al cuerno, le he dicho que ahora no puede ponerse!

-¿Pero usted sabe quién soy yo?

-Ni lo sé ni me importa.

-Pues sepa que yo soy el general Weyler.

-¿Y usted sabe quién soy yo?

-No.

-¡Ay, qué susto! ¡Menos mal!

Y el soldado colgó.





Tuesday, July 24, 2007

 

173 - ¡Pero si ni siquiera sabe ir al Ayuntamiento!

(Ignacio Segarra, "Una manzana cada día"). A Fulton J. Sheen se le atribuye la siguiente anécdota:




Monseñor Fulton J. Sheen, el famoso obispo de la televisión americana, suele contar cómo se perdió por las calles de Filadelfia, cuando iba a dar una conferencia.

Se acercó a un grupo de niños que estaban jugando, y les preguntó:

-¿Podéis decirme cómo se va al Ayuntamiento?

Uno de los mayores se lo indicó, preguntándole a su vez:

-¿Qué va a hacer allí?

-Voy a dar una conferencia.

-¿Sobre qué?

-Sobre el modo de ir al cielo. ¿Te gustaría oírla?

-¿Sobre el modo de ir al cielo? ¡Pero si ni siquiera sabe ir al Ayuntamiento!





Monday, July 23, 2007

 

172 - ¡Qué hermosa es usted!






Bernard Shaw era conocido por sus respuestas rápidas e ingeniosas. (En Leopoldo Cánovas, "Las mil mejores anécdotas", p. 231):









Bernard Shaw le dijo de improviso a una señora joven que le acompañaba en una reunión de sociedad:

-¡Qué hermosa es usted!

La dama, desdeñosa, le contestó:

-Lástima que no pueda yo decir otro tanto de usted.

-En ese caso, haga lo mismo que yo: ¡mienta! -fue la rápida réplica de Shaw-.






Sunday, July 22, 2007

 

171 - No habían recibido orden de retirarse

Vernon A. Walters en sus memorias “Misiones discretas”, p. 71:



Con incontenible empuje el Quinto Ejército avanzó hacia la Ciudad Eterna; en las últimas horas del 4 de junio, me detuve junto al hipódromo de Roma y al aeropuerto de Ciampino, mientras se vencía la última resistencia alemana.

Aquella noche las columnas de las divisiones 85 y 88 comenzaron a entrar en la ciudad. A primera hora de la mañana avancé con mi jeep por entre las filas de los soldados de infantería, penetrando en la gran plaza junto al Coliseo, junto a los Foros Imperiales, en la plaza donde Mussolini solía pronunciar sus discursos a las masas fascistas, ante la tumba del soldado desconocido, en la escalinata del monumento a Víctor Manuel.

Recuerdo haber visto un pequeño automóvil del Estado Mayor alemán ardiendo en la plaza. Alcé la vista al monumento. En aquel preciso momento en que la cuna de la civilización occidental pasaba de unas manos a otras, en un momento en que todo estaba en trance de cambiar, dos carabinieri, silenciosos e inmóviles, hacían guardia a uno y otro lado de la tumba del soldado desconocido.

No pude dejar de recordar aquella estampa que había contemplado de niño, en la que se veía a un legionario romano inmóvil en su puesto, mientras sobre él caían las ardientes cenizas de Vesubio. El legionario seguía allí, porque no había recibido orden de retirarse. Todo cambiaba, pero los carabinieri, fieles a sus tradiciones de disciplina y cumplimiento del deber, protegían aquel símbolo de su nación, en medio de la tremenda convulsión que se producía a su alrededor.






Saturday, July 21, 2007

 

170 - El soldado ruso de Cracovia







Karol Wojtyla, el futuro Papa Juan Pablo II, cuando aún era Cardenal, predicando al Papa Pablo VI y a sus colaboradores, en el mes de marzo del año 1.976, explicaba cómo Dios llega a las almas de los hombres, incluso los más alejados. Se recoge en su libro "Signo de contradicción", págs. 20-21:





"En el pensamiento contemporáneo se da una gran tensión entre la negación y la afirmación de Dios. Cuando hablamos del "pensamiento contemporáneo", nos referimos a su "objetivación" en los sistemas filosóficos y en la reflexión metafísica. Ahora es preciso dar un paso más y preguntarnos: ¿Cómo se inscribe la verdad de Dios en el ánimo del hombre común, no filósofo? Esta pregunta se repite a menudo en las investigaciones de tipo sociológico. La respuesta generalmente pone de manifiesto que esta fundamental verdad religiosa (que Dios existe) tiene también hoy carta de ciudadanía en el ámbito del conocimiento del hombre común y en el ámbito de sus más íntimas persuasiones.

Ostenta valor de síntoma el hecho de que esta fundamental verdad religiosa sobreviva en las condiciones de una sistemática y programada negación de Dios.

Nunca olvidaré la impresión que me produjo un soldado ruso en 1.945. Acababa apenas de terminar la guerra. A la puerta del Seminario de Cracovia llamó un militar. Cuando le pregunté qué quería, respondió que deseaba entrar en el Seminario. Mantuvimos una larga conversación. Aunque no llegó nunca a entrar en el Seminario (tenía, por lo demás, ideas bastante confusas respecto a la realidad del Seminario mismo), yo personalmente saqué de nuestro encuentro una gran verdad: cómo Dios logra de forma maravillosa penetrar en la mente humana, aún en las condiciones sumamente desfavorables de su negación sistemática. Durante su vida adulta, mi interlocutor no había entrado casi nunca en una iglesia.

En la escuela, y luego en el trabajo, había oído afirmar continuamente:

-¡No existe Dios!

Y a pesar de todo, repetía:

-Pero yo siempre supe que Dios existe ... y ahora querría aprender algo sobre El....".

Dios siempre llega al interior de las personas y en el fondo todos los hombres le buscan, aunque no todos le reconozcan.





Friday, July 20, 2007

 

169 - El viajero hacia el Polo Norte





Pedro Juan Viladrich cuenta una fábula en “Matrimonio y familia”, pág. 341:













Esta crisis de la familia me recuerda aquella tan sugestiva fábula del viaje al Polo Norte que contaba uno de mis primeros maestros universitarios. A través de un vasto paisaje helado, azotado por la ventisca, se desliza un trineo. Acerquémonos para observar con detalle la escena.

Su único ocupante viaja hacia el Polo Norte. De su rostro, cubierto de agujas de hielo, destacan los ojos febriles clavados con ansia en el horizonte. Corre el trineo con la prisa de quien llega tarde. No se distrae el viajero en su valioso equipaje, que es todo lo que posee. No permite que el tiro de perros se desvíe un ápice del septentrión, ni concede respiro a su esfuerzo, ni disminuye su velocidad. Todo en él es tensa voluntad de alcanzar pronto la meta. En llegar al Polo Norte ha puesto lo mejor de sus energías, la más entrañable de sus esperanzas, el sentido final de su destino.

Solamente de trecho en trecho, nuestro viajero se detiene un instante para comprobar si la dirección es correcta y cuánta es la distancia que todavía le separa del Norte. Y aquí la sorpresa. Los instrumentos le demuestran, sin lugar a dudas, que la dirección resulta exacta, pero la distancia del Norte es cada vez mayor. En vano verifica una vez y otra sus instrumentos; no están estropeados, no hay error en la medición, la dirección es buena, más la distancia no cesa de aumentar. Y nuestro viajero, entre el desaliento y la esperanza, fuerza siempre la velocidad, castiga sin piedad a sus perros y los lanza vertiginosamente entre la ventisca con la desesperación de quien huye. Todo es inútil, no obstante. En cada sucesiva medición, pese a la fidelidad de la medición, el Polo Norte se aleja más y más ..

¿Qué le ocurre al protagonista de tan dramático viaje? Para descubrirlo conviene alejarnos del detalle de la escena. Es preciso tomar perspectiva para dominar todo el contexto. Porque, hecho esto, es muy fácil advertir que aquel vasto paisaje helado, por cuyo interior viaja un diminuto trineo, no es más que un inmenso témpano de hielo, un colosal iceberg, que se desplaza hacia el Sur a mucha mayor velocidad que nuestro pobre viajero corre hacia el Norte. La meta del viaje y los ideales de su equipaje eran nobles. Su esfuerzo, admirable. Pero la base sobre la que se sustentaba toda la aventura era tan radicalmente errada que le conducía con fatalidad al polo opuesto”.






Thursday, July 19, 2007

 

168 - Esto me pasa por ser demasiado bueno

Enrique Monasterio escribe en su libro “Pensar por libre”, p. 38:



Cuentan que en el Chicago de los años treinta, un gángster de impresionante currículum moría acribillado por la policía en pleno centro de la ciudad.

El tiroteo fue sangriento: cayeron dos docenas de agentes y, cuando al fin fue cazado el pistolero, antes de morir pronunció unas pocas y sentidas palabras:

-Esto me pasa a mí por ser demasiado bueno.



Wednesday, July 18, 2007

 

167 - Guardar silencio

Sobre el silencio trató Pedro Alfonso (Moisés Sefardí) en su libro “Disciplina clericalis”, publicada en la Nueva Biblioteca de Autores Aragoneses:




El discípulo dijo al maestro:

-¿Cómo he de comportarme para contarme entre los discípulos sabios?.

El maestro:

-Guarda silencio en tanto que no te veas en la necesidad de hablar.

Pues dice el filósofo:

-El silencio es signo de sabiduría y la locuacidad signo de necedad.

Otro:

-No te apresures a responder hasta que no hayas oído el fin de la pregunta, ni intentes resolver una cuestión, planteada en público, cuando hayas visto que hay allí otro más sabio que tú; ni respondas a una pregunta hecha a otro, ni busques obtener alabanza en asunto por ti desconocido.

Pues el filósofo dice:

-Quien busca gloria por algo de lo que no sabe al final quedará por embustero.






Tuesday, July 17, 2007

 

166 - Mi alma no ha podido seguirme

En la Pfarrbrief de St. Martin, Trier, III.88:



Un indio nativo americano es invitado por un turista a montar en su coche.

Cuando han viajado ya unos cuantos cientos de kilómetros, el indio le dice que pare, que se quiere bajar del coche. Se baja y se sienta al borde de la carretera y permanece un rato meditando.

Entonces el turista, movido por la curiosidad, le pregunta que por qué se paran y qué es lo que está haciendo.

El indio responde:

-Mi alma no ha venido conmigo, (Hemos venido tan rápido y desde tan lejos que mi alma no ha podido seguirme).






Sunday, July 15, 2007

 

165 - Se arrodilla y se pone a rezar

En la revista "Palabra" (abril 1992), contaba Mons. Piero Marini, maestro de ceremonias de Juan Pablo II, lo que en algunas ocasiones le solía suceder con el Papa:



“Una de las cualidades que más me llama la atención en el Santo Padre es la gran calma y serenidad que mantiene en todo tipo de circunstancias, aún en las más difíciles.

Permanece siempre por encima de lo que ocurre a su alrededor, por encima de las situaciones contingentes. Todo esto da confianza y serenidad a todos los que están próximos. Puede ocurrir, sobre todo durante los viajes apostólicos, que estemos con retraso, por ejemplo, en el horario previsto para la celebración de la Santa Misa. Hay, por tanto, una cierta preocupación por acelerar el tiempo de permanencia en la sacristía.

El Papa, en cambio, precisamente en este tipo de situaciones se arrodilla y se pone a rezar. Entonces se comprende el origen de su serenidad interior: los valores del espíritu, la oración por encima y antes que todo. Este espíritu de oración es aún más evidente durante la ceremonia. El Papa es un hombre totalmente concentrado en la dimensión espiritual.

Es un hombre que reza con gran espontaneidad, un hombre que reza porque cree en la oración. Por eso, a veces, no es muy grato para mí tener que acercarme a él y recordarle que la celebración litúrgica tiene que seguir su curso”.




Friday, July 13, 2007

 

164 - Es su padre y le quiere

Contaba un autor en el año 1986 una experiencia que había tenido:




El párroco de una iglesia de una pequeña ciudad me contó una anécdota que él usaba para explicar a los niños cómo cuando alguien cometía un pecado, ofendía sobre todo a Dios, más que ofender a éste o a aquél.

La anécdota era la siguiente:

Este párroco, de niño, cuando se enfadaba con la gente tenía la manía de pisarles la sombra, como para molestar a esa persona con la que se había enfadado.

Un día, jugando con su hermana, pisó la sombra de un hombre que iba por la calle, y éste se molestó y le pegó varias veces. Él, al llegar a casa, no dijo nada, pero su hermana llorando lo contó todo. Su padre y su tío, que vivía con ellos, cuando se enteraron que le habían pegado, se enfadaron muchísimo y querían salir a por el que le había dado la paliza.

La enseñanza es que aquella persona que le había pegado a él, no sólo le había ofendido a él, sino también a su padre y a su tío, porque ellos le querían. Lo mismo sucede cuando ofendemos a una persona, ofendemos sobre todo a Dios, que es su padre, y que les quiere. También cuando el pecado que cometemos, sin hacer daño a nadie, nos hace daño a nosotros mismos, le hacemos daño a Dios que nos quiere incluso más que nosotros mismos a nosotros mismos.





Wednesday, July 11, 2007

 

163 - Elegir de manera correcta

Tom Morris cita a Woody Allen en su libro “Si Aristóteles dirigiera General Motors”, p. 161:



Dicho esto, no puedo evitar recordar las primeras palabras de Woody Allen en su ensayo "My Speech to the Graduates" (Mi discurso a los graduados):

-Más que en ningún otro momento de la historia, la humanidad se halla ante una encrucijada.

Uno de los caminos lleva a la desesperación total, y el otro a la extinción absoluta.

Esperemos tener la suficiente sabiduría para elegir de manera correcta.






Tuesday, July 10, 2007

 

162 - ¡Cuántas cosas no necesito!

Javier Fernández Aguado cuenta en una publicación:




Cuentan de Sócrates que en cierta ocasión recorría el mercado de Atenas, vestido de manera muy pobre. El filósofo no ocultaba su admiración ante la abundancia de objetos presentes aquí y allá, que se podían comprar.

Al cabo, exclamó:

-¡Cuántas cosas no necesito!

Buena lección para cuando caemos en la fácil tentación del pequeño (a veces no tanto) e inútil despilfarro.





Monday, July 09, 2007

 

161 - No permita Dios que el rey haga semejantes clemencias a mis amigos

Andrés Vázquez de Prada narra en su libro “Sir Tomás Moro”, p. 359 y 366-7:





El Canciller, Lord Audley, pronunció la sentencia de Moro: “El reo había de volver a la Torre y de allí ser arrastrado por la City de Londres camino directo de las horcas de Tyburn, para ser colgado de ellas y caer a tierra con vida. Todavía en vivo, se le arrancarían las entrañas del vientre para ser quemadas. Se le descabezaría y se descuartizaría el cuerpo, y la cabeza y las cuatro partes se pondrían donde el rey quisiere señalar”.

El rey, por clemencia, conmutó la terrible e inhumana sentencia en una simple decapitación. El cuerpo de Moro no sería ahorcado, ni desentrañado, ni troceado.

Cuando se lo comunicaron al sentenciado, comentó con un suspiro de humor:

-No permita Dios que el rey haga semejantes clemencias a mis amigos.




Sunday, July 08, 2007

 

160 - Su Majestad hará así y así

Andrés Vázquez de Prada escribe en su libro “Sir Tomás Moro”, p. 173, nota 8:



Sebastián Giustiniani (embajador veneciano en Londres) en el informe del 10 de octubre de 1519 al Senado de Venecia sobre su legación en Inglaterra, describe elogiosamente a Enrique (VIII).

Mientras que del Cardenal Wolsey dice que es persona que gobierna al rey y al reino.
Cuando llegó por primera vez a Inglaterra solía decirle:

-Su Majestad hará así y así.

Luego, paulatinamente, comenzó a cambiar aquella frase por:

-Haremos así y así.

Y ahora se había encumbrado tanto que decía:

-Yo haré así y así.





 

159 - Los espartanos ejercitan las virtudes

Alfonso Francia cuenta en su libro “Anécdotas de la Historia”, p. 119:




En un teatro de Atenas se celebraba una representación a la que habían sido invitados los embajadores espartanos.

Cuando el teatro estaba lleno, un anciano entró y trató inútilmente de hallar sitio libre. Unos jóvenes atenienses que veían los esfuerzos del anciano por acomodarse, comenzaron a reírse de él irrespetuosamente. Al ver esto, los embajadores de Esparta, acostumbrados a venerar a sus mayores, se levantaron y ofrecieron sus sitios al anciano. Todo el público del teatro, al presenciar la escena, aplaudió a los embajadores.

-Es curioso –dijo el anciano- los atenienses aplauden las virtudes, mientras que los espartanos las ejercitan.





 

158 - Los soldados, pidiendo pelear siempre

Anécdota comprendida en el comentario del libro de William S. Maltby, “El gran duque de Alba”, publicado en ABC hacia 1989:




Ante una demanda impaciente de sus tropas, que deseaban entrar en batalla, don Fernando Álvarez de Toledo, el gran duque de Alba, respondió:

-Así debe ser: los soldados, pidiendo pelear siempre; los generales, cuando convenga.

La frase vale tanto para la visión legendaria del brioso heroísmo de los tercios españoles en la época imperial, como para mostrar el temple y prudencia del más famoso general español en las guerras por el dominio europeo.

La “leyenda negra”, tan bien montada y mantenida por los enemigos de la grandeza española, se cebaron con el gran duque.






 

157 - La fe de este Papa

José Luis Martín Descalzo escribía en ABC, 24.XII.85 un artículo con motivo del Sínodo de los 20 años del Vaticano II:




Hace unas pocas semanas tuve la suerte de concelebrar, junto con un grupo de compañeros sacerdotes, en la pequeña capilla en la que, a siete en punto de la mañana, dice, cada día, su misa Juan Pablo II.

Y a la salida, uno de mis amigos, impresionado, me decía:

-¡Qué fe la de este Papa! ¡Se podría cortar con un cuchillo!

Lo que a mi amigo le había impresionado -porque la fe es invisible- era el espeso silencio que rodea la oración de este Papa, al que tontas caricaturas dibujan como amigo del espectáculo. Allí, en la intimidad, aparecía el verdadero: aquellos ojos semicerrados en la oración, aquel rostro concentrado dentro de sí mismo, una sensación de alguien que está descendiendo al vértigo dentro de su propia alma. Sí, el silencio de sus gestos, el mismo silencio que rodeaba sus palabras, se podía cortar con un cuchillo. Sobre todo cuando, después de leer el Evangelio, nos obsequió con la “homilía” de cinco minutos -que se hicieron inacabables y cortísimos- de silencio absoluto, como el de quien trata de que las palabras leídas calen bien hondas en su alma, en una especie de sagrada soledad, como la de la tierra después de llover o nevar.







 

156 - La teología de Munich

El cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en su libro autobiográfico, “Mi vida. Recuerdos (1927-1977)”, pp. 70-71, cuenta una anécdota sucedida durante sus estudios de teología en Munich:



Mientras en los ambientes católicos de la Alemania de entonces había, en general, un sereno consentimiento hacia el papado y una sincera veneración por la gran figura de Pío XII, el clima que dominaba en nuestra facultad era un poco más tibio. La teología que aprendíamos estaba ampliamente impregnada por el pensamiento histórico, de forma que el estilo de las declaraciones romanas, más ligado a la tradición neoescolástica, sonaba un tanto extraño. A esto contribuía un poco también, quizás, cierto orgullo alemán, que nos llevaba a considerar que sabíamos más que los de "allá abajo". También las experiencias que había vivido nuestro veneradísimo profesor Maier suscitaban en nosotros dudas sobre la oportunidad de ciertas declaraciones romanas, tanto más cuanto la teoría de las dos fuentes, en su tiempo refutada, estaba entonces en boga. Pero este tipo de reservas y de sentimientos no mermaron en ningún momento la profunda aceptación del primado petrino, en la forma en que había sido definido por el concilio Vaticano I.

En este contexto quisiera contar un breve episodio que me parece que ilumina muy bien aquella situación. Cuando se estaba muy próximo a la definición dogmática de la asunción en cuerpo y alma de María al cielo, se solicitaron las opiniones de todas las facultades de teología del mundo. La respuesta de nuestros profesores fue decididamente negativa. En este juicio se hacía sentir la unilateralidad de un pensamiento que tenía un presupuesto no sólo y no tanto histórico, cuanto historicista. La tradición venía de hecho identificada con aquello que era documentable en los textos. El patrólogo Altaner, profesor de Würzburg (pero a su vez procedente de Breslau) había demostrado con criterios científicamente irrebatibles que la doctrina de la asunción en cuerpo y alma de María al cielo era desconocida antes del siglo quinto: por tanto, no podía formar parte de la "tradición apostólica" y ésta fue la conclusión compartida por los profesores de Munich. El argumento es indiscutible, si se entiende la tradición en sentido estricto como la transmisión de contenidos y textos ya fijados. Era la posición que sostenían nuestros docentes. Pero si se entiende la tradición como el proceso vital, con el que el Espíritu Santo nos introduce en la verdad toda entera y nos enseña a comprender aquello que al principio no alcanzamos a percibir (cfr. Jn 16, 12s), entonces el "recordar" posterior (cfr. Jn 16, 4) puede descubrir aquello que al principio no era visible y, sin embargo, ya estaba dado en la palabra original. Pero semejante perspectiva estaba entonces totalmente ausente en el pensamiento teológico alemán.

En el ámbito del diálogo ecuménico, en cuyo vértice estaban el arzobispo Jäger de Paderborn y el obispo luterano Stählin (de este círculo, sobre todo, nació después del Consejo para la Unidad de los Cristianos), se pronunció Gottlieb Söhngen apasionadamente contra la posibilidad del dogma alrededor del año 1949.

En tal circunstancia, Eduard Schlink, profesor de teología sistemática en Heidelberg, le preguntó de un modo muy directo:

-¿Qué hará Vd. si el dogma es finalmente proclamado? ¿No debería volver la espalda a la Iglesia católica?

Söhngen, después de un momento de reflexión, respondió:

-Si el dogma fuera proclamado, recordaré que la Iglesia es más sabia que yo, y que debo fiarme más de ella que de mi erudición.

Creo que esta escena dice todo sobre el espíritu con que en Munich se hacía teología, en forma crítica pero creyente.



 

155 - No te quedes mirando a la gente, que es de mala educación

El testimonio de los sacerdotes en mi camino hacia el catolicismo. Un joven metodista, tras una lenta investigación sobre el celibato de Cristo, encuentra su vocación al sacerdocio católico, después de convertirse. Para ello resultó decisiva la ayuda y el testimonio de varios sacerdotes.

Por Andrew McNair, L.C. Tomado de la Revista «Sacerdos» Octubre-Diciembre de 1996:




Recuerdo que, siendo niño, miraba fijamente a un sacerdote en un supermercado. Mi conciencia me decía:

-No te quedes mirando a la gente, Andy, es de mala educación.

Y sin embargo, no podía contenerme. Él sobresalía, con su traje negro y cuello romano. Nadie más en el pueblo vestía de esa manera, ni siquiera mi pastor de la iglesia metodista.

El sacerdote me miró, moviendo la cabeza y me saludó. Esto me impresionó muchísimo: después de todo, él era un representante de Dios. Fue esta misma imborrable imagen la que, muchos años más tarde, me motivó a desistir de la idea de hacerme un ministro metodista, para convertirme en un sacerdote católico.





 

154 - La desobediencia creativa de Nelson

José Cayuela y Ángel Pozuelo en su libro “Trafalgar”, pp. 114-115, cuentan del modo de obedecer de Nelson lo siguiente:




Ataque de la flota inglesa a la danesa en Copenhague (2.IV.1801).

El gobierno británico hizo partir el 12 de marzo de 1801 a una amplia flota bajo el mando del viejo almirante Hyde Parker. La segunda autoridad de aquella escuadra era Nelson, quien el día 21 de aquel mes celebraría un despacho clave con Parker al objeto de trazar el plan de combate. (...).

Las flotas conjuntas de Dinamarca, Suecia y Rusia alcanzaban un número total de 83 grandes navíos de línea, mostrándose como una teórica provocación a la seguridad británica del Báltico y a su imperativo de acuciar el comercio con destino a Francia. El día 30 de marzo la escuadra de la Navy cruzó el estrecho del Sund, llegando a aguas de Copenhague el día 1 de abril. Para desencadenar la acción prevista parecía necesario asediar a la Flota danesa por separado de sus aliados. En la noche del 1 al 2 el propio Nelson, en compañía de Hardy, decidió inspeccionar las aguas cercanas a dicha flota en una barcaza. Su intención era atacar al día siguiente con 20 navíos de línea en maniobra separada a la de Parker, pues la posición de los barcos daneses en hilera, entre un gran banco de arena y tierra firme, propiciaba tal actuación. Mientras tanto, Parker debía distraer a las baterías flotantes que guarecían la flota enemiga. Era evidente que Nelson había confeccionado la totalidad del plan de combate, por la propia audacia calculada del mismo, quedando el viejo Parker a su sombra táctica. Se trataría del posteriormente definido como “Nelson’s touch”, que ya había funcionado en Abukir, basado además en el principio de lucha individual de las unidades navales para evitar engorrosas y lentas contraórdenes desde el mando en medio de la refriega. Aquello formaría parte de la legendaria “desobediencia creativa”, puesta ya en práctica también en el cabo San Vicente.

Las primeras acciones se iniciaron en torno a las diez de la mañana, siendo especialmente dificultosas para los ingleses, pues sus navíos “Bellona”, “Rusell” y “Agamennon” encallaron en los distintos bancos de arena no visibles desde la superficie. Nelson acogía bajo sus órdenes a doce buques. En tal aspecto, su navío “Elephant” entró en batalla de nuevo cerca de la vanguardia, allegándose excesivamente a los enemigos. Al seguirle la mayoría de las unidades que comandaba, acabó provocando grave riesgo de pérdidas entre sus propios barcos, pues la Marina danesa poseía una buena preparación y una magnífica artillería. En esto último conviene insistir, ya que el asedio a la Flota de Dinamarca fue ante todo una batalla entre cañones, sin practicarse apenas abordajes. Al poco tiempo de la confrontación se había perdido o había quedado inutilizado para la acción británica un buen número de naves, situación que el almirante Parker, al observar los acontecimientos desde la distancia, intuyó como muy peligrosa, izando la “señal 39” sobre sus mástiles, el signo a Nelson de retirada. Pero Horatio Nelson continuó en batalla con sus navíos, sabedor de que, en función de una mayor presión, las posiciones tácticas danesas no aguantarían demasiado.

De hecho, es famosa la anécdota de que Nelson, al advertirle un subordinado suyo la señal de Parker en forma de bandera, se puso el catalejo sobre el parche del ojo derecho, aquel que había perdido años atrás, comentando burlón en pleno combate que “no distinguía la señal de Hyde Parker”. A partir de entonces Parker concentró su atención en encerrar a los daneses entre dos fuegos, apoyando de esta manera a su segundo. Nunca llevó a mal posteriormente la iniciativa de Nelson ante el caso omiso que éste hizo a su orden, pues parece ser que incluso realizó el comentario disculpatorio de que “si Nelson no la atendía podía ser a causa de hallarse en posición ventajosa dentro de la dificultad”. A las doce y media de la mañana, con más de dos horas de refriega, los daneses comenzaron a retirarse. Así pues, y tras las consecuencias de las frecuentes andanadas de cañonazos británicos y el acercamiento paulatino además del resto de las unidades al mando de Parker, Nelson decidió no agravar la matanza en función de su ya mentada repugnancia por las sangrías inútiles.





 

153 - Abdicó para no firmar la ley del aborto

El monarca que se jugó la corona para defender su fe. Balduino I renunció a sus prerrogativas constitucionales durante 36 horas para no verse obligado a firmar la ley del aborto. (Artículo de Marisa Cruz en “El Mundo”, 11.V.2005).





Fue durante toda su vida profundamente católico, quizá porque encontró en la religión el apoyo necesario para sobrellevar la tristeza de no poder tener hijos. Balduino I, rey de los belgas, siempre fue un hombre tímido del que circulaban las más increíbles historias de soledad, de amor por los desamparados y de rectitud moral.

Nadie entre los belgas, pese a conocer todos la personalidad de su rey, daba crédito, aquel 4 de abril de 1990, a los que anunciaban los periódicos en su portada.

En un arranque de coraje, Balduino I había decidido jugarse la corona por defender su fe. El rey se había negado a sancionar con su firma la ley de despenalización parcial del aborto, aprobada por una amplia mayoría parlamentaria, "por razones de conciencia", y para evitar una grave crisis constitucional había decidido acogerse temporalmente al artículo 82 de la Carta Magna, que estipulaba los mecanismos de sustitución en la Jefatura del Estado en caso de "imposibilidad del soberano para reinar".

Balduino, por tanto, renunció a sus prerrogativas constitucionales durante un plazo de 36 horas; tiempo suficiente para que "los ministros reunidos en Consejo" asumieran sus competencias y sancionaran en su lugar la ley del aborto, que entró en vigor de forma inmediata sin la firma del monarca.

La decisión de Balduino I, que contó en todo momento con el respaldo firme de su esposa, la española Fabiola de Mora y Aragón, fue histórica pero arriesgadísima.

El debate en torno a la necesidad de la institución monárquica explotó inmediatamente como un volcán. El país se dividió entre quienes apoyaban la entereza de Balduino, dispuesto a defender sus creencias y convicciones por encima de todo, y los que aseguraban que el paso dado por el Jefe del Estado no era sino una traición al pueblo, al que está obligado a servir.

Los partidos de izquierda, encabezados por los socialdemócratas, en aquel momento en la oposición, llegaron a pedir abiertamente la abdicación definitiva del monarca y la instauración de la República.

El Gobierno del democristiano Wilfried Martens sufrió un auténtico calvario hasta que transcurridas 36 horas, las Cámaras se reunieron en sesión extraordinaria -la primera desde 1950- para poner fin al periodo de "Incapacidad para reinar" solicitado por Balduino.

Martens anunció en dicha sesión una reforma de la Constitución para revisar a la baja los poderes de la monarquía e impedir que una situación similar se volviera a repetir.





 

152 - Yo no soy italiano, soy ciudadano del Vaticano

De una noticia de la agencia Zenit de mayo de 2001:




Las vacaciones del Papa. En este año, el Pontífice, al igual que sucedió durante el año 2000, ha previsto unas vacaciones cortas, en el norte de Italia, de unos doce días, pues la agenda de encuentros no le permite disfrutar de dos semanas enteras, como solía hacer en años anteriores.

En declaraciones concedidas a las agencias de información, Joaquín Navarro-Valls, al referirse a la celebración de los 81 años del Papa, revela:

-He intentado, sin éxito, al igual que otros colaboradores, que descanse. El año pasado, durante sus cortas vacaciones en la montaña, le recordé que los convenios colectivos garantizan a todos los trabajadores de Italia 30 días de vacaciones.

Después de reflexionar unos instantes, me respondió:

-Pero yo no soy italiano, soy ciudadano del Vaticano, -prosiguió.

-El Papa no se acuerda nunca de los fines de semana -continua diciendo Navarro-Valls-. Trabaja el sábado, y el domingo a menudo visita las parroquias de Roma. Lleva un ritmo de trabajo impresionante.




 

151 - Tendremos una eternidad para descansar

Cuenta José Pedro Manglano en un folleto una anécdota de Juan Pablo II:




"Cualquier persona -ha dicho Joaquín Navarro-Valls, portavoz oficial de la Santa Sede hablando de Juan Pablo II- con mucha menos responsabilidad que la que él soporta tiene su sistema de descanso, su fin de semana intocable, su deporte, cosas todas ellas que probablemente son necesarias.

En el caso del Papa nada de eso existe. Su único descanso es la posibilidad de caminar por una terraza que hay encima de su apartamento. En diez años de pontificado, en total serán cuatro las veces que ha podido salir un día a la montaña.

Cuando alguna vez le han dicho: "Santo Padre, está cansado ...", la respuesta que ha dado en tono humorístico ha sido:

-Tendremos una eternidad para descansar.

Como ha dicho, también con humor, André Frossard, "hasta ahora, el único medio que se ha descubierto para obligarle a dejar el trabajo es la anestesia total".






 

150 - El Papa me llamó a Roma

El Cardenal Joseph Ratzinger cuenta en la entrevista que mantuvo con Peter Seewald y que constituye el libro "La sal de la tierra", pág. 93, cómo Juan Pablo II le llamó a Roma a trabajar junto a él:




SEEWALD: ¿Hubo algún entendimiento previo entre los dos (con Juan Pablo II), en los fines y objetivos con respecto a la dirección de la Iglesia?

RATZINGER. No. En absoluto. El Papa me dijo en una ocasión que tenía intención de llamarme a Roma, y yo le expuse mis inconvenientes; "entonces", me dijo, "lo pensaremos un poco más". Pero después de su atentado, volvimos a vernos y entonces me hizo saber que seguía pensando lo mismo. Y yo volví a ponerle trabas, porque me sentía más atraído por la teología y creía tener cierto derecho a dedicarme a mis propias publicaciones; quería dedicar tiempo a mi propia obra, y no pensaba que eso fuera compatible con ninguna otra obligación. Pero, al parecer, ya había otros que lo estaban haciendo compatible antes que yo, así que el Papa me contestó, "no, eso no es un obstáculo, podemos arreglarlo". Eso fue todo, nunca hubo una conversación programática ni nada parecido.





 

149 - Ya estamos al día

Jerónimo José Martín recoge esta anécdota cuando se cumplían los cien años del cine:





Quizá el mejor libro sobre John Ford es el que escribió Peter Bogdanovich, una de las pocas personas que pudo entrevistar al genial “irlandés loco y gruñón”, como le llamaba Howard Hawks. En él cuenta una famosa anécdota, que ilustra muy bien la fuerte personalidad de John Ford.

Durante el rodaje de una de sus películas mudas, cierto productor inexperto recriminó a John Ford por llevar el rodaje retrasado varios días. Ford le miró circunspecto, y le preguntó que a cuántas páginas de guión equivalía ese retraso.

-Quince o veinte, le contestó el incauto productor.

John Ford cogió entonces el texto del guión, contó parsimoniosamente las quince o veinte páginas de retraso, las arrancó, las rompió y dijo al asombrado director:

-Ya estamos al día.















Joseph McBRIDE, autor de una reciente biografía sobre John Ford, recoge esta anécdota en dos ocasiones distintas (pp. 280 y 726):



Quizá la más famosa de todas las historias protagonizadas por Ford es la de un incidente durante el rodaje de "La mascota del regimiento" (1937).

El director de fotografía, Arthur C. Miller, dejó constancia del mismo en sus memorias “para esclarecer cualquier duda de lo que ocurrió realmente”.

Según recordaba, “uno de los aspirantes a ejecutivo de la oficina de producción se presentó en el rodaje. Esas apariciones eran tan poco habitual, a menos que fueran concertadas, que a Ford le llamó la atención y le hizo señas al ejecutivo para que se le acercara. Ford estaba sentado en su silla, con el guión en las rodillas.

Cuando el ejecutivo estuvo a su lado, Ford le preguntó cuál era el problema. El hombre le explicó que había tenido una reunión de producción y habían llegado a la conclusión de que la película llevaba cuatro días de retraso con respecto al plan de rodaje.

Sin cambiar de expresión, Ford se le quedó mirando fijamente durante unos segundos, abrió el guión con indiferencia, arrancó cuatro páginas, se las entregó al tipo, que se quedó pasmado, y le dijo:

-Ya no llevamos retraso. Y ahora, lárgate.













(Ford haciendo la película Siete mujeres (1966):




En realidad, a Ford le encantó el trabajo de los guionistas, pero aún seguía ejerciendo su habitual droit de seigneur sobre el guión, aunque sólo fuera para impresionarles.

Como recordó Anna Lee: “Cogía el guión, leía una escena, luego lo rompía y decía: De acuerdo, ahora, ¿qué es lo que te gustaría hacer? Te daba tus frases pero nunca las escribía.

Una mañana, Bernie Smith se presentó en el plató con cara de preocupación y dijo: “Señor Ford, llevamos unos dos días de retraso”. Sin ni siquiera mirarle, Ford contestó: “Oh, eso tiene fácil solución, Bernie”. Arrancó varias páginas del guión y dijo: “Ahora ya no llevamos ningún retraso”.





 

148 - La generosidad de Gregory Peck







Jerónimo José Martín recuerda esta anécdota a propósito de los cien años del cine:













En un magnífico documental televisivo que se hizo en 1993 con motivo del fallecimiento de Audrey Hepburn, se recogen unas declaraciones de la propia actriz en las que decía que toda su carrera artística se la debía a Gregory Peck.

Todo sucedió durante el rodaje de la película “Vacaciones en Roma” (1953) dirigida por William Wyler. La gran estrella de la película era Gregory Peck. Él tenía derecho de veto sobre sus coprotagonistas, y el primer detalle que tuvo fue aceptar en el reparto a Audrey Hepburn, una actriz prácticamente desconocida, que nunca había interpretado un papel protagonista. En cualquier caso, la película estaba planteada como “Gregory Peck en “Vacaciones en Roma” con Audrey Hepburn”.

Pero comenzó el rodaje, y Audrey se fue convirtiendo en la gran baza del film. Como recuerda el propio Gregory Peck, “el guión resaltaba su personalidad, y además, ella estaba realizando una interpretación adorable. Así que llamé desde Roma a mi agente en Hollywood y le dije:

-Audrey tiene que ir delante del título en la publicidad de la película.

-No puedes hacer eso –me contestó mi agente-; te ha costado años ser cabecera de cartel: no puedes renunciar.

-Claro que puedo. Si no lo hago, quedaré en ridículo, porque esta chica ganará el Oscar con su primera actuación”.

Y fue “Gregory Peck y Audrey Hepburn en “Vacaciones en Roma”, y Audrey ganó el Oscar con su primer papel como protagonista…”. Lo primero que dijo la joven actriz al recoger la estatuilla fue: “Esto es demasiado…”. El tiempo demostró que estaba equivocada, pues se convirtió en una de las mejores actrices de la historia.





 

147 - ¿Cómo voy a poder estudiar después?

El rector de la Universidad Lateranense Angelo Scola cuenta un recuerdo personal del profesor Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en 1977, en el prólogo del libro autobiográfico de Ratzinger, “Mi vida. Recuerdos (1927-1977)”:





La primera vez que vi al cardenal Ratzinger fue en 1971. Era Cuaresma. El recuerdo de aquel encuentro se ha ido enriqueciendo de matices que mi memoria ha reelaborado, inevitablemente, en ocasión del setenta cumpleaños del cardenal.

Un joven profesor de derecho canónico, dos sacerdotes estudiantes de teología, que por aquel entonces no habían cumplido los 30 años, y un joven editor estaban sentados alrededor de una mesa, invitados por el profesor Ratzinger, en un típico restaurante a orillas del Danubio que, en Ratisbona, discurre ni demasiado lento ni demasiado impetuoso, lo que todavía permite pensar en el hermoso Danubio azul. La invitación la había procurado von Baltasar con la intención de discutir la posibilidad de hacer la edición italiana de una revista –que más tarde sería “Communio”-. (...).

Estábamos enfrentados dos a dos: dos a favor y dos en contra. Con su trato delicado, los gestos medidos y los ojos que no dejaban de moverse, Ratzinger nos explicaba la carta: una larga secuencia de suculentos platos bávaros ... Parecía conocerlo bien, sin lugar a dudas era un “habitué” del restaurante. Nosotros, superado el primer embarazo, como buenos latinos y, además, jóvenes, nos lanzamos a hacer comparaciones entre menús bávaros y longobardos. Algunos de nosotros había pasado suficiente tiempo en Alemania como para permitirse disertar sobre los tipos y marcas de cerveza.

Recuerdo bien que pregunté a nuestro anfitrión qué nos aconsejaba: pacientemente empezó a ilustrarnos de nuevo sobre cada plato de la lista, animándonos a probar más de uno para que nos hiciésemos una idea de la cocina bávara. Desde hacía un rato el camarero esperaba respetuoso junto a la mesa. No sin desorden y aumentando progresivamente el tono de nuestra conversación hasta el punto de hacer que algún comensal se volviese a mirarnos, terminamos, bajos los ojos benévolos y la sonrisa, quizá un poco impaciente, de nuestro anfitrión, por escoger una amplia y exagerada variedad de platos.

Ratzinger devolvió la carta diciendo al camarero algo así como: “para mí, lo de siempre”. El camarero nos sirvió antes a todos nosotros, con meticulosidad alemana, y al final llevó al conocido teólogo un sándwich y una especie de limonada.

Nuestra sorpresa rayaba en la vergüenza. Con una sonrisa, esta vez verdaderamente amplia y benévola, el cardenal nos liberó diciendo: “Vosotros estáis de viaje ... Si yo como demasiado, ¿cómo voy a poder estudiar después? Comentando el episodio, de vuelta en el coche, nos dimos cuenta de lo que el cardenal había dicho al camarero: “lo de siempre”.

No me he alargado en este pequeño y personal recuerdo para añadir el rasgo hagiográfico de la sobriedad a la biografía del cardenal. ¡Sobre todo porque todavía no es tiempo de panegíricos! Lo he hecho sólo porque, incluso después de haberle conocido más profundamente, aquel episodio me parece que habla de su estilo, y el estilo, ya se sabe, es el hombre.




 

146 - El oso de Corbiniano




El cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en su libro autobiográfico, “Mi vida. Recuerdos (1927-1977)”, pp. 131-132, cuenta el por qué de la imagen de un oso en su escudo episcopal:






Finalmente de la leyenda de Corbiniano, fundador de la diócesis de Frisinga, he tomado la imagen del oso. Un oso –cuenta esta historia- había despedazado el caballo del santo en su viaje a Roma. Corbiniano lo regañó severamente por aquella fechoría y, como castigo, le cargó el fardo que hasta entonces había llevado el caballo sobre sus lomos. Así el oso tuvo que arrastrar el fardo hasta Roma y sólo allí lo dejó en libertad el santo. (...).

Pero precisamente aquí el salmo le ayuda a salir de toda amargura: sí, es cierto, me he convertido en un animal de tiro, una bestia de carga, pero precisamente de este modo estoy contigo, te sirvo, me tienes en tus manos. Así como el animal de tiro es el más próximo al campesino y cumple para él su trabajo, de la misma manera él, justamente en este humilde servicio, está muy cerca de Dios, totalmente en su mano y es hasta el fondo su instrumento –no podría estar más cerca de su Señor, no podría ser más importante para Él-.

El oso con la carga que sustituyó al caballo del santo Corbiniano –o más bien el burro de carga del santo- convirtiéndose en bestia de carga contra su voluntad, ¿no era y es una imagen de lo que debo ser y de lo que soy? “Por ti he llegado a ser una bestia de carga y precisamente así estoy en todo y para siempre contigo”.

¿Qué más y concreto podría contar sobre mis años de obispo? De Corbiniano se cuenta que en Roma devolvió la libertad al oso. Si el oso se quedó en el Abruzzo o volvió a los Alpes, no interesa a la leyenda. Entretanto, yo he llevado mi equipaje a Roma y desde hace ya varios años camino con mi carga por las calles de la Ciudad Eterna. Cuando seré puesto en libertad, no lo sé, pero sé que también para mi sirve que: “Me he convertido en una bestia de carga y, precisamente así, estoy contigo”.






Saturday, July 07, 2007

 

145 - El confesor de la reina

Carlos Fisas narra en su libro "Frases que han hecho historia", pág. 58, cómo Fray Hernando de Talavera fue el confesor de la reina de Castilla Isabel la Católica, antes que Cisneros:





En un principio éste rechazó el honor que se le hacía (de nombrarle confesor de la reina), pero como las órdenes reales eran tajantes tuvo que someterse. Llegó a la corte pobremente vestido con un viejo sayal, y se dice que el día que la reina fue a confesarse con él, Fray Hernando, sentado en un sillón, hizo señas a Isabel para que se arrodillase a su lado y, como ello era contrario al protocolo seguido hasta entonces, la reina lo hizo notar al confesor:

-Padre, es norma que el confesor de la reina se arrodille ante ella para oírla en confesión.

-Alteza, aquí no hay reina sino una penitente, yo estaré sentado pues represento a Dios y vos arrodillada como simple pecadora.

Y así se hizo. La reina comentó después:

-Éste es el confesor que a mí me gusta.





Friday, July 06, 2007

 

144 - Alexamenos fiel




Willi Hoffsümmer cuenta en su folleto "Kurzgeschichten 1", S. 45, la siguiente anécdota de uno de los primeros cristianos y cómo sufrieron tribulaciones por seguir a Cristo:















En el año 1856 unos arqueólogos hicieron un interesante descubrimiento en la colina del Palatino de Roma. Removiendo entre los escombros de las ruinas de una antigua escuela romana de cadetes, encontraron en la pared una cruz. Era una inscripción hecha con un clavo o un cuchillo primitivo. Un joven de pie está saludando y dirigiendo su mano hacia una cruz. En la cruz pende un hombre. Pero su cabeza es la cabeza de un asno. Debajo, escrito en torpes letras:

-Alexamenos sebete theon - ¡Alexamenos adora a su dios!

Es una caricatura, un crucifijo de burla. Los arqueólogos creen que esta inscripción hay que datarla entre los años 123 a 126 después de Cristo. ¡Ese dios es un asno, y quien lo adora también lo es!

En 1870 los arqueólogos descubrieron en otra habitación la respuesta clara del joven cristiano Alexamenos. En la base de una estatua de Marte, el dios de la guerra, estaba inscrito:

-Alexamenos fidelis - ¡Alexamenos permanece fiel y creyente!




Thursday, July 05, 2007

 

143 - Señor Capra, es usted un cobarde




Frank Capra cuenta en su autobiografía “Frank Capra. El nombre delante del título”, pp. 216-217, una anécdota sobre el modo que tenía de entender su trabajo.

En 1934, su película “Sucedió una noche”, consigue un éxito arrollador en todo el mundo, gana los cinco Oscars principales y crea la comedia americana.

Pero Capra se pone enfermo. Durante su enfermedad, un “hombrecillo” le dice unas cuantas verdades, que le hacen reflexionar sobre sus películas y le lleva a hacer “El secreto de vivir”, “Vive como quieras”, “Caballero sin espada”, “Juan Nadie”, “Arsénico por compasión”, “¡Qué bello es vivir!” o “Un gangster para un milagro”:





Estaba tan furioso que podía escupir. Pero también estaba intrigado acerca de un tratamiento vudú. Recorrí el pasillo y me metí en nuestra madriguera del primer piso. Un hombrecillo bajo se levantó de una silla; completamente calvo, con gafas de gruesos cristales ..., un hombre tan sin rostro como alguien es capaz de ser. No hubo presentaciones. Simplemente dijo:

-Por favor, siéntese, señor.

Me senté, débil como un gato e igual de curioso. El hombrecillo se sentó frente a mí y dijo tranquilamente.

-Señor Capra, es usted un cobarde.

-¿Un qué?

-Un cobarde, señor. Pero, lo que es infinitamente más triste .., es usted una ofensa a Dios. ¿Ha oído a ese hombre de ahí dentro? –Max había conectado la radio en mi habitación. La rasposa voz de Hitler brotaba chirriante de ella-. Ese malvado hombre está intentando desesperadamente envenenar el mundo con odio. ¿A cuántos puede hablarles? ¿A quince millones, .... veinte millones?¿Y durante cuánto tiempo ..., veinte minutos? Usted señor, usted puede hablarles a cientos de millones, durante dos horas ..., y en la oscuridad. Los talentos que posee usted, señor Capra, no son suyos, no son autoadquiridos. Dios le dio esos talentos; son Sus dones a usted, para que los use en Su beneficio. Y cuando usted no usa los dones con los que Dios le bendijo, es usted una ofensa a Dios ..., y a la humanidad. Buenos días, señor.

El hombrecillo sin rostro salió de la habitación y bajó las escaleras. En menos de treinta segundos me había abierto en canal con la verdad: había expuesto el fétido pus de mis vanidades.

No sé durante cuánto tiempo permanecí sentado allí, luchando por retener las ardientes lágrimas de la vergüenza, antes de que volviera furioso a mi habitación sobre piernas de caucho. Hitler seguía vociferando todavía.

(Se empieza a recuperar de su enfermedad ...)

Caminé y caminé por las dunas de arena púrpura..., luego me dirigí al confesionario de la iglesia local, temeroso de que el padre no creyera en mi maravillosa curación. Me tropecé con un pragmático cura irlandés.

-No hay nada maravilloso en eso –dijo firmemente-. Y en cuanto a la penitencia ..., reza doce Padrenuestros ¡y vuelve al trabajo!




Wednesday, July 04, 2007

 

142 - La religión es dinamita

Frank Capra cuenta en su autobiografía “Frank Capra. El nombre delante del título”, pp. 168-169: (Esta anécdota se podría fechar hacia el año 1931, cuando estrena "Dirigible".)




Mi siguiente película trataría de la idea más controvertida en la que podía pensar ..., ¡la religión! Le pedí a Harry Cohn que me comprara “Bless You Sister”, una obra de teatro satírica inspirada en Aimee Semple McPherson y escrita por Robert Riskin, el más brillante de los “jóvenes turcos” que Cohn había importado de Nueva York.

-Frank, estás loco. ¡La religión es dinamita!

-Harry, "The Miracle Man" fue dinamita en taquilla. Podemos llamar a la nuestra "The Miracle Woman". Perfecto para Stanwyck.

-Pero no puedes jugar con la religión. Los cristianos te crucificarán. Piensa durante otro día en ello.

-No jugaré con la religión, Harry. He pensado muchas veces en hacerme sacerdote.

-Bien, ¿por qué no lo hiciste? –me hundió con aquella pregunta.

-Está bien. Pensaré en ello.

De pequeño había empezado a equiparar religión con superstición campesina. En nuestro vecindario sólo los pobres iban a la iglesia a confesar sus pecados. ¿Por qué? ¿Acaso la pobreza era el gran pecado? Sea como sea, aquello no iba para mí. En el Caltech (Instituto Tecnológico de California) encontré una nueva causa: la ciencia. La belleza, la claridad, la lógica con la que Galileo y Newton formularon sus brillantes leyes de la masa y el movimiento eran todo lo que un hombre necesitaba en su búsqueda de la verdad. Además, conocí a una rubia platino que cantaba en un coro presbiteriano. Así que domingo tras domingo, en vez de ir a misa, cantaba y le cogía las manos a mi rubia ..., excepto en las misas de Navidad y Pascua.

Esos dos días me deslizaba en la iglesia católica para arrodillarme; para oler el incienso, oír cantar a los ángeles, y verme elevado por encima de mis zapatos por la pasión y resurrección de Cristo. Puede que te ocurra tan sólo una vez en un centenar de misas ..., pero ocurre. Regresar de la comunión con la hostia sobre tu lengua ..., un ser insignificante. Te arrodillas, dejas caer la cabeza entre tus manos. Lentamente la maravilla de todo aquello te llena de alegría ..., ¡la hostia que se disuelve en tu boca es la carne de Cristo! El sacerdote, la iglesia, todas las cabezas inclinadas a tu alrededor, desaparecen. No oyes nada, no ves nada, no sientes nada. Tu mente se vacía de todo pensamiento, tu cuerpo es todo sustancia. Eres un espíritu inundado por una gloriosa Luz. Y de toda esta gloria brota una palabra que atraviesa tu espíritu: “¡Valor!” ¡Has atisbado la Eternidad! La Luz desaparece. Los pensamientos vuelven a formarse en tu mente; la sustancia regresa a tu cuerpo; las cabezas inclinadas a tu alrededor se materializan. Oyes al sacerdote decir: “Id en paz. La misa ha terminado”. Te marchas lleno con la urgencia de gritarle a todo el mundo: “¡Valor! ¡Valor!” La urgencia hace que se pierdan otras urgencias más terrenales. Vuelves a tus matemáticas y a tu rubia. El hombre no es un simple animal.

Telefoneé a Cohn.

-Cómpreme "Bless You Sister" –fue mi veredicto. Lo hizo.





Monday, July 02, 2007

 

141 - Porque eran ignorantes





Frank Capra cuenta en su autobiografía “Frank Capra. El nombre delante del título”, p. 27, cómo con cinco años decidió que tenía que saber leer y adquirir una buena educación, cuando entiende que la pobreza de los suyos era consecuencia de su ignorancia.









Capitulo 1: Ya era hora, holgazán

Todo empezó con una carta. Una carta de Norteamérica, cuando yo era un niño de cinco años con los ojos siempre muy abiertos. Era la primera carta que Papá, mi padre campesino de cuarenta y siete años, Salvatore Capra, recibía de alguna parte.

En la vieja y cuarteada casa de piedra y mortero de Papá, aferrada en sus cimientos a las rocas del pueblo de Bisaquino, Sicilia, el cura del lugar leyó la carta a un puñado de boquiabiertos familiares: Papá, Mamá, seis zarrapastrosos niños; los cuatro hermanos de Papá y sus familias; y todos los parientes de Mamá.

Recuerdo claramente mi shock traumático al descubrir que nadie de mi clan sabía leer. Sabía que la gente era diferente: algunos pobres, algunos ricos, algunos amables, algunos mezquinos. Sabía estas cosas porque los hijos de los pobres nacen con los ojos y los oídos siempre abiertos, y aprenden la mayoría de las cosas antes de aprender a andar. Y ahora sabía que los campesinos eran pobres y tenían que trabajar como animales porque eran ignorantes.

Ese pensamiento debió grabarse a fuego en mi mente infantil; nunca lo olvidé, nunca perdí mi resentimiento hacia él.

Mi posterior manía hacia la educación tuvo su génesis en esa carta.




Sunday, July 01, 2007

 

140 - Sencillamente, se ignora a sí mismo

José Luis Olaizola en su libro “Un escritor en busca de Dios”, p. 199, hablando con Joaquín Navarro-Valls, el portavoz del Vaticano sobre los viajes del Papa Juan Pablo II:



Deberían ser agotadores (los viajes): para los demás lo son, acabábamos muertos. En cambio, él jamás hace ningún comentario sobre fatigas o incomodidades.

Recuerdo uno de los viajes más largos, Roma-Bangladesh, de allí, al día siguiente, nos fuimos a Singapur, a continuación a una isla del Pacífico, creo que era Suva, para saltar a Nueva Zelanda y luego a Australia, donde le esperaban siete millones de kilómetros cuadrados para recorrer en una semana.

Por lo menos llevábamos tres noches sin tumbarnos en una cama; cuando nos decían que había que dormir, lo que teníamos era hambre, y cuando tocaba comer lo que queríamos era dormir. La mente y el organismo estaban trastocados con tanto cambio.

Al llegar a Australia le pregunté al Santo Padre si se sentía cansado y me contestó con total sinceridad:

-Pues mire, no lo sé.

En él, ese no lo sé, significa que ni tan siquiera se pregunta o plantea la posibilidad de estarlo, o más bien, que por estarlo vaya a dejar de hacer lo que tiene que hacer. Es un estar proyectado hacia los demás, olvidado de sí mismo. Come cuando le dicen que tiene que comer, y si es en África comerá la comida africana, y si es en la India los platos picantes propios de aquel país. Y a los pocos minutos ni se acuerda de lo que ha comido. ¡Ni tan siquiera sabemos cuáles son sus platos favoritos! Sencillamente se ignora a sí mismo.

Viaja con lo puesto y una maleta con las sotanas de recambio y, a lo más, otra con libros. Y aquí ya tenemos costumbre de ver cómo viajan y nos visitan Jefes de Estado, porque prácticamente han pasado todos: y todos viajan hasta con un cocinero especial y agua mineral de su pueblo ... En cambio, el Santo Padre.




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