Tuesday, October 31, 2006

 

3 - ¿No decías que estabas gravísimo?

Jesús Urteaga en su libro "Ahora comienzo" pp. 206-207 recoge una anécdota sobre la sinceridad del "Diccionario ilustrado de anécdotas" de V. Vega:




Es conocida la anécdota del famoso pianista y compositor español, Isaac Albéniz; éste se había casado muy joven. Se encontraba en París cuando envió a su esposa, que estaba en España, un telegrama en el que decía escuetamente:

-Ven pronto: estoy gravísimo.

Recibir la noticia y ponerse en camino fue todo uno. Cuando la mujer llegó a la estación de la capital francesa, se encontró con su marido rebosante de salud y felicidad, fumándose un soberbio puro.

Del susto pasó a la indignación.

-Pero, ¿no estabas enfermo? ¿No decías que estabas gravísimo? -le dijo su mujer.

-Sí -contestó Albéniz-: gravísimo. Estaba empezando a enamorarme.




Monday, October 30, 2006

 

2 - Antes me lesiono que lesionar





De una revista deportiva:








Telmo Zarraonaindía siempre hizo gala de una exquisita deportividad a lo largo de toda su carrera.

Entre los trofeos que guarda con más cariño se encuentran una insignia de oro y brillantes del Málaga y un botafumeiro de plata, regalo del Deportivo de La Coruña.

El primero se le concedió porque en un partido el portero local, Arnau, resultó lesionado en un encontronazo con él, y pese a encontrarse solo ante la portería, echó el balón fuera para que fuera atendido.

Lo mismo sucedió en La Coruña, pero con el central Ponte.

La lesión que sufrió en la temporada 1951-52 fue por no lesionar al portero del Atlético de Madrid, Montes ..

En todos estos casos aplicó una norma que debería enseñarse en todas las escuelas de fútbol: “Mejor lesionarme yo que lesionar a otros”.

Telmo recibió, además, la Medalla al Mérito Deportivo.








Sunday, October 29, 2006

 

1 - Una buena palabra que continúa vigente


José Ramón Ayllón en su libro “La buena vida”, p. 100:







Es equivocado atribuir a la autoridad la posible infelicidad de un hijo o de un alumno. En realidad, sucede lo contrario. Una correcta autoridad hace que el niño o el joven, se sientan queridos y seguros, pues notan que les importan a alguien.

Mafalda siente la autoridad de sus padres en cuestiones tan cotidianas como la obligación de tomarse la sopa que detesta.

Un día está sola en su habitación y dice:

-¿Mamá?

Y oye la respuesta:

-¿Qué?

La niña contesta:

-Nada. Sólo quería cerciorarme de que aún hay una buena palabra que continúa vigente.

Los expertos en psicología infantil suelen explicar cómo los padres decepcionan al niño si le dejan hacer todo lo que quiere, entre otras cosas porque su equivocada tolerancia hará del pequeño un pequeño tirano antipático.







Friday, October 27, 2006

 

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