Monday, April 30, 2007

 

101 - Total, si lo único que nos diferencia son las ideas

José Luis Martín Descalzo escribe en el ABC del 24.V.90:




Tú ya sabes aquello del cardenal Roncalli, antes de ser Juan XXIII. Tenía como amigo a uno que era muy comunista y cuando la gente le preguntaba cómo era posible esa amistad, el buen Juan respondía:

-Total, si lo único que nos diferencia son las ideas.

Sí, a lo mejor le damos demasiada importancia a las ideas y poca al corazón.





Sunday, April 29, 2007

 

100 - Y yo a ti te amo

Cormac Burke escribe en su libro “Felicidad y entrega en el matrimonio” p. 84 una anécdota que presenció en Estados Unidos:




En cierta ocasión visité el Gran Cañón del Colorado. Entre los recuerdos que conservo, hay uno que no tiene que ver con el grandioso espectáculo en el que se han plasmado millones de años. Tiene que ver con una parcela muy pequeña de humanidad, cuyos chillidos llenaban el autobús que nos llevaba al borde sur del Cañón.


Una madre gastaba en vano su paciencia intentando pacificar a su hijo de tres o cuatro años. Sea cual fuere la causa de la ira, explotó con ella. Cada sílaba del chiquillo venía articulada con maligno énfasis:

-Yo-a-ti-te-odio.

El autobús quedó como envuelto en un espíritu de malevolencia, pero duró tan solo un instante. Lo disipó la madre con una contestación inmediata al niño:

-Y-yo-a-ti-te-amo.

Se dirá que así es la naturaleza maternal –que forma parte del instinto maternal reaccionar así-. De acuerdo: y también forma parte de la naturaleza humana –del instinto conyugal- desear ser fiel en el matrimonio, a pesar de los pesares: reaccionar con amor hacia la otra parte aun cuando haga algo ofensivo u odioso.






Saturday, April 28, 2007

 

99 - Mi belleza y su inteligencia



Una anécdota clásica:












En una de las ocasiones en que coincidieron Marilyn Monroe y Albert Einstein, la actriz se dirigió al físico y le propuso jocosamente:

-¡No opina, profesor, que deberíamos tener un hijo juntos; así el niño tendría mi belleza y su inteligencia!

A lo que Einstein respondió:

-Lo que me preocupa, querida señorita, es que el experimento ocurra al revés.






Friday, April 27, 2007

 

98 - No debe ser aquí

José de Orueta en “Memorias de un bilbaino (1870-1900), pp. 202-203 recoge unos recuerdos de Pacho Gaminde, hombre socarrón y jatorra, pero a veces profundo:




Cuando nos contaba sus sueños y sus cuentos, se sonreía, porque de ordinario eran críticas de cosas finamente hechas, pero siempre con esa claridad y sencillez de parábola evangélica y esa forma bilbaína, que eran su mayor encanto.

De uno recuerdo, memorable del todo. Nos dijo que habla tenido un sueño y quería recordarlo. Soñó que Dios quiso de nuevo bajar al mundo, para dar una vuelta y ver de cerca cómo andaban aquí las cosas. Salió del cielo y cayó en Inglaterra. Paseó, lo vió todo y, satisfecho, no pudo menos de decir: -Estos ingleses son protestantesitos, pero desentes; y, ¡qué bien tienen arreglado todo! ...

Pasó a Francia, recorrió todo lo que quiso y también le gustó, diciendo: -Estos franchutes, saben vivir, tienen esta parte del mundo monísima y bien arreglada, y ellos son alegres y muy serviciales y amables... Habrá que perdonarles ese poco de cancán que les divierte...

Acabada de ver Francia, se le ocurrió: -Pues ahora, ya que estoy cerca, voy a ver España, ese pueblo en que dicen que yo reinaré. En efecto-, se metió en el tren y bajó en Irún. Apenas puesto el pie en la estación, un maletero, con un baúl, le tropieza, y otro tropieza con el primero, lanzando los dos, a gritos, dos tremendas blasfemias contra su santo nombre. -No debe ser aquí, dijo, y dando media vuelta se marchó, sin querer ver más en aquel viaje.

Hay todo un mundo de reflexiones en este sencillo cuento de Pancho, que como otros suyos, no eran simples chirenadas.





Thursday, April 26, 2007

 

97 - Anécdotas profesionales

De sucesos reales:



En bastantes ocasiones he acompañado a colegas americanos o ingleses que nos venían como refuerzo para reuniones de trabajo con clientes. Uno de aquellos fue un inglés de apellido Livingstone, y la reunión tuvo un carácter muy técnico. Yo me empeñaba en hacer de intérprete, aunque ahora pienso que seguramente los ingenieros del cliente sabían más inglés que yo; quizá la jerga de mi especialidad la tuviese yo más fresca, así como las ganas de meter baza y hacerme el sabio.

En respuesta a diversas preguntas, el inglés hizo numerosos cálculos, unos con aquellas primeras maquinitas, otros muchos mentalmente o con unos pocos garabatos sobre papel; no es difícil para un especialista que está todos los días con los mismos temas. El caso es que, para hacer la pelota y amenizar la cosa, le dije:

-Tom, eres un living computer (en el sentido de calculadora viviente).

A lo que él contestó con plácida sonrisa, para regocijo de los presentes:

-Gracias, pero en realidad soy un Living-stone.




¿Qué sería de nuestra vida de trabajo si nos quitasen las alegrías de cuando se consigue un pedido o contrato, o cuando nos reímos a coro de alguna pequeña maldad dicha de otra persona? En cierta ocasión estaba yo hablando a unos americanos de otro de ellos, que era de origen escocés, y me referí a él como “scotchman”. Para mí la cosa no tenía vuelta de hoja: un hombre procedente de Escocia. Por eso me extrañó la carcajada general.

En seguida me explicaron que lo correcto era “Scotman” o “Scotsman”, no estoy seguro. Pero con “scotchman” yo había expresado, involuntariamente, un hombre aficionado al scotch, el whisky tipo escocés. Y la gracia estaba en que el aludido era realmente un gran partidario del scotch.





Una situación que se da de vez en cuando en la vida profesional son las comidas o cenas de varios compañeros con sus esposas y con el visitante. Si éste no habla español, hay que combinar la conversación directa con él, para mantener la fluidez, y la traducción para no marginar al sector no parlante. Estando un poco atento se puede mantener un nivel aceptable, pero resulta cansado porque requiere un doble esfuerzo.

En una de esas cenas el invitado era un americano llamado Jim. En cierto momento hizo una pregunta a una de las señoras, bastante habladora. Era una pregunta normal, sobre la ciudad o sobre cómo veía la marcha de la empresa. La respuesta se prolongó durante varios minutos a buen ritmo, un torrente verbal, y al fin Jim me preguntó: -¿Qué ha dicho?

Desde luego se podía hacer un resumen, pero era laborioso, y por otra parte estaba la gran tentación de buscar el contraste, así que le contesté muy seguro:

-Ha dicho YES.



(anécdotas enviadas por José Antonio Gómez Gárate)







Wednesday, April 25, 2007

 

96 - Era la encarnación misma de la vanidad



Andrés Vázquez de Prada en su libro sobre “Sir Tomás Moro”, pp. 193-4, describe un suceso que le sucedió a Moro con el Canciller Wolsey:















Por los escritos moreanos desfilan personajes arrancados de la cruda realidad cotidiana; en ellos se fustiga la jactancia y el engreimiento. Y para no destruir la fama ajena suelen registrarse los hechos y callarse las personas.

Una de esas historietas autobiográficas apunta, evidentemente, a su trato con el Cardenal Canciller (Wolsey), que era la encarnación misma de la vanidad. Lo cual -dice Moro- “fue muy de lamentar por el daño que ocasionaba y porque le llevó a abusar de las excelentes cualidades que Dios le había otorgado: jamás se hartaba de oír su propia alabanza”.

Por el sólo placer de escuchar cómo los invitados agasajaban su munificencia y su persona, solía organizar espléndidos banquetes. Y habiendo pronunciado un día un estupendo discurso ante una gran audiencia, estaba sobre ascuas esperando oír el comentario de los que se sentaban a la mesa. Era la hora de la cena y los comensales, fuese por el cansancio de la jornada, o por el apetito, o porque tenían temas mejores de qué charlar, no se acordaron de mentar el discurso que robaba el pensamiento del Cardenal. De modo que éste, llevado de la impaciencia y sin andarse con rodeos, les preguntó qué pensaban de su oratoria.

Los invitados perdieron de golpe el habla. Nadie se atrevía a tocar bocado. En silencio compungido daban vueltas a su cabeza en busca de elogios refinados para el anfitrión.

Por riguroso turno el Cardenal les obligó a cantar sus loas. Y Moro nos cuenta, no sin humor, que cuando le llegó la vez creía “no haber salido mal librado” del apuro, pero que le sobresaltó el oír los elogios que prodigaba el que le seguía, porque era hombre “tan adiestrado en Corte al arte de la adulación que me excedió -escribe- y con mucho. Y entonces vi qué excelencias puede lograr un ingenio mediocre en un arte particular cuando emplea toda su vida en trabajar y afinarse en un único sentido”.

Así continuaron las preces y se acercaban a su término. Los ojos de quienes habían pasado la prueba estaban maliciosamente clavados en el último de la mesa, para ver cómo saldría airosamente del atolladero. El repertorio no daba más de sí. Palabras y metáforas se habían agotado, y el desgraciado al que le tocó el último tendría que repetir conceptos manidos o hacer el ridículo.

El hombre, pues, sudaba ante la inminencia del peligro, viéndose en la necesidad de enjugarse constantemente el sudor de la cara con un pañuelo. Al fin tuvo que hablar. Aquel viejo zorro, atascado y sin dar con los términos pertinentes, recurrió a un sorprendente truco. Para demostrar el éxtasis que le causaba el mero recuerdo de la maravillosa elocuencia y sabiduría de Wolsey en dicho discurso, “se arrancó del hondón del pecho un largo suspiro acompañado de un ¡Oh! de admiración. Alzó las manos. Levantó la cabeza. Y sumiendo los ojos en lo alto rompió a sollozos”.






Tuesday, April 24, 2007

 

95 - Para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo





El licenciado Márquez Torres compuso el privilegio que va al comienzo de la segunda parte del libro de Miguel de Cervantes Saavedra "D. Quijote de la Mancha" y refiriéndose a su autor afirma:











Bien diferente han sentido de los escritos de Miguel de Cervantes así nuestra nación como las extrañas, pues como a milagro desean ver el autor de libros que con general aplauso, así por su decoro y decencia como por la suavidad y blandura de sus discursos, han recebido España, Francia, Italia, Alemania y Flandes.

Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el Embajador de Francia que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus Príncipes y los de España, muchos caballeros franceses de los que vinieron acompañando al Embajador (1), tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a mí y a otros capellanes del Cardenal, mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos, y tocando acaso en este, que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que así en Francia como en los reinos sus confinantes se tenían sus obras, la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria, la primera parte desta y las Novelas.

Fueron tantos sus encarecimientos. que me ofrecí llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad.

Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras:

-Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?.

Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza, y dijo:

-Si la necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo.

(...) En Madrid, a veinte y siete de febrero de mil y seiscientos y quince.

EL LICENCIADO MÁRQUEZ TORRES





(1) Este Embajador fue el Duque de Mayenne, que vino a gestionar en España el casamiento de Ana de Austria con Luis XIII. Por otro lado, no es sorprendente lo que aquí dice Márquez Torres, pues sabido es el gran número de traducciones que en vida de Cervantes se hicieron de todas sus obras, muy especialmente del Quijote.





Monday, April 23, 2007

 

94 - Las técnicas han mejorado, pero las costumbres no

El protagonista de la novela de A. J. Cronin "La ciudadela", Andrew Manson, describe algunos problemas de su profesión. Estamos en 1925:




-Llegué aquí atiborrado de fórmulas, casos que todos creen o fingen creer. Que articulaciones hinchadas significan reumatismo, y que éste significa salicilato. Ya sabe usted, señorita, ¡los conocimientos ortodoxos! Bien, estoy descubriendo que algunos de ellos son enteramente falsos. Lo mismo ocurre con las medicinas: creo que algunas hacen más mal que bien. Es el sistema. Un paciente viene al consultorio y espera su “frasco de medicina”. Y lo consigue, aunque sólo sea azúcar quemado, bicarbonato y agua natural. Por eso la prescripción se escribe en latín..., así no la comprende. No está bien, no es ciencia. Y otra cosa; me parece que muchos médicos tratan los síntomas en sí mismos y no la enfermedad. No se preocupan de estudiar los síntomas y dar con el diagnóstico, Dicen muy rápidamente, porque siempre están con prisa: “¡Ah, dolor de cabeza! Tome estas pastillas”, o: “Usted está anémico, necesita algo de hierro”... en vez de preguntarse cuál es la causa del dolor de cabeza o de la anemia.

De pronto cortó su disertación.

-¡Oh, lo siento, la estoy aburriendo!

-No, no – dijo ella con presteza-. Al contrario, es muy interesante.

(Ya se ve que en ochenta años las técnicas han mejorado, pero las costumbres no).





Sunday, April 22, 2007

 

93 - Se morirá de todas formas

A. J. Cronin en su novela "La ciudadela" describe la siguiente escena. El médico protagonista el doctor Manson, está visitando por primera vez el consultorio en que va a trabajar. Allí le presentan al farmacéutico que se llama Gadge:




-Y ahora venga a conocer a Gadge. Es un pobre diablo, pero conoce su incapacidad.

Andrés Manson siguió a Urquhart a través de la sala de espera hasta la farmacia, donde Gadge le saludó con ademán sombrío. Era un hombre alto, débil, cadavérico, con una cabeza calva surcada por mechones de pelo negro como el azabache y enmarcada por patillas del mismo color. Usaba una chaqueta corta de alpaca que dejaba ver sus muñecas huesudas y sus hombros esqueléticos.

Su aire era triste, cáustico, cansado; su actitud, la del hombre más desilusionado del mundo.

Al entrar Andrés, Gadge estaba atendiendo al último paciente, pasándole una caja de píldoras a través del tabique como si fuera veneno para ratones.

-Tómelo o déjelo –parecía decir-; se morirá de todas formas.





Saturday, April 21, 2007

 

92 - Todo lo aprendió a palos

En una biografía sobre José Ignacio López de Arriortúa escrita por María Arana y Manu Álvarez, "Superlópez", p. 17, se escribe:



Cuentan en Mañaria (Vizcaya) las grandezas de Riki, ganador durante muchos años de concursos de perros de pastor. Cuentan también que un grupo de curiosos visitantes se acercó un día al caserío de los propietarios de tan insigne animal y, ávidos de conocimiento, interrogaron al dueño sobre sus habilidades.

-Cuando era pequeño, ¿notaba usted que venía así de listo?.

Mirada atónita y respuesta concluyente:

-¿Éste? Todo lo aprendió a palos.

Al igual que Riki, José Ignacio López de Arriortúa ha tenido que sufrir para llegar arriba. No palos, desde luego, pero si muchas horas de estudio y esfuerzo que el tiempo ha sabido premiar con generosidad.








Friday, April 20, 2007

 

91 - Me dedico a la conquista del espacio

De un suceso real:




Se cuenta que en una visita a la NASA en los años previos al primer viaje a la luna el entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, preguntó algo obvio a un empleado que estaba barriendo una zona de las instalaciones:

-¿A qué se dedica usted?

Contestación:

-A la conquista del espacio.

Salvo que ese encuentro con el presidente fuera menos casual de lo que se dice, parece claro que existía comunicación efectiva en una institución en la que un profesional del servicio de limpieza respondía así. Mítica o real, la anécdota revela que la brújula funcionaba.





Wednesday, April 18, 2007

 

90 - Trabajar bien

Covadonga O'Shea cuenta una anécdota sobre el trabajo en su libro "El valor de los valores", p. 236:




No me resisto a dejar para el final la historia, verídica, de un famoso delincuente canadiense. Me la contó un señor de los que viven en un avión y, al llegar al hotel, mientras deshacen la maleta, enchufan todos los artilugios técnicos desde la radio al ordenador para no perder un segundo de la carrera contrarreloj en que han convertido su vida.

Este amigo mío de pronto paró su ritmo frenético, enganchado a una entrevista que se retransmitía en la televisión con alguien recién salido de un penal. Era la noticia del día, de la que no paraban de hablar todos los medios: la puesta en libertad del delincuente más delincuente de la historia de los delincuentes. Por lo visto este hombre había batido todas las marcas posibles e imposibles en su carrera, hasta que un día lo pescaron con las manos en la masa. Dada su trayectoria lo metieron de inmediato en la cárcel, eso sí, con todos los honores. Cumplió su condena como un caballero hasta el punto de que su vuelta a la libertad se celebró como un acontecimiento nacional.

Me comentaba este señor, testigo visual de los hechos, que nunca olvidará aquella entrevista. Incluso, me decía, había aprendido de ella algo importante. El protagonista, explicaba, tenía ya el pelo blanco, pero aparecía en pantalla impecable, como un lord inglés. Contestaba a cada una de las preguntas que le hacían, sereno, con una enorme dignidad. Sólo se quedó un poco desconcertado cuando el periodista le preguntó: “Vamos a ver. De todos los errores que usted ha cometido en su vida, por los que ha pasado tantos años en prisión, ¿de cuál se arrepiente más?”.

Parece ser que dudó unos instantes porque pretendía responder de forma precisa. Por eso pensó muy bien la respuesta y al fin contestó: “Me arrepiento de las veces que no he trabajado con profesionales”. Y explicó, enseguida, que cuando una persona no toma en serio lo que hace, acaba en el fracaso. “El secreto para triunfar es no descuidar un solo detalle. Huir de la chapuza en el trabajo”.

Desde luego tiene más razón que un santo, aunque es evidente que su modo de ganarse la vida es muy poco recomendable. Pero, a fin de cuentas, está en la línea de lo que repite un empresario amigo mío: “En el fondo, la calidad es la lucha diaria contra la imbecilidad”.






Tuesday, April 17, 2007

 

89 - ¡Ánimo Gabriela!



De un suceso real:








La maratón femenina en la Olimpiada de los Ángeles fue ganada por la norteamericana Joan Benoit, pero muchos la recuerdan por la patética llegada de la suiza Gabriela Anderson.

Cuando Joan Benoit apareció en el Memorial Coliseum, el estadio vibró: todos los ojos se posaron en la menuda figura de la mujer que estaba a unos metros de conseguir una medalla de oro olímpico. Joan cruzó la meta agitando su gorrita con la mano izquierda, después de recorrer en 2 horas, 22 minutos y 43 segundos, los 42 kilómetros y 195 metros de la carrera. Aún tuvo fuerzas para dar una vuelta completa al estadio a buen paso y muy alegre, para recibir los aplausos de sus compatriotas norteamericanos que compartían su triunfo.

Veintisiete minutos después la puerta del estadio dejó paso a Gabriela Anderson. Era la imagen patética del desfondamiento, de la extenuación. Los gritos del público, que habían sido de júbilo al recibir a Joan, se tornaron en voces de aliento: “¡Ánimo Gabriela!”. Seiscientos metros le separaban del final, no podía desvanecerse antes de cruzar la línea de meta: terminar una maratón es un honor.

“¡Ánimo Gabriela!”. La corredora suiza ya no corría: andaba de manera incierta, dando tumbos, con gran sufrimiento.

Los jueces se situaron a su lado, alentándola. Los quince metros finales encogieron el corazón de los espectadores. Gabriela los recorrerá finalmente a trompicones, a punto de caerse; se ponía y se quitaba la gorra sin tener conciencia de por qué lo hacía.

El público se olvidó de la medalla de oro de Joan Benoit, del segundo puesto de la noruega Grete Waitz y de la medalla de bronce ganada por la portuguesa Rosa Mota. Todos avanzaban con Gabriela y con ella todos cruzaron la meta. El nudo en la garganta se deshizo y los corazones se recuperaron: “¡Gabriela había conseguido llegar!” Un aplauso atronador resonó en el estadio. Pocos instantes después Gabriela cayó al suelo desvanecida. Una ambulancia la trasladó al hospital más cercano.







Monday, April 16, 2007

 

88 - Compartir

Willi Hoffsümmer cuenta en su libro "Historias cortas", en el tomo I, pág. 235:




Dos amigos brindan por su nueva amistad.

-Si tuvieras cinco aparatos de televisión, ¿me regalarías uno?

-Por supuesto.

-Si tú tuvieras cinco coches, ¿me regalarías uno?

-Por supuesto.

-Si tú tuvieras cinco camisas, ¿me regalarías una?

El preguntado negó con la cabeza.

-¿Por qué no?

-Porque yo sí tengo cinco camisas.






Sunday, April 15, 2007

 

87 - Todos dijeron que rezaban más o menos lo mismo que yo



Ronald Reagan cuenta en sus memorias, "Una vida americana", pp. 58-59, una historia de su juventud (sucedida en el tiempo de la Depresión):











Ya que mucho del gran sentido religioso de Nessie (la madre de Reagan) se me ha contagiado; siempre he rezado mucho. Esos días rezaba para que las cosas mejoraran en el país, en nuestra familia y en Dixon. Incluso rezaba antes de los partidos de fútbol.

Era el único jugador (de fútbol americano) en nuestra primera línea que había llegado a la Universidad de Eureka procedente de la Escuela Superior. La mayor parte de los otros jugadores eran más maduros que yo y algunos incluso eran bastante mayores. Después de la Escuela Superior habían entrado en el mundo del trabajo durante los "locos años veinte", cuando había mucho empleo y entonces, al golpear la Depresión, habían preferido entrar en la Universidad a sentarse en los porches de sus casas sin hacer nada.

Después de una charla ilustrada en la pizarra antes de un partido, el entrenador Mac Mckinzie nos preguntó a los del equipo si alguien rezaba.

Yo nunca me había enfrentado con un saque inicial sin una oración. No rezaba para ganar -nunca he esperado que Dios tomara partido por uno u otro lado-, pero lo hacía para que nadie resultara lastimado, para que lo hiciéramos lo mejor posible y para no tener remordimientos fuese el que fuese el resultado del partido.

Pero temía revelarles esto a mis compañeros de equipo, mayores que yo y más sofisticados. Entonces, para mi gran sorpresa, todos dijeron que rezaban más o menos lo mismo que yo.

Ésta fue la última vez que me he mostrado reticente para admitir que rezaba.





Saturday, April 14, 2007

 

86 - Es sólo el anuncio de un champán

Tatiana Góricheva en su libro "Hablar de Dios resulta peligroso", pp. 128-9 cuenta:




Aquí (en Occidente) se echa de ver el nihilismo, aunque de otra manera. No como entre nosotros. Valga un ejemplo: ayer el tren en que viajaba entró en la estación de la gran ciudad alemana de Francfort del Main. La estación central es un edificio enorme, encima del mismo aparecían iluminadas unas letras gigantescas: "MM".

Pregunté a mi acompañante:

-¿Qué es eso? Debe ser algún símbolo especial, una consigna, algo importante.

Ella me respondió:

-Es sólo el anuncio de un champán.

A todo se le pone el sombrero de la publicidad enfadosa. Por ejemplo, en el cine: se habla en tono misterioso y sugerente de tonterías, de jabón en polvo para la ropa, de un tipo de cepillos, cual si se tratase de las cosas más importantes e imprescindibles.

En cambio, hablar de otras cosas, que de hecho son imprescindibles para todos -como el alma, el sentido de la vida, la redención- es algo que aquí la gente no se atreve a hablar en público, y hasta los sacerdotes se avergüenzan. ¡Es realmente un mundo pervertido y desquiciado!

Recuerdo a un sacerdote al que encontré hace poco tiempo. Yo iba en una excursión, que había organizado la parroquia de una aldea. El clérigo, joven y chistoso, un tipo deportista, pasó los dos días de charla. En el curso de las dos jornadas que viajamos en el autobús habló de todo lo imaginable: de aviones y de fútbol, de las elecciones y de la comida. Reía mucho y se esforzaba por alegrar a todos. Algo parecido a nuestros animadores de masas. Y al mismo tiempo por las ventanas del autobús se nos mostraba un mundo sorprendentemente hermoso de montañas de pendientes abruptas, con la luminosidad de unos colores azul oscuro y violeta que no parecían de esta tierra, hasta el punto de que espontáneamente me vinieron a la memoria las repetidas exclamaciones de los Salmos: "¡Qué admirables son tus obras, Señor Dios. Con gran sabiduría has creado todo!".

Más tarde, ya de regreso, pregunté al sacerdote:

-¿Por qué no ha hablado usted ni una sola vez de Dios? ¿Cómo es posible que no haya dicho nada de la belleza de su mundo?

Y él me respondió:

-Porque si empiezo a hablar de Dios, pierdo a mi gente y me quedo solo.

-Pero la soledad no es nunca un pecado.

Al decirle esto pensaba que no era verdad que fuese a quedarse solo. Como me habían escuchado a mí los campesinos, cuando les hablaba de nuestra Iglesia, de la Iglesia en general. Y como me habían rogado que les hablase más y más.







Friday, April 13, 2007

 

85 - Hacer copias de los documentos destruidos

En sus memorias, "Una vida americana", p. 105, Ronald Reagan recuerda lo que les pasó en la oficina en la que trabajó durante la Segunda Guerra Mundial:




Teníamos un almacén lleno de archivadores que contenían viejos documentos que no servían ni tenían valor histórico.

Estaban totalmente obsoletos. Ahora bien, con la guerra en marcha, hacían falta el almacén y los archivadores, así que se envió una petición a través de los canales indicados, pidiendo permiso para destruir los documentos obsoletos.

La respuesta que llegó fue:

-Permiso concedido, siempre que se hagan copias de los documentos destruidos.




Thursday, April 12, 2007

 

84 - Siempre me han ofrecido mucho, pero nunca todo

Se puede leer en uno de los escritos de José Pedro Manglano:




No mucho: ¡todo!

Habrás visto la película de "Los 7 magníficos". A Yul Brynner le quieren contratar unos mejicanos para que les defienda de unos bandidos; son campesinos, muy pobres.

Le ofrecen todo lo que tienen, envuelto en un paño. Yul lo ve y dice:

-Siempre me han ofrecido mucho, pero nunca todo.

Aceptó, ¡claro!






Wednesday, April 11, 2007

 

83 - Esto es pereza

Leopoldo Cánovas en su libro "Las 1.000 mejores anécdotas", 264, inserta una sobre Robert Koch, el descubridor del bacilo de la tuberculosis:




Robert Koch, eminente bacteriólogo, no se distinguió en sus tiempos escolares por una gran capacidad de estudio, y esto le acarreó más de un castigo en la escuela. El maestro le repetía sin cesar que sus trabajos escolares dejaban mucho que desear y que debía procurar enmendarse. Un día, por ejemplo, le castigó a hacer una composición sobre el tema: ¿Qué es la pereza?

A la mañana siguiente Koch entregó el trabajo. El maestro le preguntó:

-¿Te ha llevado mucho tiempo?

-¡Tres páginas!, respondió el alumno. Leyó el profesor el ejercicio y pudo ver que en la primera página había puesto: esto; en la segunda, es; y en la última decía: pereza.







Tuesday, April 10, 2007

 

82 - El triunfo de la paciencia

Claudio Sánchez-Albornoz en su libro "Lecturas históricas españolas", p. 28, transcribe un párrafo de Plutarco sobre Quinto Sertorio:




Abrazaban el partido de Sertorio todos los de la parte acá del Ebro: con lo cual en el número era poderoso, porque de todas partes acudían y se le presentaban gentes; pero mortificado con el desorden y la temeridad de aquella turba, que clamaba por venir a las manos con los enemigos, sin poder sufrir la dilación, trató de calmarla y sosegarla por medio de la reflexión y el discurso.

Mas cuando vio que no cedían, sino que insistían tenazmente, no hizo por entonces caso de ellos, y los dejó que fueran a estrellarse con los enemigos, con la esperanza de que no siendo del todo deshechos, sino hasta cierto punto escarmentados, con esto los tendría en adelante más sujetos y obedientes. Sucedió lo que pensaba; y marchando entonces en su socorro, los sostuvo en la fuga y los restituyó con seguridad al campamento.

Queriendo luego curarlos del desaliento, los convocó a todos al cabo de pocos días a junta general, en la que hizo presentar dos caballos: el uno sumamente flaco y viejo, y el otro fuerte y lozano, con una cola muy hermosa y muy poblada de cerdas. Al lado del flaco se puso un hombre robusto y de mucha fuerza, y al lado del lozano, otro hombre pequeño y de figura despreciable.

A cierta señal, el hombre robusto tiró con entrambas manos de la cola del caballo como para arrancarla; y el otro pequeño, una a una, fue arrancando las cerdas del caballo brioso.

Como al cabo de tiempo el uno se hubiese afanado mucho en vano y hubiese sido ocasión de risa a los espectadores, teniendo que darse por vencido, mientras que el otro mostró limpia la cola de cerdas en breve tiempo y sin trabajo, levantándose Sertorio:"Ved ahí, les dijo, ¡oh camaradas!, cómo la paciencia puede más que la fuerza, y cómo cosas que no pueden acabarse juntas, ceden y se acaban poco a poco; porque nada resiste a la continuación, con la que el tiempo en su curso destruye y consume todo poder, siendo un excelente auxiliador de los que saben aprovechar la ocasión que les presenta e irreconciliable enemigo de los que fuera de razón se precipitan".

Inculcando continuamente Sertorio a los bárbaros estas exhortaciones, los alentaba y disponía para esperar la oportunidad.





Monday, April 09, 2007

 

81 - Si cree en Dios, ¿por qué se comporta así?

Tatiana Gorichéva en su libro "Hablar de Dios resulta peligroso", p. 39, cuenta las reacciones que provocaba la actuación de uno de sus conocidos




Su vida (la de Iewgeni) no discrepaba de tal teoría y su lista donjuanesca crecía sin cesar.

Mujeres humilladas y abandonadas acudían a los amigos de Iewgeni, y entre ellos también a mí, para lamentarse de su conducta.

Algunas decían:

-Si cree en Dios, ¿por qué se comporta así




Sunday, April 08, 2007

 

80 - No estoy dispuesto a condenar mi alma por causa de ningún príncipe

(Juicio de Blackfriars ante los legados papales, para declarar nulo el matrimonio de Enrique VIII de Inglaterra con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos). Narrado en el libro de Andrés Vázquez de Prada, “Sir Tomás Moro”, p. 256-7:




Al fin, Clemente VII concedió poder a los cardenales Campeggi y Wolsey para estudiar el caso. Y el rey manifestaría sin vacilar a Campeggi que deseaba una declaración de nulidad del matrimonio. Fácil es imaginar los riesgos y problemas de conciencia del delegado papal. (...).

Por cartas confidenciales de Campeggi, se enteraron en Roma de que Enrique VIII trataba de obtener sentencia favorable antes de que se firmase la paz entre Carlos V y Francisco I. Motivo por el que el cardenal italiano aprovecharía al máximo los plazos judiciales, estirando hasta el límite las posibilidades y recursos del procedimiento. A pesar de lo cual, el momento decisivo y comprometedor de pronunciar sentencia resultó inesquivable. El 23 de julio (1529) era la fecha tope. Aquel día la tensión en la sala era indescriptible. El rey, desde un escondite, prestaba oído a las palabras de Campeggi:

“... Por tanto, para evitar todas estas ambigüedades y oscuridad de dudas, no estoy dispuesto a condenar mi alma por causa de ningún príncipe o potentado. Así que, si Dios quiere, no llevaré adelante este asunto a menos que tenga sobre él criterio y opinión justas, con el asentimiento del Papa y de las personas de su Consejo que poseen más experiencia y mejor conocimiento que yo en negocios judiciales tan dudosos.

De manera que, en conformidad con los Tribunales de Roma, del que este tribunal y jurisdicción derivan, queda por ahora aplazado el juicio”.

La noticia de que la solución se pospondría durante meses por exigencia de la vacación de verano produjo honda consternación entre los partidarios de Enrique. En medio de la confusión, y por mandato del rey, se adelantó el duque de Suffolk, que con voz estentórea y gesto altivo pronunció esta frase retadora: “Nunca hubo alegría en Inglaterra mientras existieron cardenales entre nosotros”.

Aquellas palabras retumbaron entre las paredes como un ultimátum a la Iglesia.



(nota 38).
Las dificultades de Campeggi para alargar el proceso quedan recogidas en carta a Salviati de 21 de junio de 1529. El rey estaba ansioso por acabar con el proceso, y exigía gran celeridad a los secretarios. “Hasta este día -escribía Campeggi a Salviati el 13 de julio- hemos caminado a gran paso, y vamos todavía más que al trote. De manera que algunos esperan sentencia de aquí a diez días”. Y continúa: “Cuando se venga a dar sentencia no tendré ante mis ojos a nadie más que a Dios y el honor de esta santa sede”.

Enrique VIII había tomado con anterioridad una decisión a espaldas y por encima del tribunal: “Si el Papa no lo anula, lo anularé yo mismo”.



Saturday, April 07, 2007

 

79 - Sabes que tú también tienes razón

José Eulogio López en su libro "Por qué soy cristiano (y, sin embargo, periodista)", pp. 74-5:




Si observamos el interior del hombre del siglo XX encontraremos contradicciones flagrantes. En palabras de Clive Lewis: “El hombre de hoy se ha acostumbrado a vivir teniendo en su cabeza quince filosofías distintas”. Quince cosmovisiones, a menudo, contradictorias entre si.

Esto nos lleva a un segundo factor mucho más importante y trágico. El hombre actual no une la teoría con la práctica. Hace unos siglos una persona era capaz de captar una serie de razonamientos a través de la lectura de un libro o de la conversación con alguien más culto que él. Hoy en día, nos encontramos con tal cantidad de información que somos incapaz de separar la paja del grano para obtener una jerarquía de valores. Y no por carencia, sino por exceso de información. En este sentido, tenemos demasiada información, demasiada cultura, una forma condenadamente oculta de tener poca sabiduría. Y, lo que es más importante, la saturación informativa es el camino más recto hacia la incoherencia entre lo que se piensa y se vive.

(...) No sé si recuerdan ustedes una escena de la película “El violinista en el tejado”.

El protagonista escucha la afirmación de uno de sus compañeros del gueto judío y responde:

-Tienes razón.

Un segundo le contradice, y nuestro hombre vuelve a asentir.

Un tercero le advierte:

-No, o tiene razón uno o la tiene el otro.

La salida de nuestro simpático protagonista es sintomática:

-Pues sabes que tú también tienes razón.

Sinceramente, no he visto nunca una mejor definición del hombre moderno.

(...) El hombre moderno tiene unas tragaderas impresionantes. Es capaz de aceptar una teoría que rechazó hace una semana y volverla a aceptar mañana (...). Acaba generando un hombre aturdido, y cuanto más culto más aturdido.




Friday, April 06, 2007

 

78 - El Derecho es lo que más nos conviene en cada caso

Comienzo de un artículo sobre los impuestos y el Derecho, en ABC, 27.III.1990, de Luis Ignacio Parada:




Cuentan que un día, en el Congreso de Viena, Talleyrand pronunciaba un discurso en el que hablaba de sagrados principios, de la justicia, del Derecho.

El zar Alejandro, que le escuchaba, se dio cuenta de que el propósito de Talleyrand era hablar mucho sin decir nada y, sobre todo, sin abordar las cuestiones importantes, y le interrumpió:

-Perdón; tanto para vos como para mí, el Derecho es aquello que más nos conviene en cada caso. Vamos, pues, al grano, que es lo que importa.





Thursday, April 05, 2007

 

77 - En no ser menos de lo que parezco

Comienzo de un artículo de Federico Mayor Zaragoza en ABC, 8.XI.1987:



Rey Lear: "¿Quién eres tú?"

Kent: "Un hombre, señor".

Rey Lear: "¿En qué te ocupas?".

Kent: "En no ser menos de lo que parezco".

Ser lo que se aparenta. Responder a las expectativas que la imagen de cada uno despierta en los demás. Este cabal cumplimiento de lo que cabe esperar de los grandes rasgos del perfil social constituye en las obras de Shakespeare un auténtico "ritornello".

Recuerdo que, hace ya años, en una memorable conferencia pronunciada en la Universidad de Granada, el profesor Laín Entralgo destacó esta obsesión shakespeariana, manifestada a través de sus personajes, por estar a la altura de las apariencias. Puesto que la realidad es inasequible, íntima y desconocida, es la percepción "del otro" lo que importa. "Los hombres deberían ser lo que parecen...¡Ojalá ninguno de ellos pareciera lo que no es!, exclama Yago en "Otelo". A lo que este responde: "Cierto. Los hombres deberían ser lo que parecen".







Wednesday, April 04, 2007

 

76 - La sombra de Bucéfalo

Plutarco en sus "Vidas paralelas: Alejandro y César" nos cuenta una historia de Alejandro Magno:




Trajo un tesalino llamado Filónico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y habiendo bajado a un descampado para probarlo pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo y dio orden de que se lo llevaran por ser fiera e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente, dijo:

-¡Qué caballo nos perdemos! ¡Y todo por no tener conocimiento ni resolución para manejarlo!

A lo que replicó Filipo, algo molesto por la suficiencia de su hijo:

-¿Acaso tú lo manejarías mejor que éstos, que tienen más años y más experiencia que tú?

-Por supuesto que sí; a éste ya se ve que lo manejaré mejor que nadie, -respondió Alejandro.

-¿Y cuál ha de ser la pena de tu temeridad? -preguntó Filipo-, si no lo consigues?

-¡Por Zeus -exclamó el joven-, pagaré el precio del caballo.

Echáronse a reír -sigue Plutarco-, y convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba. Pasólo después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un saltó montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle ni aun tocarle le hizo estarse quieto. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones.

Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dio la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación. Más del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó le dijo:

-¡Hijo mío, busca un reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes!








El comentario de José Luis Martín Descalzo que escribía hace años en ABC:



Supongo que todos ustedes conocen bien la historia de Bucéfalo, el famoso caballo que sólo Alejandro Magno era capaz de montar.

Cuentan las leyendas que todos los palafraneros eran incapaces de mantenerse a su grupa más allá de pocos segundos. El animal caracoleaba, se encabritaba, daba en el suelo con los huesos de todos sus jinetes.

Sólo Alejandro supo observarlo con atención y descubrir el secreto del caballo. Al montarlo lo puso de cara al sol y lo espoleó decididamente. Luego controló los corcoveos del caballo, sin dejarle apartarse un ápice de la dirección del sol, hasta que el animal, cansado, se dejó dominar enteramente.

¿Cuál era el secreto que Alejandro había descubierto? Que aquel animal se asustaba de su propia sombra. Bastaba con no dejarle verla, bastaba con enfilar sus ojos, tiesos, hacia el sol para que el animal se olvidase de sus miedos.

Pienso que el mundo está lleno de gente como Bucéfalo: encadenados al miedo de su propio pasado, incapaces de trotar hacia el futuro, porque les espantan los recuerdos que no les dejan ser lo que son.




Tuesday, April 03, 2007

 

75 - ¿Cómo que uno va en sentido contrario? ¡Hay cientos!

De un suceso real:




En Alemania hay un servicio radiofónico, que cada cierto espacio de tiempo, informa sobre la situación de las carreteras y las autopistas. Así el conductor es informado cuándo y en dónde hay embotellamientos en las autopistas, en dónde hay obras, dónde ha habido un accidente, o peligro por la meteorología o por las placas de hielo. También suele informar cuando un conductor se ha metido en la autopista en sentido contrario (es lo que se llama un conductor falso).

Este es el caso de un conductor que un día, mientras viajaba por una autopista, oyó en la radio que había alguien que, por la misma autopista en la que él viajaba, iba en el falso sentido.

Y entonces se dijo a sí mismo:

-¿Cómo que hay uno que va en sentido contrario? ¡Hay cientos!





Monday, April 02, 2007

 

74 - Tiemblo, sí, pero en mi puesto







De un artículo de ABC del año 1988:












Cuentan que Napoleón, en el transcurso de una de sus innumerables batallas, se detuvo ante un veterano oficial que al frente de sus soldados se disponía a entrar en combate. Al observar en él un cierto temblor le preguntó:

-¿Tembláis?

-Si; pero en mi puesto. Estas lacónicas frases expresan más, mucho más que otras no tan cortas y son lo suficientemente elocuentes y explícitas como para permitir entrar en materia sobre nuestro tema. Aquel oficial estaba justificado ante él y los demás, pues por muy difícil que le resultase, cumplía con su deber. Y tiene mayor mérito hacerlo en contra de sus propios instintos. Ya sabemos que el miedo es natural en el hombre: el saberlo vencer es de valientes.





Sunday, April 01, 2007

 

73 - No le dejó faltar a las clases de religión

Carta de Jean Jaurés, político fundador en 1901 del Partido socialista francés y en 1904 del periódico L’Humanité. Fue asesinado el 31 de julio de 1914:




Querido hijo:

Me pides un permiso que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de tus condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre sin convicciones religiosas.

Ese permiso, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás. No es porque deseo que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro ni lo hay tampoco en que profeses las ideas que te expondrá tu profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar serás completamente libre; pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y educación sean completas, y no lo serían sin el estudio serio de la religión.

Te parecerá extraño este lenguaje, después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para que arrastren a los hijos de los demás, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido.

He dicho que quería que tu educación fuese completa, ¿cómo lo sería sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas, sobre todo las que el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre este asunto sin exponerte a soltar un disparate? Pero dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables a un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender la historia y la civilización de los griegos y romanos; y ¿qué comprenderías de la historia de Europa, del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte, ¿qué serían para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra, a todos estos grandes maestros que deben al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de Derecho, de Filosofía, o de Moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho natural, la Filosofía más entendida, la moral más sabia y más universal? –éste es pensamiento de J.J. Rousseau-. Hasta en las ciencias matemáticas y naturales encontrarás la religión: Pascal, Newton eran cristianos fervientes; Ampére era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarión se entregaba a fantasías teológicas; ¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de nuestra civilización, y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una inferioridad manifiesta el no querer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.

Y ya que he hablado de educación: para ser un joven bien educado, ¿es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? No te diré más que lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente y con demasiada frecuencia hay que llorar por los que no las tienen en cuenta. Pero no fijándome más que en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarles, debemos por lo menos comprenderles, a fin de guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidos. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable, sin nociones religiosas.

Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero el mundo desea conocerla. En cuanto a la tan cacareada libertad de conciencia y otras cosas análogas, no es más que vana palabrería que rechazan de consumo los hechos y el sentido común. Muchos anticatólicos conocen, por lo menos medianamente, la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.

Y, además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres para no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues en caso contrario, la ignorancia, les obliga a la irreligión. La cosa es clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Esta carta te sorprenderá: estoy persuadido de ello; es necesario, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a sus hijos. Ningún compromiso podría excusarme si permitiese que tu instrucción fuese incompleta y tu educación insuficiente.

Recibe, querido hijo, el abrazo de tu padre.





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