Friday, June 29, 2007

 

139 - Perdóneme, me había olvidado de que estaba usted aquí

José Luis Olaizola en su libro “Un escritor en busca de Dios”, p. 197, hablando con Joaquín Navarro-Valls, el portavoz del Vaticano sobre el Papa Juan Pablo II:




Eso lo notas cuando tienes la oportunidad de estar cerca de él, mientras reza; lo cual es fácil, porque su vida es rezar. Se levanta poco después de las cinco de la mañana para hacer su oración, que dura casi una hora antes de celebrar la Misa. Después de celebrarla se retira a trabajar, hasta las once que comienzan las audiencias, pero antes de iniciarlas vuelve a su oratorio y se está otro buen rato. La puerta de su oratorio siempre está abierta; es como una continuación de su aposento y de su lugar de trabajo. Entra en él a la menor oportunidad. Antes de almorzar hace un poco de oración; y después de comer lo mismo.

Recuerdo un día que habíamos almorzado juntos, para seguir trabajando después, y pasamos por el oratorio para una visita corta. Me arrodillé, como de costumbre, detrás de él, esperando a que terminara su acción de gracias, o lo que estuviese rezando.

Empezó a pasar el tiempo, bastante tiempo, yo diría que mucho tiempo, y el Santo Padre seguía inmerso en su oración, que la notabas de una profundidad total. Yo miraba el reloj de vez en cuando, pero sin atreverme casi a respirar.

Por fin, cuando ya había pasado un buen rato, levantó la cabeza, me sintió a su lado y se disculpó:

-Perdóneme, me había olvidado de que estaba usted aquí.

Es decir, cuando reza, reza, y se olvida de todo, no como los demás que somos capaces de distraernos con el vuelo de una mosca.

Esto lo notas, también cuando viajas con él: en el avión no hay intimidad posible, y compruebas que en esos largos vuelos, que duran tantas horas, o va preparando sus homilías, o va rezando. ¡Y qué manera de rezar!





Thursday, June 28, 2007

 

138 - Victoria pírrica

Sobre Pirro, rey de Epiro:




Pirro fue rey de Epiro una zona de Grecia, entre la actual Albania y Grecia. Fue uno de los mejores militares de su época y aunque aumentó considerablemente su reino, no tuvo mucha suerte en sus empresas militares.

Entre el 281-279 a. C. sostuvo dos batallas contra los romanos, una ayudando a la ciudad de Tarento, en Heraclea y otra en Ausculum. Venció en las dos batallas pero en ambas su ejército sufrió graves e importantes pérdidas. En esta segunda batalla, su ejército estaba tan castigado que, cuando los romanos se retiraron, optó por no perseguirlos.

Cuando alguien le felicitó por la victoria, le respondió:

-Otra victoria como ésta y volveré a Epiro sin un solo hombre.

Ha quedado el nombre de “victoria pírrica” a este tipo de triunfo en una batalla, en la que el ganador queda en posesión del campo, pero con tan graves pérdidas que no le sirve de mucho la victoria.



Wednesday, June 27, 2007

 

137 - Pega, pero escucha

Según cuenta Plutarco en sus “Vidas paralelas”:




En la segunda guerra médica Jerjes I llegó a la misma Atenas, la ocupó y la quemó, pero la ciudad estaba vacía. Todos los atenienses se habían refugiado en las islas vecinas y los barcos griegos esperaban cerca de Salamina.

Aunque la flota era mayoritariamente ateniense, la flota espartana al mando de Euribíades quería marcharse al istmo de Corinto, pues sólo le interesaba defender Esparta. Su intención era dirigirse hacia el sur para proteger el Peloponeso.

Temístocles se opuso con tanta insistencia que en un momento dado en la discusión con Euribíades, éste perdió los estribos y levantó su bastón con ademán de golpearle. Temístocles gritó:

- ¡Pega, pero escucha!

El general escuchó los argumentos del ateniense y sus amenazas de embarcar a todos los suyos y marcharse a Italia. Los espartanos no podrían resistir mucho tiempo ellos solos sin una flota. Euribíades aceptó quedarse y hacer frente a los persas. En Salamina, Temístocles consiguió vencer a la armada persa, mayor en número, gracias a que ésta se vio incapaz de maniobrar en las estrecheces de Salamina, tal como Temístocles había previsto.

En el estrecho espacio de agua no cabía más que una pequeña parte de las naves persas, y los trirremes griegos eran mucho más ágiles. Fingían embestir a los persas, pero en el último momento giraban y, rozando el barco enemigo, le arrancaban los remos, con lo que lo dejaban indefensos. En la batalla de Salamina la flota persa fue completamente destruida.





Tuesday, June 26, 2007

 

136 - La isla de Midway

F.H. Drinkwater en su libro “Historias catequéticas”, II, n. 934, cuenta lo siguiente:




El obispo J. Walsh regresaba en su avión a los Estados Unidos después de un viaje a las misiones de Maryknoll en el lejano Oriente. Entre los pasajeros que volaban con él había un japonés.

En la isla Midway, avanzada norteamericana en el centro del Pacífico, el avión hizo escala durante la noche. El obispo, al ver que los católicos que vivían en la isla no habían visto un sacerdote desde hacía algunas semanas, pasó gran parte de la noche oyéndolos en confesión. Ni él ni ellos sabían que era la última confesión, antes de que los japoneses comenzaran la guerra.

El pasajero japonés era Kurusa, el mensajero enviado por Tokio para simular negociaciones mientras la flota japonesa se encontraba en el camino de Pearl Harbour.

La isla de Midway fue atacada en seguida.







Monday, June 25, 2007

 

135 - No le vendrían mal una docenita

José Mª Pemán en el periódico ABC de Sevilla, el 1 de octubre de 1978:


No alcancé yo al oír a ese desbordante gaditano, Emilio Castelar. Todo tiene su explicación como oficio y su oficio como fórmula técnica. Pero sí alcancé a ese prolongación de la oratoria castelarina, o de párrafo largo, en que se ejercitaban sus discípulos, como Vázquez de Mella.

Maestro -le decían-, en tal párrafo ha repetido usted el mismo pensamiento hasta once veces ....

-Pues no faltará quien hubiese necesitado insistir hasta la docenita.






Sunday, June 24, 2007

 

134 - Sólo se arrodillaba para rezar


Lord Horatio Nelson





George S. Parsons recuerda en su libro "Al servicio de Nelson. Un relato dramático de la guerra en el mar (1795-1810)", p. 270-271, la anécdota que protagonizó Tom Allen, el asistente de Lord Nelson:






El rey de Nápoles de aquel entonces fue a recibir al navío de su majestad Foudroyant, en su propia bahía de Nápoles, (...).

Pues bien, al descender de su propia fragata y poner pie en nuestro alcázar, lord Nelson, acompañado por los oficiales de diecisiete navíos de línea ingleses, se reunieron en uniforme de gala para recibirlo. Nosotros también estábamos hasta la regala de embajadores, embajadoras, generales, príncipes y potentados. El rey era un hombre de buen aspecto, de mediana edad y aspecto saludable, que con suma amabilidad tendió la mano para que la besara quienquiera que considerase un honor costumbre tan absurda.

Entre ellos nuestro valioso Tom Allen recibió la mano acompañada por el saludo poco inglés en su formulación, de ¿Cómo está, cheñor Allen?, dicho en una jerga derivada del italiano y el inglés.

El cheñor Allen, tal y como el rey le había llamado, dio un apretón de manos al rey a la manera de Norfolk, apretón que me pareció suficiente para dislocar la mano del hombro de cualquiera. El rey no lo encajó con demasiado placer, sobre todo cuando Tom Allen acompañó el saludo con las siguientes palabras:

-Espero que se encuentre bien, señor rey. ¿Cómo está, señor rey? -Este saludo al estilo de Norfolk provocó cierto desconcierto entre el rey y sus cortesanos, rabia en lord Nelson y risa en lady Hamilton y su bella coterie, quien, al acercarse al honesto Tom, intentó persuadirlo para que se arrodillara y pidiera permiso para besar la mano de su majestad.

Más Tom replicó malhumorado que jamás, bajo ningún concepto, hincaba la rodilla en tierra de no ser para rezar, cosa que por otra parte sucedía rara vez.





Saturday, June 23, 2007

 

133 - ¡Me comería cada plato de sopas con vino!...

Salvador Bernal en su libro “Apuntes” sobre el futuro San Josemaría, p. 69, cuenta una experiencia que tuvo durante una sustitución del párroco de un pueblo aragonés llamado Perdiguera:



Me hospedé en casa de un campesino muy bueno. Tenía un hijo que todas las mañanas salía con sus cabras, y me daba pena ver que pasaba todo el día por ahí, con el rebaño. Quise darle un poco de catecismo, para que pudiera hacer la Primera Comunión. Poco a poco le fui enseñando algunas cosas.

Un día se me ocurrió preguntarle, para ver cómo iba asimilando las lecciones:

-Si fueras rico, muy rico, ¿qué te gustaría hacer?

-¿Qué es ser rico?, me contestó.

-Ser rico es tener mucho dinero, tener un banco...

-Y ...¿qué es un banco?

Se lo expliqué de un modo simple, y continué:

-Ser rico es tener mucho dinero y, en lugar de cabras, unas vacas muy grandes. Después, ir a reuniones, cambiarse de traje tres veces al día ... ¿Qué harías si fueras rico?

Abrió mucho los ojos, y me dijo por fin:

-¡Me comería cada plato de sopas con vino!

Todas las ambiciones son eso: no vale la pena nada. Es curioso, no se me ha olvidado aquello. Me quedé muy serio, y pensé: Josemaría, está hablando el Espíritu Santo.

Esto lo hizo la sabiduría de Dios, para enseñarme que todo lo de la tierra era eso: bien poca cosa.




Friday, June 22, 2007

 

132 - Ahora le debo mi vida a Dios

Ronald Reagan en sus memorias “Una vida americana”, p. 270, escribe sobre el atentado que sufrió:




(Atentado de John Hinckley contra el Presidente Reagan; Jerry Parr, jefe del servicio secreto le tira dentro del coche, se tira encima y con la puerta abierta, el coche sale disparado: le salva, aunque Reagan tiene una bala en el pulmón; Jim Brady, secretario de prensa, recibió una bala en la cabeza, pero se salvó; el guardaespaldas Tim McCarthy se lanza contra el atentador abriendo brazos y piernas para convertirse en objetivo y recibió una bala en el pecho; hay otro policía herido).

Cuando abandoné el hospital y regresé a la Casa Blanca, escribí unas pocas palabras en mi Diario sobre el atentado:

-Suceda lo que suceda, ahora le debo mi vida a Dios, y trataré de servirle en cualquier forma que pueda.





Thursday, June 21, 2007

 

131 - Era su sueldo mensual

Alfonso Francia en su libro “Anécdotas de la Historia”, p. 105 cuenta lo siguiente:



Cuando Albert Einstein se reunió con los responsables de la Universidad americana de Princeton, en la que se le había ofrecido un importante puesto académico, sucedió un episodio que muestra la personalidad poco práctica del sabio.

Al serle indicado el montante del salario, Einstein se mostró más que satisfecho con el dinero que iba a percibir.

Sólo cuando esa noche su esposa leyó la cláusula del contrato referida a este punto, descubrieron que aquella cifra no indicaba lo que Einstein iba a cobrar anualmente, como él pensó al firmar, sino su sueldo mensual.





Tuesday, June 19, 2007

 

130 - Así nadie nos los podrá robar

De una entrevista de hace años al político Óscar Alzaga en el periódico ABC:



-Poseer por poseer es altamente peligroso. Se puede aspirar a tener, siempre en función de un fin, y en política eso es el meollo. Poder, por ambición de poder, por el placer de disfrutar los oropeles, es altamente inmoral. Sólo se justifica el poder para hacer cosas, para estar al servicio de los demás y no al servicio de uno.

Creo que todos los políticos son, más o menos, así. Ninguno de ellos dirá:

-Ser. Ser, amigo mío. Nada de tener.

Y, sin embargo, me viene al recuerdo aquel cuento oriental.


Un pueblo esperaba una invasión. Los más viejos del lugar se reunieron para decidir dónde iban a ocultar sus más preciosos tesoros.

Uno dijo:

-Enterrémoslos en lo más frondoso del bosque.

Otro dijo:

-Ocultémoslos en los más profundo del río.

Otro dijo:

-Llevémoslos a las grutas de las montañas.

El más anciano zanjó la cuestión:

-No. Pongámoslos en los más profundo de nosotros mismos. Así nadie nos los podrá robar.

A lo mejor, eso es ser.





Monday, June 18, 2007

 

129 - Esa misma tarde lo mataron

José Luis Olaizola cuenta en su libro “Viaje al fondo de la esperanza”, p. 149, lo que hace Silvio Ospina, un taxista de Medellín, en Colombia:



-Yo con lo de la confesión no me ando con chiquitas y me peleo, si es necesario, con quien haga falta, hasta con los curas.

-A ver, a ver, explícame eso –le requiero un poco sorprendido.

-A ver si me entiendes, José Luis, no digo que sea necesario, ¿eh? Pero te voy a contar un sucedido. Un taxista me recomienda a un amigo suyo que llevaba cinco años sin confesar. Después de varios meses consigo que vaya a un retiro. Cuando llega el descanso le digo: “Lo primero que tienes que hacer es confesarte. ¡Hombre! No me interesó demasiado lo que dijo el padre, me dice el hombre, mejor lo dejamos para otro día.

Pero yo comencé a porfiar y me fui a donde el padre López y le conté lo que pasaba. Y el padre me dijo: “No lo obligues, Silvio, déjalo para otro retiro”. Pero yo no me aguanté y me lo traje medio abrazado, y el hombre se confesó. Al día siguiente llegó a su trabajo y dijo a sus compañeros: ¡Qué bien me siento! Acabo de comulgar y he oído la Santa Misa. ¡Qué bien me siento! Esa misma tarde lo mataron.

-¿Pero por qué lo mataron, Silvio? –pregunto un poco sobrecogido por tan súbito y trágico colofón.

-Cosas que pasan –me contestó sin darle demasiada importancia. En un atraco de mala muerte le pegaron dos tiros. Eso nos puede pasar a cualquiera. Lo que hace falta es que te coja preparado. Por eso yo con lo de la confesión no me ando con vainas.





Sunday, June 17, 2007

 

128 - Hasta mis debilidades son más fuertes que yo


José Ramón Ayllón escribe en su libro “La buena vida”, p. 177:









Cada vez que una persona en contra de lo que debe hacer, cede a las pretensiones de su pereza, de su estómago o de su mal carácter, debilita su voluntad, pierde autodominio y reduce su autoestima.

Unas viñetas de Mafalda dibujan perfectamente esta situación. Felipe encuentra en su camino una lata vacía y siente el deseo de pegarle una patada. Pero piensa interiormente:

-¡El grandullón pateando latitas!

Y pasa de largo, venciendo lo que él mismo juzga un impulso infantiloide. El problema es que, a los pocos metros, da la vuelta y suelta la tentadora patada. Ésta es su segunda reflexión:

-¡Qué desastre! ¡Hasta mis debilidades son más fuertes que yo!






Saturday, June 16, 2007

 

127 - Va a ver a su novia

Cormac McCarthy cuenta en “Todos los hermosos caballos”, p. 209:




En una estación de cruce, al otro lado de Paredón, recogieron a cinco mozos de labranza que treparon a la plataforma del camión, saludaron con la cabeza y le hablaron con gran circunspección y cortesía. Estaba casi oscuro, lloviznaba y estaban mojados y sus caras húmedas a la luz amarilla de la estación. Se apiñaron delante del motor encadenado y él les ofreció cigarrillos; todos le dieron las gracias y cogieron uno y ahuecaron las manos sobre la pequeña llama bajo la lluvia y le dieron las gracias otra vez.

-¿De dónde viene?, le preguntaron.

-De Texas.

-Texas, dijeron. ¿Y adónde va?

Chupó el cigarrillo y miró sus caras. Uno de ellos, mayor que el resto, indicó su ropa nueva y barata.

-Va a ver a su novia, dijo.

Le miraron con seriedad y él asintió y dijo que era cierto.

Ah, exclamaron, qué bueno.

Y después y durante mucho tiempo tendría motivos para evocar el recuerdo de aquellas sonrisas

-y reflexionar sobre la buena voluntad que las provocaba,
-porque tenía poder para proteger
-y conferir honor
-y fortalecer la determinación
-y tenía poder para curar a los hombres
-y conducirles a la seguridad mucho después de haber agotado todos los demás recursos.




Monday, June 04, 2007

 

126 - Tenía bajo su dominio todas las cosas, pero no sus pasiones

Séneca ponía a Alejandro Magno como ejemplo de la falta de control de las pasiones, a pesar de conquistar el mundo (citado por Pedro Rodríguez, “Edición crítica de Camino”, p. 467):



(“De beneficiis”, V, VII, 5): “¿A quién admirarás en mayor medida que al que se gobierna a sí mismo, al que se tiene bajo su propio señorío? Es más fácil regir naciones bárbaras e indóciles a cualquier yugo ajeno, que contener la propia alma y entregarla a uno mismo”.

Séneca ponía como ejemplo de esta degradación a Alejandro Magno. “Alejandro devastaba y ponía en fuga a los persas, a los hircanos, a los judíos y a todos los pueblos que se extendían por el Oriente hasta el océano, pero él mismo, unas veces por haber matado a su amigo, otras por haberlo perdido, yacía en las tinieblas, lamentando ya su crimen, ya su soledad, y el vencedor de tantos reinos y pueblos sucumbía a la ira y a la tristeza. Porque se había comportado de modo que tenía en su potestad todas las cosas, pero no sus pasiones.

En qué gran error están los hombres que desean llevar su dominio más allá de los mares y se consideran muy felices si obtienen guerreando muchas provincias y añaden otras nuevas a las antiguas, sin saber cuál es el reino más grande e igual al de los dioses. Dominarse a sí mismo es el mayor de los imperios" (Ad Lucillum Epistolae Morales).




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