Friday, March 23, 2007

 

64 - Si el infierno no existe, nada existe

En una novela de Susana Tamaro, “Respóndeme”, p. 109, se recoge la reflexión de una mujer que tiene un marido despótico, y que ha sido el responsable de la muerte de su propio hijo:




Poco antes de venirme aquí, oí decir a un cura en la televisión que el infierno no existe. Yo estaba haciendo no sé qué y no presté mucha atención pero, un par de días después, en un importante periódico, leí la misma afirmación.

El infierno no existe, decía el artículo, corroborado por la tesis de un teólogo muy conocido. O, si existe, está vacío. Yo estaba sola en casa y me puse a recorrer las habitaciones, golpeando a diestro y siniestro con el periódico. “¡Canallas! ¡Mentirosos!”, gritaba. “Entonces, ¿Hitler, dónde está? ¿Y Stalin? ¿Tocan el arpa en el más alto de los cielos? ¿O peinan los tirabuzones de los querubines? Si el infierno está vacío, por lo menos quiero estar yo. ¡Estar allí en lo hondo, en paz, entre el calor de las llamas, completamente sola como en un gran hotel fuera de temporada!”.

Cuando me calmé, pensé, sí, están rebañando lo que queda en el plato. Nadie los escucha, nadie los sigue ya. Para ser populares han traspasado el último límite. Haced lo que os parezca, cualquier maldad, al final el banquete será democrático. Alegría, amor y eternidad para todos. Sentados juntos el médico misionero y el violador de niños. ¡Menudo festín!

Si el infierno no existe, nada existe. Y no sólo existe, sino que debe estar completamente separado de los espacios superiores. Debe haber alambradas y llamas y pináculos de vidrio astillado y compartimientos estancos y ausencia de atmósfera y presión y la poza de un agujero negro que se traga a todos los que intentan salir. Mi madre y mi padre jamás podrían estar contigo, ni siquiera deberían imaginar que existes todavía en algún lugar del universo. Por eso es necesario que, entre lo alto y lo bajo, se levanten todas esas barreras.










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