Tuesday, March 27, 2007

 

68 - Un cierto no hacer mal a nadie






Ángel Mª García Dorronsoro cuenta en su libro "Tiempo para creer", p. 130 lo siguiente:











Lo que ahora pensaba contaros es la reacción de una niña que estaba junto a su madre durante una visita. Recuerdo que la niña fue colocada en una silla y, mientras hablábamos, la pequeña se movía, se marchaba, iba y venía. Y su madre, llamándole al orden, le decía:

-Ven. Tienes que ser buena.

Y la niña se sentaba. Pasaba un instante y la niña empezaba otras vez, como es lógico, a moverse. Su madre, con un lenguaje confuso, le decía:

-Tienes que ser buena.

Y la niña otra vez se sentaba en la silla y se quedaba quieta. Hasta que hubo un momento en que, incansable en su capacidad de moverse de un sitio a otro de la habitación, exigió de su madre una especie de advertencia más grave. Y entonces la madre, dirigiéndose a la pequeña, le dijo:

-Tienes que ser buena, porque si no eres buena, no irás al cielo.

Y la niña se le quedó mirando, con una expresión como de susto, y le dijo:

-Y en el cielo, ¿también tendremos que ser buenos?

La niña iba interpretando, sin darse cuenta, que ser buena era lo mismo que estarse quieta. Ser buena significaba para ella inmovilidad, estarse quieta en una silla. Y nos resulta explicable su terror de imaginar una eternidad en la que ella tendría que estar sentada, en una silla pequeña y sin moverse, a sus cinco años.

Creo que fue para todos los que estábamos allí una buena lección, porque nos ayudó a reflexionar. Lo que a la niña se le decía que tendría que hacer para ser buena era estarse quieta, no moverse; como si la bondad fuese inmovilidad o como si fuese vacío. El presentimiento de la niña debía parecerse mucho más al infierno que al cielo, puesto que el cielo –que será la vida de amor para siempre, junto a Dios- es un despliegue constante de la vida del espíritu: un movimiento inacabable de amor y de entrega en Dios. Creo que a nosotros nos ha llegado también la hora de repasar nuestras palabras; puede suceder que nosotros mismos, de manera inconsciente, tengamos una idea deformada de la bondad, de lo que significa ser bueno. Que tengamos la impresión de que ser bueno significa también algo parecido a un cierto inmovilismo, a un cierto no hacer mal. Y Jesús en el santo Evangelio, nos muestra quién es el hombre bueno.








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