Sunday, April 01, 2007

 

73 - No le dejó faltar a las clases de religión

Carta de Jean Jaurés, político fundador en 1901 del Partido socialista francés y en 1904 del periódico L’Humanité. Fue asesinado el 31 de julio de 1914:




Querido hijo:

Me pides un permiso que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de tus condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre sin convicciones religiosas.

Ese permiso, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás. No es porque deseo que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro ni lo hay tampoco en que profeses las ideas que te expondrá tu profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar serás completamente libre; pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y educación sean completas, y no lo serían sin el estudio serio de la religión.

Te parecerá extraño este lenguaje, después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para que arrastren a los hijos de los demás, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido.

He dicho que quería que tu educación fuese completa, ¿cómo lo sería sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas, sobre todo las que el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre este asunto sin exponerte a soltar un disparate? Pero dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables a un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender la historia y la civilización de los griegos y romanos; y ¿qué comprenderías de la historia de Europa, del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte, ¿qué serían para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra, a todos estos grandes maestros que deben al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de Derecho, de Filosofía, o de Moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho natural, la Filosofía más entendida, la moral más sabia y más universal? –éste es pensamiento de J.J. Rousseau-. Hasta en las ciencias matemáticas y naturales encontrarás la religión: Pascal, Newton eran cristianos fervientes; Ampére era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarión se entregaba a fantasías teológicas; ¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de nuestra civilización, y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una inferioridad manifiesta el no querer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.

Y ya que he hablado de educación: para ser un joven bien educado, ¿es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? No te diré más que lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente y con demasiada frecuencia hay que llorar por los que no las tienen en cuenta. Pero no fijándome más que en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarles, debemos por lo menos comprenderles, a fin de guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidos. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable, sin nociones religiosas.

Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero el mundo desea conocerla. En cuanto a la tan cacareada libertad de conciencia y otras cosas análogas, no es más que vana palabrería que rechazan de consumo los hechos y el sentido común. Muchos anticatólicos conocen, por lo menos medianamente, la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.

Y, además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres para no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues en caso contrario, la ignorancia, les obliga a la irreligión. La cosa es clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Esta carta te sorprenderá: estoy persuadido de ello; es necesario, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a sus hijos. Ningún compromiso podría excusarme si permitiese que tu instrucción fuese incompleta y tu educación insuficiente.

Recibe, querido hijo, el abrazo de tu padre.









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