Wednesday, April 04, 2007

 

76 - La sombra de Bucéfalo

Plutarco en sus "Vidas paralelas: Alejandro y César" nos cuenta una historia de Alejandro Magno:




Trajo un tesalino llamado Filónico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y habiendo bajado a un descampado para probarlo pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo y dio orden de que se lo llevaran por ser fiera e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente, dijo:

-¡Qué caballo nos perdemos! ¡Y todo por no tener conocimiento ni resolución para manejarlo!

A lo que replicó Filipo, algo molesto por la suficiencia de su hijo:

-¿Acaso tú lo manejarías mejor que éstos, que tienen más años y más experiencia que tú?

-Por supuesto que sí; a éste ya se ve que lo manejaré mejor que nadie, -respondió Alejandro.

-¿Y cuál ha de ser la pena de tu temeridad? -preguntó Filipo-, si no lo consigues?

-¡Por Zeus -exclamó el joven-, pagaré el precio del caballo.

Echáronse a reír -sigue Plutarco-, y convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba. Pasólo después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un saltó montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle ni aun tocarle le hizo estarse quieto. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones.

Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dio la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación. Más del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó le dijo:

-¡Hijo mío, busca un reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes!








El comentario de José Luis Martín Descalzo que escribía hace años en ABC:



Supongo que todos ustedes conocen bien la historia de Bucéfalo, el famoso caballo que sólo Alejandro Magno era capaz de montar.

Cuentan las leyendas que todos los palafraneros eran incapaces de mantenerse a su grupa más allá de pocos segundos. El animal caracoleaba, se encabritaba, daba en el suelo con los huesos de todos sus jinetes.

Sólo Alejandro supo observarlo con atención y descubrir el secreto del caballo. Al montarlo lo puso de cara al sol y lo espoleó decididamente. Luego controló los corcoveos del caballo, sin dejarle apartarse un ápice de la dirección del sol, hasta que el animal, cansado, se dejó dominar enteramente.

¿Cuál era el secreto que Alejandro había descubierto? Que aquel animal se asustaba de su propia sombra. Bastaba con no dejarle verla, bastaba con enfilar sus ojos, tiesos, hacia el sol para que el animal se olvidase de sus miedos.

Pienso que el mundo está lleno de gente como Bucéfalo: encadenados al miedo de su propio pasado, incapaces de trotar hacia el futuro, porque les espantan los recuerdos que no les dejan ser lo que son.








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