Wednesday, April 18, 2007
90 - Trabajar bien
Covadonga O'Shea cuenta una anécdota sobre el trabajo en su libro "El valor de los valores", p. 236:
No me resisto a dejar para el final la historia, verídica, de un famoso delincuente canadiense. Me la contó un señor de los que viven en un avión y, al llegar al hotel, mientras deshacen la maleta, enchufan todos los artilugios técnicos desde la radio al ordenador para no perder un segundo de la carrera contrarreloj en que han convertido su vida.
No me resisto a dejar para el final la historia, verídica, de un famoso delincuente canadiense. Me la contó un señor de los que viven en un avión y, al llegar al hotel, mientras deshacen la maleta, enchufan todos los artilugios técnicos desde la radio al ordenador para no perder un segundo de la carrera contrarreloj en que han convertido su vida.
Este amigo mío de pronto paró su ritmo frenético, enganchado a una entrevista que se retransmitía en la televisión con alguien recién salido de un penal. Era la noticia del día, de la que no paraban de hablar todos los medios: la puesta en libertad del delincuente más delincuente de la historia de los delincuentes. Por lo visto este hombre había batido todas las marcas posibles e imposibles en su carrera, hasta que un día lo pescaron con las manos en la masa. Dada su trayectoria lo metieron de inmediato en la cárcel, eso sí, con todos los honores. Cumplió su condena como un caballero hasta el punto de que su vuelta a la libertad se celebró como un acontecimiento nacional.
Me comentaba este señor, testigo visual de los hechos, que nunca olvidará aquella entrevista. Incluso, me decía, había aprendido de ella algo importante. El protagonista, explicaba, tenía ya el pelo blanco, pero aparecía en pantalla impecable, como un lord inglés. Contestaba a cada una de las preguntas que le hacían, sereno, con una enorme dignidad. Sólo se quedó un poco desconcertado cuando el periodista le preguntó: “Vamos a ver. De todos los errores que usted ha cometido en su vida, por los que ha pasado tantos años en prisión, ¿de cuál se arrepiente más?”.
Parece ser que dudó unos instantes porque pretendía responder de forma precisa. Por eso pensó muy bien la respuesta y al fin contestó: “Me arrepiento de las veces que no he trabajado con profesionales”. Y explicó, enseguida, que cuando una persona no toma en serio lo que hace, acaba en el fracaso. “El secreto para triunfar es no descuidar un solo detalle. Huir de la chapuza en el trabajo”.
Desde luego tiene más razón que un santo, aunque es evidente que su modo de ganarse la vida es muy poco recomendable. Pero, a fin de cuentas, está en la línea de lo que repite un empresario amigo mío: “En el fondo, la calidad es la lucha diaria contra la imbecilidad”.