Thursday, April 26, 2007

 

97 - Anécdotas profesionales

De sucesos reales:



En bastantes ocasiones he acompañado a colegas americanos o ingleses que nos venían como refuerzo para reuniones de trabajo con clientes. Uno de aquellos fue un inglés de apellido Livingstone, y la reunión tuvo un carácter muy técnico. Yo me empeñaba en hacer de intérprete, aunque ahora pienso que seguramente los ingenieros del cliente sabían más inglés que yo; quizá la jerga de mi especialidad la tuviese yo más fresca, así como las ganas de meter baza y hacerme el sabio.

En respuesta a diversas preguntas, el inglés hizo numerosos cálculos, unos con aquellas primeras maquinitas, otros muchos mentalmente o con unos pocos garabatos sobre papel; no es difícil para un especialista que está todos los días con los mismos temas. El caso es que, para hacer la pelota y amenizar la cosa, le dije:

-Tom, eres un living computer (en el sentido de calculadora viviente).

A lo que él contestó con plácida sonrisa, para regocijo de los presentes:

-Gracias, pero en realidad soy un Living-stone.




¿Qué sería de nuestra vida de trabajo si nos quitasen las alegrías de cuando se consigue un pedido o contrato, o cuando nos reímos a coro de alguna pequeña maldad dicha de otra persona? En cierta ocasión estaba yo hablando a unos americanos de otro de ellos, que era de origen escocés, y me referí a él como “scotchman”. Para mí la cosa no tenía vuelta de hoja: un hombre procedente de Escocia. Por eso me extrañó la carcajada general.

En seguida me explicaron que lo correcto era “Scotman” o “Scotsman”, no estoy seguro. Pero con “scotchman” yo había expresado, involuntariamente, un hombre aficionado al scotch, el whisky tipo escocés. Y la gracia estaba en que el aludido era realmente un gran partidario del scotch.





Una situación que se da de vez en cuando en la vida profesional son las comidas o cenas de varios compañeros con sus esposas y con el visitante. Si éste no habla español, hay que combinar la conversación directa con él, para mantener la fluidez, y la traducción para no marginar al sector no parlante. Estando un poco atento se puede mantener un nivel aceptable, pero resulta cansado porque requiere un doble esfuerzo.

En una de esas cenas el invitado era un americano llamado Jim. En cierto momento hizo una pregunta a una de las señoras, bastante habladora. Era una pregunta normal, sobre la ciudad o sobre cómo veía la marcha de la empresa. La respuesta se prolongó durante varios minutos a buen ritmo, un torrente verbal, y al fin Jim me preguntó: -¿Qué ha dicho?

Desde luego se podía hacer un resumen, pero era laborioso, y por otra parte estaba la gran tentación de buscar el contraste, así que le contesté muy seguro:

-Ha dicho YES.



(anécdotas enviadas por José Antonio Gómez Gárate)











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