Wednesday, May 09, 2007

 

109 - El escultor de la Piedad del Vaticano





Ramón Conde Obregón cuenta en su libro “Las murallas de Roma”, p. 18:

















MICHELANGELO BOUNARROTI,
EL FLORENTINO,
LA HIZO





El afán de inmortalidad es una enfermedad inevitable en Roma. Los monumentos hablan con viril arrogancia de los hombres que se negaron a permanecer en el olvido y estamparon en sus obras el fecit soberbio al lado de sus nombres, porque creyeron que la gloria de sus actos era un patrimonio indivisible.

Giorgio Vasari narra una anécdota reveladora en su libro sobre las vidas de los pintores, escultores y arquitectos florentinos. Se refiere a Miguel Ángel Buonarroti.

El escultor había recibido del cardenal Jean de Villiers, embajador francés en la Corte pontificia, el encargo de esculpirle una Piedad. Miguel Ángel era ya un artista famoso, que había creado otras obras y las había dejado, como era su costumbre, sin firmar.

Una vez concluido el encargo e instalada la escultura en la capilla de la Virgen de las Fiebres, en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, quiso contemplarla y se unió a un grupo de curiosos que visitaban la basílica, forasteros lombardos, dice Vasari. Allí oyó que uno de ellos atribuía la magistral obra a un artista milanés apodado Gobbo.

Miguel Ángel no pudo resistir la irritación, y aquella misma noche se introdujo en San Pedro, provisto de martillo y buril y, a la luz de una vela, grabó su nombre en la cinta que cruza el pecho de la Virgen.







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