Sunday, July 08, 2007
153 - Abdicó para no firmar la ley del aborto
El monarca que se jugó la corona para defender su fe. Balduino I renunció a sus prerrogativas constitucionales durante 36 horas para no verse obligado a firmar la ley del aborto. (Artículo de Marisa Cruz en “El Mundo”, 11.V.2005).
Fue durante toda su vida profundamente católico, quizá porque encontró en la religión el apoyo necesario para sobrellevar la tristeza de no poder tener hijos. Balduino I, rey de los belgas, siempre fue un hombre tímido del que circulaban las más increíbles historias de soledad, de amor por los desamparados y de rectitud moral.
Fue durante toda su vida profundamente católico, quizá porque encontró en la religión el apoyo necesario para sobrellevar la tristeza de no poder tener hijos. Balduino I, rey de los belgas, siempre fue un hombre tímido del que circulaban las más increíbles historias de soledad, de amor por los desamparados y de rectitud moral.
Nadie entre los belgas, pese a conocer todos la personalidad de su rey, daba crédito, aquel 4 de abril de 1990, a los que anunciaban los periódicos en su portada.
En un arranque de coraje, Balduino I había decidido jugarse la corona por defender su fe. El rey se había negado a sancionar con su firma la ley de despenalización parcial del aborto, aprobada por una amplia mayoría parlamentaria, "por razones de conciencia", y para evitar una grave crisis constitucional había decidido acogerse temporalmente al artículo 82 de la Carta Magna, que estipulaba los mecanismos de sustitución en la Jefatura del Estado en caso de "imposibilidad del soberano para reinar".
Balduino, por tanto, renunció a sus prerrogativas constitucionales durante un plazo de 36 horas; tiempo suficiente para que "los ministros reunidos en Consejo" asumieran sus competencias y sancionaran en su lugar la ley del aborto, que entró en vigor de forma inmediata sin la firma del monarca.
La decisión de Balduino I, que contó en todo momento con el respaldo firme de su esposa, la española Fabiola de Mora y Aragón, fue histórica pero arriesgadísima.
El debate en torno a la necesidad de la institución monárquica explotó inmediatamente como un volcán. El país se dividió entre quienes apoyaban la entereza de Balduino, dispuesto a defender sus creencias y convicciones por encima de todo, y los que aseguraban que el paso dado por el Jefe del Estado no era sino una traición al pueblo, al que está obligado a servir.
Los partidos de izquierda, encabezados por los socialdemócratas, en aquel momento en la oposición, llegaron a pedir abiertamente la abdicación definitiva del monarca y la instauración de la República.
El Gobierno del democristiano Wilfried Martens sufrió un auténtico calvario hasta que transcurridas 36 horas, las Cámaras se reunieron en sesión extraordinaria -la primera desde 1950- para poner fin al periodo de "Incapacidad para reinar" solicitado por Balduino.
Martens anunció en dicha sesión una reforma de la Constitución para revisar a la baja los poderes de la monarquía e impedir que una situación similar se volviera a repetir.