Sunday, July 08, 2007
156 - La teología de Munich
El cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en su libro autobiográfico, “Mi vida. Recuerdos (1927-1977)”, pp. 70-71, cuenta una anécdota sucedida durante sus estudios de teología en Munich:
Mientras en los ambientes católicos de la Alemania de entonces había, en general, un sereno consentimiento hacia el papado y una sincera veneración por la gran figura de Pío XII, el clima que dominaba en nuestra facultad era un poco más tibio. La teología que aprendíamos estaba ampliamente impregnada por el pensamiento histórico, de forma que el estilo de las declaraciones romanas, más ligado a la tradición neoescolástica, sonaba un tanto extraño. A esto contribuía un poco también, quizás, cierto orgullo alemán, que nos llevaba a considerar que sabíamos más que los de "allá abajo". También las experiencias que había vivido nuestro veneradísimo profesor Maier suscitaban en nosotros dudas sobre la oportunidad de ciertas declaraciones romanas, tanto más cuanto la teoría de las dos fuentes, en su tiempo refutada, estaba entonces en boga. Pero este tipo de reservas y de sentimientos no mermaron en ningún momento la profunda aceptación del primado petrino, en la forma en que había sido definido por el concilio Vaticano I.
Mientras en los ambientes católicos de la Alemania de entonces había, en general, un sereno consentimiento hacia el papado y una sincera veneración por la gran figura de Pío XII, el clima que dominaba en nuestra facultad era un poco más tibio. La teología que aprendíamos estaba ampliamente impregnada por el pensamiento histórico, de forma que el estilo de las declaraciones romanas, más ligado a la tradición neoescolástica, sonaba un tanto extraño. A esto contribuía un poco también, quizás, cierto orgullo alemán, que nos llevaba a considerar que sabíamos más que los de "allá abajo". También las experiencias que había vivido nuestro veneradísimo profesor Maier suscitaban en nosotros dudas sobre la oportunidad de ciertas declaraciones romanas, tanto más cuanto la teoría de las dos fuentes, en su tiempo refutada, estaba entonces en boga. Pero este tipo de reservas y de sentimientos no mermaron en ningún momento la profunda aceptación del primado petrino, en la forma en que había sido definido por el concilio Vaticano I.
En este contexto quisiera contar un breve episodio que me parece que ilumina muy bien aquella situación. Cuando se estaba muy próximo a la definición dogmática de la asunción en cuerpo y alma de María al cielo, se solicitaron las opiniones de todas las facultades de teología del mundo. La respuesta de nuestros profesores fue decididamente negativa. En este juicio se hacía sentir la unilateralidad de un pensamiento que tenía un presupuesto no sólo y no tanto histórico, cuanto historicista. La tradición venía de hecho identificada con aquello que era documentable en los textos. El patrólogo Altaner, profesor de Würzburg (pero a su vez procedente de Breslau) había demostrado con criterios científicamente irrebatibles que la doctrina de la asunción en cuerpo y alma de María al cielo era desconocida antes del siglo quinto: por tanto, no podía formar parte de la "tradición apostólica" y ésta fue la conclusión compartida por los profesores de Munich. El argumento es indiscutible, si se entiende la tradición en sentido estricto como la transmisión de contenidos y textos ya fijados. Era la posición que sostenían nuestros docentes. Pero si se entiende la tradición como el proceso vital, con el que el Espíritu Santo nos introduce en la verdad toda entera y nos enseña a comprender aquello que al principio no alcanzamos a percibir (cfr. Jn 16, 12s), entonces el "recordar" posterior (cfr. Jn 16, 4) puede descubrir aquello que al principio no era visible y, sin embargo, ya estaba dado en la palabra original. Pero semejante perspectiva estaba entonces totalmente ausente en el pensamiento teológico alemán.
En el ámbito del diálogo ecuménico, en cuyo vértice estaban el arzobispo Jäger de Paderborn y el obispo luterano Stählin (de este círculo, sobre todo, nació después del Consejo para la Unidad de los Cristianos), se pronunció Gottlieb Söhngen apasionadamente contra la posibilidad del dogma alrededor del año 1949.
En tal circunstancia, Eduard Schlink, profesor de teología sistemática en Heidelberg, le preguntó de un modo muy directo:
-¿Qué hará Vd. si el dogma es finalmente proclamado? ¿No debería volver la espalda a la Iglesia católica?
Söhngen, después de un momento de reflexión, respondió:
-Si el dogma fuera proclamado, recordaré que la Iglesia es más sabia que yo, y que debo fiarme más de ella que de mi erudición.
Creo que esta escena dice todo sobre el espíritu con que en Munich se hacía teología, en forma crítica pero creyente.