Tuesday, August 28, 2007
204 - Ahora, déjeme dormir
En 1570, Santa Teresa de Jesús acaba de comprar una casa en Salamanca para convertirla en convento y el propietario ha tenido que echar de la casa a los estudiantes que la habitaban. Lo que sucedió después está narrado por Efrén de la Madre de Dios en su libro "Vida y tiempo de Santa Teresa", pp. 498-499:
281. Cuando se marchó el carpintero, a las cuatro, se quedaron los dos jóvenes jesuitas aderezando el altar para la primera misa, que iba a decir el P. Gutiérrez. Bien lo había merecido. La fundación parecía suya tanto como de la Madre. Prestó ornamentos, altar y frontal y cuanto fue menester. El chirrión traía del colegio cuanto podía servir a la Madre. Al alborear ya estaba todo prevenido y el P. Gutiérrez presente y, "muy de mañana dijo la misa y se tomó la posesión de este monesterio, so la invocación de San Josef".
Era el 1 de noviembre de 1570, festividad de Todos Santos. Hubo, sin embargo, una novedad. Por primera vez la M. Teresa no hizo poner el Santísimo Sacramento, por el mal estado del caserón; el P. Gutiérrez era de parecer que no se pusiese: “fue harto consuelo para mí -dice ella-, según havía mal aparejo de los estudiantes”. No era precisamente porque quisieran vengarse de las monjas; sino por la suciedad y maltrato que habían dejado en el edificio. “Como no deven tener tanta curiosidad -dice con finura-, estava de suerte toda la casa que no se trabajó poco aquella noche”. El ajuar era también todo obsequio del rector de la Compañía, dos tarimas, paja, dos mantas y sarmientos.
Al anochecer de tan febril inauguración, las fundadoras acusaban signos de fatiga. La escena a que dio lugar fue reproducida por la Santa con palabras insustituibles:
“Quedamos la noche de Todos Santos mi compañera y yo a solas. Yo os digo, hermanas, que cuando se me acuerda el miedo de mi compañera, que era María del Sacramento ..., que me da gana de reír. La casa era muy grande y desbaratada, y con muchos desvanes, y mi compañera no havía quitársele del pensamiento los estudiantes, pareciéndole que, como se havían enojado tanto de que salieron de la casa, que alguno se havía ascondido en ella. Ellos lo pudieron muy bien hacer, según havía adonde.
Encerrámonos en una pieza adonde estava paja, que era lo primero que yo proveía para fundar la casa, porque tiniéndola no nos faltava cama. En ella dormimos esa noche con unas dos mantas que nos prestaron ... Como mi compañera se vio encerrada en aquella pieza, parece que sosegó algo cuanto a lo de los estudiantes, aunque no hacía sino mirar a una parte y a otra todavía con temores. Yo la dije que qué mirava, que cómo allí no podía entrar nadie.
Díjome:
-Madre, estoy pensando, si ahora me muriese yo aquí, ¿qué haríades vos sola?
Aquello si fuera, me parecía recia cosa, y comencé a pensar un poco en ello, y aun a haver miedo, porque siempre los cuerpos muertos, aunque yo no le he, me enflaquecen el corazón, aunque no esté sola.
Y como el doblar de las campanas ayudava que -como he dicho- era noche de las Ánimas, buen principio llevava el demonio para hacernos perder el pensamiento en niñerías ... Yo la dije:
-"Hermana, de que eso sea, pensaré lo que he de hacer; ahora déjeme dormir".
Y concluye: "Como havíamos tenido dos noches malas, presto quitó el sueño los miedos" (Fundaciones, 19.3-5).
281. Cuando se marchó el carpintero, a las cuatro, se quedaron los dos jóvenes jesuitas aderezando el altar para la primera misa, que iba a decir el P. Gutiérrez. Bien lo había merecido. La fundación parecía suya tanto como de la Madre. Prestó ornamentos, altar y frontal y cuanto fue menester. El chirrión traía del colegio cuanto podía servir a la Madre. Al alborear ya estaba todo prevenido y el P. Gutiérrez presente y, "muy de mañana dijo la misa y se tomó la posesión de este monesterio, so la invocación de San Josef".
Era el 1 de noviembre de 1570, festividad de Todos Santos. Hubo, sin embargo, una novedad. Por primera vez la M. Teresa no hizo poner el Santísimo Sacramento, por el mal estado del caserón; el P. Gutiérrez era de parecer que no se pusiese: “fue harto consuelo para mí -dice ella-, según havía mal aparejo de los estudiantes”. No era precisamente porque quisieran vengarse de las monjas; sino por la suciedad y maltrato que habían dejado en el edificio. “Como no deven tener tanta curiosidad -dice con finura-, estava de suerte toda la casa que no se trabajó poco aquella noche”. El ajuar era también todo obsequio del rector de la Compañía, dos tarimas, paja, dos mantas y sarmientos.
Al anochecer de tan febril inauguración, las fundadoras acusaban signos de fatiga. La escena a que dio lugar fue reproducida por la Santa con palabras insustituibles:
“Quedamos la noche de Todos Santos mi compañera y yo a solas. Yo os digo, hermanas, que cuando se me acuerda el miedo de mi compañera, que era María del Sacramento ..., que me da gana de reír. La casa era muy grande y desbaratada, y con muchos desvanes, y mi compañera no havía quitársele del pensamiento los estudiantes, pareciéndole que, como se havían enojado tanto de que salieron de la casa, que alguno se havía ascondido en ella. Ellos lo pudieron muy bien hacer, según havía adonde.
Encerrámonos en una pieza adonde estava paja, que era lo primero que yo proveía para fundar la casa, porque tiniéndola no nos faltava cama. En ella dormimos esa noche con unas dos mantas que nos prestaron ... Como mi compañera se vio encerrada en aquella pieza, parece que sosegó algo cuanto a lo de los estudiantes, aunque no hacía sino mirar a una parte y a otra todavía con temores. Yo la dije que qué mirava, que cómo allí no podía entrar nadie.
Díjome:
-Madre, estoy pensando, si ahora me muriese yo aquí, ¿qué haríades vos sola?
Aquello si fuera, me parecía recia cosa, y comencé a pensar un poco en ello, y aun a haver miedo, porque siempre los cuerpos muertos, aunque yo no le he, me enflaquecen el corazón, aunque no esté sola.
Y como el doblar de las campanas ayudava que -como he dicho- era noche de las Ánimas, buen principio llevava el demonio para hacernos perder el pensamiento en niñerías ... Yo la dije:
-"Hermana, de que eso sea, pensaré lo que he de hacer; ahora déjeme dormir".
Y concluye: "Como havíamos tenido dos noches malas, presto quitó el sueño los miedos" (Fundaciones, 19.3-5).