Thursday, August 30, 2007

 

206 - Sine dominico non possumus





El domingo, 29 mayo 2005 pronunciaba una homilía el Papa Benedicto XVI al clausurar el Congreso Eucarístico Nacional Italiano en Bari. La idea principal de su discurso fue que para un cristiano “sin la Eucaristía no se puede vivir”:








El tema escogido, «Sin el domingo no podemos vivir», nos remonta al año 304, cuando el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, so pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas.

En Abitene, pequeña localidad en lo que hoy es Túnez, en un domingo se sorprendió a 49 cristianos que, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía, desafiando las prohibiciones imperiales.

Arrestados, fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino.

En particular, fue significativa la respuesta que ofreció Emérito al procónsul, tras preguntarle por qué habían violado la orden del emperador. Le dijo:

-«Sine dominico non possumus», sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades cotidianas y no sucumbir.

Después de atroces torturas, los 49 mártires de Abitene fueron asesinados. Confirmaron así, con el derramamiento de sangre, su fe. Murieron, pero vencieron: nosotros les recordamos ahora en la gloria de Cristo resucitado.

Tenemos que reflexionar también nosotros, cristianos del siglo XXI, sobre la experiencia de los mártires de Abitene. Tampoco es fácil para nosotros vivir como cristianos. Desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que nos encontramos, caracterizado con frecuencia por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa, por el secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto (...).

Tenemos necesidad de este Pan para afrontar los esfuerzos y cansancios del viaje. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para sacar fuerza de Él, que es el Señor de la vida. El precepto festivo no es por tanto un simple deber impuesto desde el exterior. Participar en la celebración dominical y alimentarse del Pan eucarístico es una necesidad para el cristiano, quien de este modo puede encontrar la energía necesaria para el camino que hay que recorrer. Un camino que, además, no es arbitrario: el camino que Dios indica a través de su ley va hacia la dirección inscrita en la esencia misma del hombre. Seguirlo significa para el hombre realizarse a sí mismo, perderlo es perderse a sí mismo.

El Señor no nos deja solos en este camino. Él está con nosotros; es más, desea compartir nuestro destino hasta ensimismarse con nosotros.













Félix Mª Arocena continua esta anécdota en su libro “La celebración de la palabra (Teología y pastoral), (pp. 165-166):



Un ejemplo tomado de la historia martirial de la Iglesia, ilustrará este momento. Cuando, durante la persecución de Diocleciano, las asambleas fueron prohibidas con gran severidad, fueron muchos los cristianos valerosos que desafiaron el edicto imperial y aceptaron la muerte con tal de no faltar a la Eucaristía dominical. Es el caso de los mártires de Abitinia, en el África proconsular del siglo IV, que respondieron a sus acusadores: “nosotros no podemos vivir sin la cena del Señor (sine Dominico vivere non possumus)”.

Pero es dentro del conjunto de estos relatos donde encontramos un diálogo significativo. A un cristiano, llamado Emérito, le interrogaron: -“¿Qué habéis hecho en este día?”. Él respondió: “Hemos leído las Escrituras”. E, inmediatamente, “¿dónde están las Escrituras?”; a lo que Emérito responde: “las tenemos todas en el corazón”.

(La fuente podría tratarse de un documento donatista, cfr. Acta sanctorum Saturnini, Dativi et aliorum plurimorum martyrum in Africa, 7, 9, 10, en Studia Testi 65 (1935) 3-71 (PL 8, 710-711): Habes ergo Scripturas aliquas in domo tua? Et respondit: Habeo, sed in corde meo (...). O martyrem Apostoli memorem, qui legem Domini conscriptam habuit, non atramento, sed Spiritu Dei vivi, non in tabulis lapideis, sed in tabulis cordis carnalibus (¿tienes en casa algunas Escrituras? A lo que respondió: Sí, las tengo, pero en el corazón ... Oh mártir, memoria del Apóstol, que tuvo la ley del Señor escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne). Aquellos cristianos pasaron sin solución de continuidad de celebrar la eucaristía dominical al martirio).

He aquí un ejemplo de asimilación orante del día del Señor; un ejemplo de una antigua iglesia local que, celebrando la palabra, vive bajo la palabra.










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