Wednesday, August 01, 2007
177 - No me lo distraiga
Fernando Díaz-Plaja cuenta en su libro "El español y los siete pecados capitales", pp. 51-52:
De esta manera de pensar nace la historieta que me contaron en Madrid y que creo imposible en otros países.
Un señor elegante coincide ante el Cristo de Medinaceli -venerada imagen- con un pobre hombre mal vestido y con cara de hambre. Ambos están visiblemente preocupados, obsesionados por sus necesidades y, sin darse cuenta, rezan en voz alta.
El rico implora el auxilio del Señor para que el banco le garantice los cinco millones que necesita para apuntalar un asunto en el que ve grandes provechos posibles.
El pobre hombre pide, con la misma confianza y fe, quinientas pesetas, que le permitan pagar al casero y que no le echen de la casa donde vive. Las oraciones se tropiezan en el aire, ambos están con los ojos fijos en la imagen.
-Señor, a tí no te cuesta nada .. que me garanticen esos millones.
-Esas pesetas, Señor, para que no me encuentre en la calle.
-Toda mi vida comercial depende de esto, Señor, no me hagas caer en la bancarrota. ..
-Señor, el frío es intenso, no permitas que me echen de casa. Concédeme ese dinero ....
-Señor, cinco millones...
-Señor, quinientas pesetas ...
Ya casi están ambos gritando. De pronto el elegante se detiene en sus rezos, abre apresuradamente la cartera y saca un billete de quinientas pesetas.
-¡Tome -le dice al otro-, no me lo distraiga!
De esta manera de pensar nace la historieta que me contaron en Madrid y que creo imposible en otros países.
Un señor elegante coincide ante el Cristo de Medinaceli -venerada imagen- con un pobre hombre mal vestido y con cara de hambre. Ambos están visiblemente preocupados, obsesionados por sus necesidades y, sin darse cuenta, rezan en voz alta.
El rico implora el auxilio del Señor para que el banco le garantice los cinco millones que necesita para apuntalar un asunto en el que ve grandes provechos posibles.
El pobre hombre pide, con la misma confianza y fe, quinientas pesetas, que le permitan pagar al casero y que no le echen de la casa donde vive. Las oraciones se tropiezan en el aire, ambos están con los ojos fijos en la imagen.
-Señor, a tí no te cuesta nada .. que me garanticen esos millones.
-Esas pesetas, Señor, para que no me encuentre en la calle.
-Toda mi vida comercial depende de esto, Señor, no me hagas caer en la bancarrota. ..
-Señor, el frío es intenso, no permitas que me echen de casa. Concédeme ese dinero ....
-Señor, cinco millones...
-Señor, quinientas pesetas ...
Ya casi están ambos gritando. De pronto el elegante se detiene en sus rezos, abre apresuradamente la cartera y saca un billete de quinientas pesetas.
-¡Tome -le dice al otro-, no me lo distraiga!