Thursday, September 13, 2007
218 - El conocimiento propio
José Ramón Ayllón en su libro “La buena vida”, pp. 110-111:
Conocimiento propio. No es nada fácil conocerse a uno mismo. La sabiduría griega propondrá ese conocimiento como meta suprema de la vida. “Conócete a ti mismo”, es lo que Sócrates procura para sí y para quienes le escuchan. “Que me conozca, Señor, y que te conozca” (noverim me, noverim Te) es el resumen de todos los intereses agustinianos.
Conocimiento propio. No es nada fácil conocerse a uno mismo. La sabiduría griega propondrá ese conocimiento como meta suprema de la vida. “Conócete a ti mismo”, es lo que Sócrates procura para sí y para quienes le escuchan. “Que me conozca, Señor, y que te conozca” (noverim me, noverim Te) es el resumen de todos los intereses agustinianos.
Cuenta Goleman que un samurai pidió a un anciano maestro zen que le explicara el cielo y el infierno. Pero el monje le replicó con desprecio:
-No eres más que un patán y no puedo perder el tiempo con tonterías.
El samurai, herido en su honor, desenvainó su espada y exclamó:
-¡Tu impertinencia te costará la vida!
-¡Eso es el infierno! -replicó entonces el maestro.
Sorprendido por la exactitud del maestro al juzgar su cólera que le estaba atenazando, el samurai envainó la espada y se postró ante él, agradecido.
-¡Y eso es el cielo! -concluyó entonces el anciano.
Esta historia muestra a la perfección la diferencia entre estar atrapado por una pasión -la ira en este caso- y darse cuenta de que se está atrapado. Por eso el “conócete a ti mismo” constituye la piedra angular de la inteligencia emocional. Para actuar bien conviene conocerse bien.