Wednesday, September 19, 2007
224 - La más poderosa de las pasiones de la vejez
La señora de Clergerie, que está loca, ha intentado pegar a Chantal de Clergerie, la protagonista de la novela de Georges Bernanos, “La alegría”, en el capítulo IV:
-Deja que me vaya, Chantal -suplicó la loca-. ¡Déjame ir! Te conozco querida, ¿Qué quieres que te dé? No tengo nada para dar, esto es lo malo. Nada para dar, nada, preciosa ... No puedes saber lo que es esto.
-Deja que me vaya, Chantal -suplicó la loca-. ¡Déjame ir! Te conozco querida, ¿Qué quieres que te dé? No tengo nada para dar, esto es lo malo. Nada para dar, nada, preciosa ... No puedes saber lo que es esto.
En su emoción, la señora de Clergerie había desatado su chal de punto y lo sostenía con una mano, a la altura de las rodillas, mientras el otro extremo se arrastraba por la hierba, a sus pies. Nadie hubiera sabido en qué profundidades de la conciencia habían estallado las palabras sencillas y claras, ni cual fue el principio del sentimiento que había transfigurado el rostro agotado de la vieja, devorado por la más poderosa de las pasiones de la vejez: un remordimiento estéril.
Semejante a tantos otros supervivientes en medio de un mundo nuevo, tan desconocido como el de Orión o Sirio, lentamente rechazados del universo de los vivos por la piedad asesina y cómplice de sus inútiles mentiras, ¿desde cuántos días atrás, cuántos años, siglos esperaba la señora de Clergerie la palabra liberadora, la palabra viva? Evidentemente el tono, el acento con que Chantal le había hablado, le habían llegado al corazón, mucho antes que a su miserable atención.