Tuesday, October 02, 2007

 

236 - Una historia mínima

Ángel Mª García Dorronsoro en "Tiempo para creer", pp. 13-14:





Día 19 de octubre de 1967.

Vamos a empezar hoy contando una historia que me pasó en cierta ocasión. Digo historia porque hay personas que creen que los sacerdotes, a veces, combinamos diversos datos para organizar una especie de anécdota edificante, aunque no haya tenido lugar.

Esto puede ser un método válido para la enseñanza, pero no es éste nuestro caso. Recuerdo que me decía un sacerdote amigo que estaba explicando el catecismo a los niños, y les contó una cosa que le había pasado hacía poco y, al terminar, uno de los chicos le dijo:

-Oiga, don Ignacio, ¿eso es verdad o es una comparación?

Y me decía el sacerdote que tuvo que ponerse bastante serio.

Pues bien, aquí, cuando diga que se trata de una historia que pasó de verdad, será así; y cuando sea algo que me contaron o he oído, lo diré también.

Esta historia mínima me pasó una vez que estaba predicando un curso de retiro en un lugar de la provincia de Ávila. Era un sitio forestal; había una casita, y yo había paseado muchas veces por los alrededores, rezando el breviario, y nunca encontré a nadie; hasta el punto de que llegué a pensar que era un sitio forestal deshabitado.

Pero una mañana, serían como las nueve, mientras rezaba me encontré con tres niños que iban a la escuela: una niña, la mayor, que tendría unos ocho años; otra, más pequeña, de cinco años y medio o seis –aproximadamente-, que por cierto llevaba una cartera enorme, y, después un chico.

Yo no sé si por la sorpresa del encuentro o porque las personas mayores siempre hacemos estas preguntas, el caso es que me dirigí a la pequeña y le dije:

-Vamos a ver, tú, ¿la “m” con la “a”?

Y la pequeña, apretando los labios con energía, me dijo:

-“Ba”.

Y entonces, la otra, pasándole la mano por encima, como amistosamente, me miró y como en defensa de su amiga, me dijo:

-Es que va en la “b”.

Me alegró el encuentro. Iba en la “b”. Realmente es estar muy al principio del conocimiento, porque tanto si hubiera empezado por las vocales como por el abecedario, hay que reconocer que la chica sabía poco.










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