Friday, October 17, 2008
279 - Las vacas de mi padre
Sobre los Maasai y su fiereza narra lo siguiente Esther Toranzo, en “El corazón de Kenia”, pp. 142-143:
A finales de los años 80, fue noticia de los periódicos locales la historia de un niño Maasai al que unos turistas americanos encontraron herido y desangrándose junto a un camino de polvo, cerca de Maasai-Mara.
Los americanos llamaron a los servicios médicos de urgencia y acompañaron al pequeño en el autogiro de la Cruz Roja hasta ingresarlo en el Nairobi Hospital; también pagaron sus gastos de hospitalización.
(...) No recuerdo el nombre del niño Maasai, pero sí la historia. Tenía doce años y estaba cuidando las reses de su padre, que pastaban tranquilas; el muchacho no se dio cuenta de que un grupo de leones se aproximaba hasta que vio a uno saltar sobre unas de las vacas.
Entonces corrió y, con todas sus fuerzas, clavó su lanza en el cuello del león, que soltó la presa y se alejó despacio, seguido de los otros. La vaca (todo fue tan rápido) estaba apenas arañada y siguió pastando; pero el pequeño, herido y sangrando, se quedó allí vigilando, por si los leones volvían.
El periodista europeo que hacía el reportaje, preguntó al muchacho:
-¿Y qué hubieras hecho si los leones hubieran vuelto? Estabas herido y solo.
El niño contestó:
-Hubiera clavado mi lanza en todos ellos hasta que hubiesen huido o me hubiesen matado: eran las vacas de mi padre.
La sonrisa del muchacho Massai era de orgullo: de hijo que ha defendido lo que su padre le confió y que sabe, además, que las vacas son lo más valioso que tiene la familia y la tribu entera.