Thursday, October 23, 2008
283 - Los ciegos y el elefante
Joseph Ratzinger en “Fe, verdad y tolerancia”, pp. 142-143, actual Benedicto XVI, tratando acerca de si el Cristianismo es la verdadera religión, cuenta una historia budista:
Al comienzo del tercer milenio, el cristianismo se encuentra en una profunda crisis, precisamente en el espacio en que se produjo su expansión original, Europa. Se trata de una crisis basada en su pretensión de ser la verdad.
Se cuestiona la capacidad del ser humano para conocer la genuina verdad acerca de Dios y de las cosas divinas.
El hombre de hoy se encuentra reflejado, más bien, en la parábola budista del elefante y los ciegos.
Un rey del norte de la India ordenó que se reuniera en cierto lugar a todos los habitantes ciegos de la ciudad. Después dispuso que se llevara un elefante ante ellos. A unos les mandó palpar la cabeza. Les dijo: “Así es un elefante”. Otros pudieron palpar una oreja o un colmillo, la trompa, el torso, una pata, el trasero, los pelos de la cola.
Luego el monarca fue preguntando a cada uno: “¿Cómo es un elefante?”, y todos respondían según la parte que cada uno había palpado: “El elefante es como un cesto trenzado .., como un puchero …, como una reja de arado …, como un almacén .., como un pilar …, como un almirez …, como una escoba”.
A continuación –sigue refiriendo la parábola- todos se pusieron a discutir, y gritando: “El elefante es tal cosa y tal otra, se abalanzaron unos contra otros y empezaron a pegarse puñetazos, mientras el monarca se reía a carcajadas.
(cfr. H. von Glasenap, Die fünf grossen Religionen II, Dusseldorf 1957, 505)
El conflicto entre las religiones les parece a muchos que es como una riña entre los ciegos de nacimiento. Porque parece que todos somos ciegos de nacimiento ante los misterios de lo divino.
Al comienzo del tercer milenio, el cristianismo se encuentra en una profunda crisis, precisamente en el espacio en que se produjo su expansión original, Europa. Se trata de una crisis basada en su pretensión de ser la verdad.
Se cuestiona la capacidad del ser humano para conocer la genuina verdad acerca de Dios y de las cosas divinas.
El hombre de hoy se encuentra reflejado, más bien, en la parábola budista del elefante y los ciegos.
Un rey del norte de la India ordenó que se reuniera en cierto lugar a todos los habitantes ciegos de la ciudad. Después dispuso que se llevara un elefante ante ellos. A unos les mandó palpar la cabeza. Les dijo: “Así es un elefante”. Otros pudieron palpar una oreja o un colmillo, la trompa, el torso, una pata, el trasero, los pelos de la cola.
Luego el monarca fue preguntando a cada uno: “¿Cómo es un elefante?”, y todos respondían según la parte que cada uno había palpado: “El elefante es como un cesto trenzado .., como un puchero …, como una reja de arado …, como un almacén .., como un pilar …, como un almirez …, como una escoba”.
A continuación –sigue refiriendo la parábola- todos se pusieron a discutir, y gritando: “El elefante es tal cosa y tal otra, se abalanzaron unos contra otros y empezaron a pegarse puñetazos, mientras el monarca se reía a carcajadas.
(cfr. H. von Glasenap, Die fünf grossen Religionen II, Dusseldorf 1957, 505)
El conflicto entre las religiones les parece a muchos que es como una riña entre los ciegos de nacimiento. Porque parece que todos somos ciegos de nacimiento ante los misterios de lo divino.