Friday, November 07, 2008

 

289 - Envidio a los que tienen fe

Ignacio Pérez-Arregui Fort escribía en “El Diario Vasco” de San Sebasíán, 9.VII.1984:


Sobre este tema de la fe, me contó mi padre varias veces –a mí me gustaba oírle y se la hacía repetir- una anécdota que no olvidó.

Entre Indalecio Prieto y mi padre, a pesar de sus distintas ideologías, se creó un vínculo de afecto y respeto sinceros.

Una vez, con ocasión de la inauguración de un monumento a un hombre público, coincidieron los dos. Acabada la ceremonia, con los discursos y elogios de rigor al homenajeado, Prieto y mi padre hicieron camino juntos.

Algo del acto público había impresionado a Prieto, porque de regreso estas o parecidas palabras dijo a mi padre:

-Pérez-Arregui, dentro de algún tiempo pocos sabrán ni quién era éste, ni qué hizo, ni por qué nosotros hemos descubierto hoy esta estatua; los perros ensuciarán su base y la gente pasará por delante sin siquiera mirarlo … así lo devora todo el tiempo y el olvido.

Y tras unos segundos de silencio, sabiendo cómo sentía y pensaba mi padre, y cogiéndole del brazo hacia si, le añadió bajando el tono:

-Por eso, Ignacio, cuánto envidio a los hombres que creen, a los hombres de fe.

No quedó insensible mi padre a aquella confidencia del amigo, y en el mismo tono -¡cómo sería oírle!- y cogiéndole a su vez del brazo, le contestó:

-Inténtelo, Indalecio, inténtelo ...











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