Wednesday, February 28, 2007
51 - ¿Cuántos hijos no serían demasiados?
Dos novios presbiterianos que se van a casar. Lo cuentan en su libro, Hahn, Scott y Kimberly, “Roma, dulce hogar”, p. 38.
El día 23 de enero nos prometimos, para casarnos en el mes de agosto. (Habíamos descubierto que la fecha de nuestro compromiso era considerada por los Padres Estigmatinos como la fiesta de los esponsales de María y José).
El día 23 de enero nos prometimos, para casarnos en el mes de agosto. (Habíamos descubierto que la fecha de nuestro compromiso era considerada por los Padres Estigmatinos como la fiesta de los esponsales de María y José).
Poco antes de la fiesta de la graduación me di cuenta de que no sabía si Scott deseaba o no tener una familia numerosa. Yo siempre había querido tener por lo menos cuatro o cinco hijos. Así que, como de pasada, le saqué el tema:
-¿Scott, tú quieres tener muchos hijos?
-Bueno, no demasiados.
“¡Oh no!, pensé, ahora resulta que es un partidario del crecimiento-cero de la población. Procurando mantener un tono intranscendente, le pregunté:
-¿Cuántos no serían demasiados?
-No sé, ...-me dijo. Creo que deberíamos limitarnos a unos cinco o seis.
Casi no podía creer lo que había oído:
-Sí, seamos moderados, -le dije-, con una sonrisa cómplice.
Tuesday, February 27, 2007
50 - Aristóteles sirve para todo
Sobre el Queen's College de Oxford:
El Queen's College, uno de los Colleges de Oxford, fue fundado en 1341 por Robert de Eglesfield. Posteriormente incorpora arquitectura clásica del siglo XVIII, influida por la de Nicholas Hawksmoor.
Cada Navidad se lleva a cabo la ceremonia de Boar's Head ("la cabeza del jabalí") en honor de un estudiante que, mientras estudiaba a Aristóteles en la colina de Shotover, se salvó del ataque del feroz jabalí al meterle el libro por la boca hasta la garganta.
49 - El astrónomo turco y el asteroide B 612
Cuenta Antoine de Saint-Exupéry en “El principito”, cap. IV:
Tengo serias razones para creer que el planeta de donde venía el principito es el asteroide B 612. Este asteroide sólo ha sido visto una vez con el telescopio, en 1909, por un astrónomo turco.
El astrónomo hizo, entonces, una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó por culpa de su vestido. Las personas mayores son así.
Felizmente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco obligó a su pueblo, bajo pena de muerte, a vestirse a la europea. El astrónomo repitió la demostración en 1920, con un traje muy elegante. Y esta vez todo el mundo compartió su opinión.
Si os he referido estos detalles acerca del asteroide B 612 y si os he confiado su número es por las personas mayores. Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogarán jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: “¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?”. En cambio os preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?”. Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas mayores: “He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo ... “, no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: “He visto una casa de cien mil francos”. Entonces exclaman: “¡Qué hermosa es!”.
Si les decís: “La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que existe”, se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. Pero si les decís: “El planeta de donde venía es el asteroide B 612”, entonces quedarán convencidos y os dejarán tranquilo sin preguntaros más. Son así. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.
Pero, claro está, nosotros que comprendemos la vida, nos burlamos de los números.
Sunday, February 25, 2007
48 - El cielo y el infierno
De una leyenda china:
Cierto día un sabio visitó el infierno. Allí vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podía porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatros costados. Y es que allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
Cierto día un sabio visitó el infierno. Allí vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podía porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatros costados. Y es que allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
Friday, February 23, 2007
47 - Después de tantos truenos, la lluvia
Juan Pablo I contaba en “Ilustrísimos señores”, p. 174:
A menos que, a pesar de ser una cascarrabias como Xantipa, tenga la suerte de tropezar solamente con gentes armadas de la paciencia de un Sócrates.
Este, marido de la referida Xantipa, decía: ¡Me casé con ella, pese a ser tan arisca, porque, si soy capaz de aguantarla, es seguro que podré aguantar ya a quien sea!
Más un día, para no oírla refunfuñar más, salió de casa y se sentó a la puerta. Irritada, aquella mujer le arrojó por la ventana un barreño de agua.
-Debía imaginármelo –comentó plácidamente Sócrates-. ¡Después de tantos truenos, la lluvia!
Thursday, February 22, 2007
46 - Si la caridad le movió, ¿qué hemos de hacerle?
Carlos Fisas en su libro “Mis anécdotas preferidas”, p. 259:
Cuenta Porreño en sus Dichos y hechos de Felipe II que D. Gonzalo Chacón, hermano del conde de Montalbán, “por haber sido hallado en su posada una dama de la princesa doña Juana”, fue perseguido por orden del rey, pero durante algún tiempo pudo burlar la acción de la justicia gracias a la protección de varios religiosos, en particular de un guardián del monasterio de la Aguilera, de recoletos franciscanos. Cuando el religioso compareció ante el monarca, ya descubierto todo, díjole éste:
-Fraile, ¿quién os enseñó a desobedecer a vuestro rey y a encubrir un delincuente tal? ¿Qué os movió?
El guardián levantó los ojos con gran humildad y respondió:
-La caridad.
El rey, al oírle, dio un paso atrás y oyóse decir:
-La caridad, la caridad ...
"Suspendiose un poco”, escribe Porreño, “y volvió la vista hacia el alcalde, y le dixo enviarle luego bien acomodado en su convento, que si la caridad le movió, ¿qué hemos de hacerle?”.
Tuesday, February 20, 2007
45 - Para que no les faltara la comunión
Antonio Montero en “La persecución religiosa en España (1936-1939)”, pp. 222-223:
Hasta ocho pregones municipales sucesivos, los días 26 de julio, 17 y 18 de agosto de 1936, conminaron al vecindario de Valdealgorfa (provincia de Teruel y diócesis de Zaragoza) para que descubriese el paradero de todos los sacerdotes ocultos en el lugar. El último de estos bandos dictaba pena de muerte, contra aquellos que fuesen sorprendidos en la ocultación de clérigos.
Puestas así las cosas, fueron los mismos sacerdotes los que se presentaron directamente al comité, a sabiendas de que este gesto les iba a costar la vida. Pero prefirieron todos esto a provocar un peligro semejante en los hogares de deudos o amigos que los acogían.
Durante la mañana de 18 de agosto quedaron sucesivamente concentrados en los calabozos de la casa-ayuntamiento cinco sacerdotes seculares y un operario diocesano.
Este último, don Martín Martínez, prefecto del seminario de Murcia, y con sólo veintiséis años de edad, había logrado ocultarse en una cueva de las cercanías, y ciertamente no hubiera sido descubierto de no presentarse él espontáneamente a los que iban a ser sus verdugos. Lo que le movió no fue precisamente el bando municipal, sino la preocupación porque sus hermanos sacerdotes carecieran en las últimas horas del Santísimo Sacramento, que él tenía habitualmente consigo por haber salvado a tiempo en el convento de las clarisas un copón con hostias consagradas.
Al entrar por las calles del pueblo, fueron muchos los vecinos de orden que le aconsejaban volverse, teniendo su muerte por segura. En igual sentido y con lágrimas en los ojos, se pronunciaban ante él algunas buenas mujeres. Llegó al comité y fue internado con los demás en los bajos del calabozo. Allí pudo dar a sus otros compañeros la gratísima sorpresa del sacramento eucarístico, que todos recibieron, luego de confesarse mutuamente, en calidad de viático, y con manifiesta devoción.
(Los mataron a todos 15: 6 sacerdotes + 9 laicos, ese mismo día 18, a mediodía).
Hasta ocho pregones municipales sucesivos, los días 26 de julio, 17 y 18 de agosto de 1936, conminaron al vecindario de Valdealgorfa (provincia de Teruel y diócesis de Zaragoza) para que descubriese el paradero de todos los sacerdotes ocultos en el lugar. El último de estos bandos dictaba pena de muerte, contra aquellos que fuesen sorprendidos en la ocultación de clérigos.
Puestas así las cosas, fueron los mismos sacerdotes los que se presentaron directamente al comité, a sabiendas de que este gesto les iba a costar la vida. Pero prefirieron todos esto a provocar un peligro semejante en los hogares de deudos o amigos que los acogían.
Durante la mañana de 18 de agosto quedaron sucesivamente concentrados en los calabozos de la casa-ayuntamiento cinco sacerdotes seculares y un operario diocesano.
Este último, don Martín Martínez, prefecto del seminario de Murcia, y con sólo veintiséis años de edad, había logrado ocultarse en una cueva de las cercanías, y ciertamente no hubiera sido descubierto de no presentarse él espontáneamente a los que iban a ser sus verdugos. Lo que le movió no fue precisamente el bando municipal, sino la preocupación porque sus hermanos sacerdotes carecieran en las últimas horas del Santísimo Sacramento, que él tenía habitualmente consigo por haber salvado a tiempo en el convento de las clarisas un copón con hostias consagradas.
Al entrar por las calles del pueblo, fueron muchos los vecinos de orden que le aconsejaban volverse, teniendo su muerte por segura. En igual sentido y con lágrimas en los ojos, se pronunciaban ante él algunas buenas mujeres. Llegó al comité y fue internado con los demás en los bajos del calabozo. Allí pudo dar a sus otros compañeros la gratísima sorpresa del sacramento eucarístico, que todos recibieron, luego de confesarse mutuamente, en calidad de viático, y con manifiesta devoción.
(Los mataron a todos 15: 6 sacerdotes + 9 laicos, ese mismo día 18, a mediodía).
Friday, February 16, 2007
44 - Su fe en el Dios Uno y Trino
De la historia de Santa Cecilia:
Las catacumbas de San Calixto se encuentran a la salida de Roma por la vía Apia. Allí recibió sepultura la joven mártir Cecilia, cuya memoria fue muy venerada desde el momento de su muerte. Perteneciente a una familia patricia, Cecilia se convierte al cristianismo en su juventud. Se casa con Valeriano, a quien también acerca a la fe, y los dos deciden vivir virginalmente.
Poco después. Valeriano –que se ocupaba de recoger y sepultar los restos de los mártires- es descubierto y decapitado.
Cecilia también es delatada ante las autoridades. Intentan asfixiarla en las calderas de su casa y, tras salir ilesa, es condenada a muerte por decapitación. La ley romana contemplaba que el verdugo podía dar tres golpes con la espada. Cecilia los recibe, pero no muere inmediatamente. Tendida en el suelo, antes de exhalar el último suspiro, tuvo fuerzas para extender tres dedos de la mano derecha y uno de la izquierda, testimoniando hasta el final de su vida su fe en el Dios Uno y Trino.
Cuando siglos más tarde, en 1599, se inspeccionaron sus reliquias, el cuerpo incorrupto de Santa Cecilia se encontraba aún en esa posición. Maderno la inmortalizó en una escultura que hoy se encuentra en la iglesia de Santa Cecilia en el Transtevere –su antigua casa, donde reposan desde el siglo IX los restos de la santa, y de la que hay una copia en las Catacumbas de San Calixto, en el lugar donde fue inicialmente sepultada.