Friday, December 05, 2008
300 - Sólo se comparten con gusto las alegrías
Maxence Van der Meersch en “Cuerpos y almas”, p. 212, cuenta la historia de Doutreval, un médico psiquiatra. En un momento dado se le van los hijos de casa y se empieza a sentir solo. Michael, enfadado con su padre y que se casa con una tuberculosa, contra la voluntad de su padre, Mariette que se casa y la pequeña Fabienne que se va a París a estudiar enfermería:
Muy pronto necesitaría de sus servicios (de los de Fabienne), pues soñaba con instalar un gran centro de curarización del que asumiría la dirección y en el que Fabienne sería su brazo derecho. No obstante aquella nueva salida acabó de despoblar la vieja morada. Doutreval conoció la soledad.
Sólo le quedaba su amiga Jeanne Chavot. Pero también ésta tenía escasos momentos libres debido al absorbente trabajo que efectuaba en “el Progreso social”. Por otra parte, sus vidas no estaban fundidas. Cada uno tenía su propio hogar, y sólo se encontraban de vez en vez, por espacio de algunas horas, tácita conversación acordada para mayor comodidad de los dos, pero que resultaba bastante penosa para Doutreval, precisamente en aquellas horas de soledad y lasitud en que le asaltaban a uno irrecusables recuerdos.
Dio cuenta a Jeanne de la marcha de Michael. Pero antes de sentirse con ánimos para in-formarle de lo más cruel y humillante –aquel matrimonio-, Doutreval esperó aún algunas semanas. Sentíase demasiado lastimado en su orgullo.
En esto estriba la diferencia entre una amante y una esposa. Con aquella sólo se comparten con gusto las alegrías.
Wednesday, December 03, 2008
299 - El enterramiento del emperador
Fray Prudencio de Sandoval en su “Historia de Carlos V”, B.A.E, t. 82, p. 553, recoge el texto del codicilo del emperador (documento posterior al testamento, en el que disponía cómo y dónde ser enterrado:
“Y asimismo yo ordeno y mando que en caso que mi enterramiento haya de ser en este dicho monasterio (Yuste), se haga mi sepultura en medio del altar mayor de la dicha iglesia y monasterio de esta manera: que la mitad de mi cuerpo, hasta los pechos, esté debajo del dicho altar, y la otra mitad de los pechos a la cabeza salga fuera de él, de manera que cualquier sacerdote que dijere misa, ponga los pies sobre mis pechos y cabeza”.
El propio Sandoval comenta después: “Una de las cláusulas del codicilo de Carlos V era que se le enterrara debajo del altar mayor del Monasterio, quedando fuera del ara la mitad de su cuerpo, del pecho a la cabeza, en el sitio que pisaba el sacerdote al decir la misa, de manera que pusiese sus pies sobre él.
Para cumplir del modo posible este mandato, se derribó el altar mayor y se sacó hacia fuera, con objeto de depositar detrás de él el cadáver, pues debajo no podía estar por ser lugar exclusivo de los Santos que la Iglesia tiene canonizados.
Tuesday, December 02, 2008
298 - No iba a ser capaz de comprenderme
Santa Teresa de Lisieux en su autobiografía “Historia de un alma”; cap. VIII:
Al año siguiente de mi profesión, es decir, dos meses antes de la muerte de la Madre Genoveva, recibí grandes gracias durante el retiro espiritual.
Ordinariamente, los retiros predicados me resultan todavía más penosos que los que hago sola. Pero aquel año no fue así.
(Este retiro fue dado del 8 al 15 de octubre de 1891 por el P. Alejo Prou (1844-1914), franciscano recoleto de Caén, por entonces superior de la casa de San Nazario (Saint-Nazaire).
Había hecho con mucho fervor una novena preparatoria, a pesar del presentimiento íntimo que tenía, pues me parecía que el predicador, dedicado más a los grandes pecadores que a las almas religiosas, no iba a ser capaz de comprenderme.
Dios, queriendo demostrarme que sólo él era el director de mi alma, se sirvió precisamente de este Padre, que solamente yo aprecié en la comunidad.
Sufría por entonces grandes inquietudes interiores de toda clase (hasta llegar a preguntarme a veces si existía un cielo). Estaba dispuesta a callar acerca de mi estado interior, por no saber cómo expresarme, pero apenas entré en el confesionario, sentí que mi alma se dilataba.
Después de haber pronunciado unas pocas palabras, fui comprendida de un modo maravilloso, y hasta adivinada. Mi alma era como un libro abierto donde el Padre leía mejor que yo misma.
Me lanzó a velas desplegadas por los mares de la confianza y del amor, que me atraían tan fuertemente, pero por los que no me atrevía a navegar. Me dijo que mis faltas no desagradaban a Dios, que como representante suyo, y en su nombre, me aseguraba que Dios estaba muy contento de mí.
¡Oh, qué dicha experimenté al escuchar estas consoladoras palabras! Nunca había oído decir que las faltas pudiesen no desagradar a Dios. Esta seguridad me colmó de alegría y me hizo soportar pacientemente el destierro de la vida.
Monday, December 01, 2008
297 - Se acabará para la Concepción
Efrén de la Madre de Dios en “Vida y tiempo de Santa Teresa”, pp. 813-841, narra la fe y la constancia de la santa en la construcción del nuevo convento de Malagón, en 1579. Tenía ya 64 años y llegó bastante enferma:
Ni su enfermera la pudo contener. La primera mañana se puso a inspeccionar la construcción del nuevo convento. Estaba esbozado por ella, y los trazadores de doña Luisa de la Cerda lo habían calculado minuciosamente en un presupuesto que aún se conserva, firmado por “Nicolás de Vergara, maestro mayor de la santa iglesia de Toledo”.
Desde la plaza del pueblo hasta las afueras en el altozano, la Madre con su bastón se acercaba a ver las obras y dar el empuje conveniente. Los oficiales le dijeron que era menester más de medio año para que las monjas se pudiesen trasladar. Ana (de San Bartolomé, su enfermera) confiesa “que era verdad lo que los oficiales decían”.
La Madre replicó con mucha seguridad que “se había de hacer de manera que para la Concepción (faltaban sólo diez días hábiles) se pasasen las monjas.
Espantáronse los oficiales cuando tal oyeran –añade la testigo- por parecerles imposible: “y aún yo me espantaba también de haberla visto la noche antes tan mala y tan inhabilitada de sus miembros, y de verla que parecía no tenía mal, según el ánimo y aliento que mostraba”.
(…) (Santa Teresa trabajaba también).
Diose la “vejezuela” tan buen arte, que el convento quedó acabado para el día predicho, “y habiéndose acabado de acomodar el mismo día de la Concepción –añade la enfermera-, en la noche le tornó el mesmo mal y tullimiento en los huesos y dolores, ni más ni menos que lo que tuvo cuando llegó del camino”.
El 8 de diciembre se trasladaron las monjas al nuevo convento con gran solemnidad, después de haber morado durante diez años cabe la plaza del pueblo.