Sunday, January 28, 2007

 

43 - Le preguntaron por sus hábitos higiénicos

De un suceso real:





Un médico joven que empezaba a hacer sus prácticas, tuvo que preguntar a un señor mayor por sus enfermedades y los síntomas que presentaba, para poder hacer un diagnóstico. Esta persona no parecía de mucha cultura.

Para poder saber qué tenía y cuál era la causa, el interrogatorio del médico fue sobre sus hábitos higiénicos, la frecuencia con la que se lavaba, etc.

Este señor respondió con gran seguridad:

-Me lavo una vez al año, haga o no haga falta.






Saturday, January 27, 2007

 

42 - De tal modo me conmovió, que comencé a ayudarles

Juan Antonio Vallejo-Nájera y José Luis Olaizola en “La puerta de la esperanza”; p. 214:




-Vamos por partes- me vuelve a repetir; lo que yo saco de la pintura lo dedico a una institución de subnormales.

Y se dispone a cambiar de tema.

-¿Cómo es eso? – le pregunto yo, presto a tirarle de la lengua.

Después de un tira y afloja me cuenta:

-Un día me trajeron a la consulta un niño descerebrado y por eso me enteré de la existencia de una institución (don Orione) que se ocupa de niños que no llegarán a tener la inteligencia de un loro o de un perro y que, encima, muerden y se defecan.

Cuando le pregunté al fraile que me lo trajo que por qué se hacían cargo de seres tan sin esperanza de curación, me contestó lacónicamente:

-Es que Jesucristo nos los deja a la puerta.

De tal modo me conmovió, que comencé a ayudarles.





Monday, January 22, 2007

 

41 - ¡No sé dónde va este caballo!





A Ángel Mª García Dorronsoro, haciendo el servicio militar, le sucedió la siguiente anécdota, narrada en su libro "Tiempo para creer", p. 111-112:







En cierta ocasión, hace ya muchos años, estaba pasando una corta temporada de prácticas militares en el pueblo más alto de Navarra. Estas prácticas las hacíamos aprovechando la pausa de nuestros estudios. Recuerdo que cuando estaba yo en aquel pueblecito llamado Abaurrea, se presentó allí un alférez nuevo, flamante. Se presentaba al jefe para que le dijera a qué unidad iba
destinado.

Volvió diciendo que el jefe le había dicho que tenía que ir a Jaurrieta y que, así, como sin darle importancia, le había insinuado, que tenía que tomar un caballo e irse en él. (...). El nuevo estaba muy inquieto y toda la cena estuvo hablando del caballo, preguntando cosas. pidiendo algún consejo práctico. Entonces, uno de los que había allí dijo:

-Tú lo que tienes que hacer es montarte sereno, con tranquilidad, y que no se dé cuenta el caballo que es la primera vez que montas. Esto es lo decisivo.

Al día siguiente, por la mañana muy temprano, estaban en la puerta, esperando al oficial recién incorporado, un soldado con su caballo y con otra cabalgadura para llevar la maleta. El alférez montó en el caballo y, por lo visto, el caballo se dio cuenta en el acto de que era la primera vez que montaba, porque, sin más, se lanzó a una especie de pequeño trote, con cara de alarma del alférez. El caballo se paró cuando quiso, y se puso a comer en uno de los lados de la carretera ... por más que el alférez tiraba de las riendas inútilmente. Cuando el caballo lo creyó oportuno, se puso de nuevo a caminar por la carretera y, de cuando en cuando, se paraba; luego daba un trotecito, mientras el jinete miraba a los lados, con cara de susto. En esta situación venían en dirección contraria un equipo de Ingenieros que estaban enrollando un cable para un tendido de luz. Y entonces los del cable le preguntaron:

-Tú, ¿a dónde vas?

Y dijo el jinete con gran verdad y con una filosofía verdaderamente realista:

-¿Yo? Yo iba a Jaurrieta, lo que no sé es dónde va este caballo (...).

Quizá también si a nosotros se nos preguntase de sopetón: ¿tú a dónde vas?, podríamos decir: Yo, yo iba al amor, yo iba a la verdad, yo iba a la alegría; pero no sé dónde me está llevando la vida.






Sunday, January 21, 2007

 

40 - El periódico y la media tostada

Pedro Sainz Rodríguez, de la Real Academia Española, escribía sobre el autor teatral Pedro Muñoz Seca, en un artículo en el periódico ABC del 7.VI.86.




Todas las mañanas, durante varios meses, cuando se lo permitió su economía, acudía al Café de Levante para tomar café con media tostada, mientras leía el ABC. Al terminar su repaso a la prensa acudía una pobre mujer que recibía la media tostada y el ejemplar del diario para revenderlo.

Un día desapareció la anciana y, transcurrida una semana, se presentaron al comediógrafo dos mujeres. Cuenta mi amigo Montero Alonso, conocedor de la vida de Muñoz Seca y entusiasta de cualquier manifestación teatral, que estas mujeres le dijeron:

-Echará usted de menos a la anciana que venía todas las mañanas ...

-Sí, es cierto. ¿Está enferma?

-Es que ha muerto. Nosotras la hemos asistido. Y ha hecho testamento.

Don Pedro se extrañó y les preguntó si tenía fortuna o algún tesoro escondido, pero al final descubrió la triste realidad: a una de ellas le había dejado el ABC y a la otra la media tostada.




Monday, January 15, 2007

 

39 – Necesito tranquilidad

Juan Pablo I en una alocución al presbiterio romano, el 7.IX.78:




La gran disciplina requiere un clima adecuado. Ante todo, el recogimiento.

Una vez sucedió en la estación de Milán que ví a un maletero durmiendo pacíficamente junto a una columna y apoyada la cabeza en un saco de carbón.

Los trenes partían silbando y llegaban chirriando con las ruedas; los altavoces daban avisos que aturdían. En medio de jaleo y del ruido, la gente iba y venía; pero el hombre seguía durmiendo y parecía decir:

-Haced lo que os plazca, porque yo tengo necesidad de tranquilidad.

Algo parecido deberíamos hacer los sacerdotes. A nuestro alrededor hay movimiento incesante y las personas, los periódicos, las radios, las televisiones no paran de hablar. Con mesura y disciplina sacerdotal debemos decir: fuera de ciertos límites, para mí que soy sacerdote del Señor, vosotros no existís. Yo tengo que reservarme un poco de silencio para mi alma: me alejo de vosotros para unirme a mi Dios.





Sunday, January 14, 2007

 

38 - Entonces tiene que ser cierto

Richard Bassett en su libro “El enigma del almirante Canaris”, pp. 185-186:





En febrero de 1939, Churchill fue invitado a comer a casa de su amigo Leo Amery, en el número 112 de Eaton Square. Fue una reunión de cuatro, puesto que también asistieron Julian Amery (el hijo de Leo) y el conde Richard Coudenhove-Kalergi, fundador del movimiento Pan-Europa de fomento de la unión intraeuropea.

Coudenhove-Kalergi era uno de los hombres más notables de su tiempo. Hijo de un diplomático austríaco casado durante su estancia en Tokio con una dama de la corte japonesa, era, a juicio de Julian, una persona capaz se reconocer “los hilos de fondo” que mueven las fuerzas de la historia.

Leo debía abandonar la reunión temprano. Cuando se levantó de la mesa, situada en la parte trasera de su casa, susurró a Julian: “Cerciórate de que a Winston no le falta la bebida”.

La conversación surcaba el humo y el brandy de una sala ya oscurecida, y cuando se empezó a analizar la compleja situación de Europa el ambiente se crispó, sobre todo en los momentos en los que Churchill se explayó sobre la cercana relación que mantenía con Maisky, el embajador de la Unión Soviética.

El aire se cargaba con rapidez del humo del tabaco cubano, y Coudenhove-Kalergi escuchó un rato con atención, antes de interrumpir a Churchill con una pregunta que lo detuvo en seco:

-¿Es usted consciente, señor Churchill, de que Hitler y Stalin están a punto de concluir un acuerdo?

-¡Qué! –exclamó Churchill, sorprendido-. Eso es imposible ... Veo a Maisky, el embajador soviético, todas las semanas. ¡Yo lo sabría! ¿Quién le ha dicho a usted tal cosa?

Coudenhove-Kalergi aguardó unos instantes y contestó, con sonrisa de conspirador:

-Una fuente del Vaticano.

Esto acalló a Churchill, aun cuando pocas cosas lo hacían callar. Detuvo su mirada unos momentos en el humeante cigarro y respondió con tranquilidad:

-¿El Vaticano? Entonces tiene que ser cierto.

Como sabían todos los miembros de aquella reunión, el Vaticano tenía –y tendrá siempre- la costumbre de estar muy bien informado.






Wednesday, January 10, 2007

 

37 - El testamento de D. Mateo Múgica

(D. Mateo Múgica, fue expulsado de su diócesis de Vitoria por el Gobierno de la República, estuvo varios meses en el exilio en Francia, volvió a un monasterio de Burgos y posteriormente se pudo reincorporar a su diócesis. Después de la guerra fue expulsado por los nacionales).

José de Arteche escribe sobre él en su libro, "Un vasco en la postguerra", p. 133:



San Sebastián, 23 de Julio de 1961. Domingo.

En Azcoitia, primera misa de José Antonio de Uría. Patético sermón bilingüe del nonagenario obispo don Mateo Múgica y Urrestarazu, antiguo prelado de Vitoria, expulsado por los franquistas al comienzo de la guerra civil. El pueblo le ha aplaudido calurosamente tanto a la llegada como a su salida de la iglesia.

“El sacerdote tiene derecho a tener ideas políticas, pero éstas deben constituir un secreto entre él y Dios. Ponerlas de manifiesto es establecer una barrera entre él y el pueblo”.

Sonaba a testamento, a despedida.







Friday, January 05, 2007

 

36 - Alejandro Magno, el pirata y la justicia

San Agustín en "La ciudad de Dios", tomo IV, 4, cuenta una historia el encuentro de Alejandro Magno con un pirata.





Quitada la justicia, ¿qué otra cosa son los reinos, sino inmensos latrocinios? Los latrocinios, ¿qué son sino unos reinos pequeños? Porque también éstos son una gavilla de hombres que se rigen por el mando de su príncipe, unidos por pactos de asociación, en el que la presa se divide en la proporción convenida. Este mal, si crece con la agregación de tanta gente perdida, y llega al grado de tener lugares y constituir sedes y ocupar ciudades y someter pueblos y toma el nombre de reino que manifiestamente le otorga no la codicia dejada sino la impunidad añadida.

Con tanto donaire como verdad respondió un pirata apresado a Alejandro Magno. Preguntado este hombre por el mismo rey, si le parecía bien tener el mar infestado con sus piraterías, el pirata le consultó con insolente contumacia:

-Lo mismo que te parece a tí tener infestado el orbe: sólo que yo porque pirateo con un pequeño bajel, me llaman ladrón y a tí, que con una armada imponente pirateas, te aclaman Emperador.




(Joseph Ratzinger en su libro “Una mirada a Europa”, pp. 163-164):

¿Qué diferencia al Estado de las organizaciones criminales bien dirigidas?

El falso eurocentrismo se ha puesto de manifiesto con todo lo dicho. ¿Pero cómo puede ser vencido? ¿Y qué puede, qué debe Europa ser y dar verdaderamente? El camino hacia esta reflexión se abre cuando analizamos más profundamente la expresión “Estado como organización criminal”, y nos preocupamos por comprender la exacta diferencia entre una organización criminal bien organizada y un verdadero Estado.

La afirmación de que los Estados sin justicia no son más que bandas criminales desarrolladas en exceso la hizo Séneca por primera vez, quien, de preceptor de Nerón, se convirtió en mártir de su tiranía (E. VON IVÁNKA, Rhomäerreich und Gottesvolk, Friburgo, 1968, p. 17).

Nos lleva de nuevo a Tácito y renueva en la boca de aquel mártir estoico, que respondió a la pregunta del emperador Commodus –por qué negaba el reconocimiento de su divinidad imperial cuando la había aceptado en el caso de su padre Marco Aurelio-: -“Esto le venía bien a tu padre, que era sabio e íntegro, pero no a ti, que eres un tirano y el principal de los criminales” (Ibid.).








Thursday, January 04, 2007

 

35 - Gaudí y la visión de conjunto



En la biografía de Gaudí, escrita por Rafael Álvarez Izquierdo, p. 135 se narra cómo Gaudí estaba construyendo la casa Milá (llamada la Pedrera), su última obra civil:









Los grandes bloques de mármol llegaban desde Garraf y los de caliza de Villafranca del Penedés, a bordo de unos lentos y humeantes locomóviles, parecidos a las máquinas que vemos hoy en día asfaltando carreteras. Se depositaban en el solar vecino y allí se cortaban de acuerdo con las plantillas y se afinaban con las medidas exactas según la maqueta de yeso. Luego se colocaban y se retoc
aban siguiendo las órdenes de Gaudí, que dirigía la operación desde la acera del Paseo.

A veces era necesario ponerlos en bruto, por lo que los curiosos que atisbaban decían, “que no era un casa, sino una roca fantástica, una cantera que Gaudí ponía en medio del Paseo”.

A ello la fantasía añadió toda clase de rumores, como que mediante rampas los coches podían subir a la azotea, o que era un simulacro de la torre de Babel, o que harían las paredes de las habitaciones curvas para que no sirvieran los muebles normales y se tuvieran que encargar ex profeso al equipo de Gaudí.

El público comentaba con los operarios, preguntando detalles que apoyaran las más peregrinas tesis. Como ellos tampoco entendían muy bien qué estaban labrando, contestaban como los soldados de Napoleón, que avanzaban al conjuro de su mando, cada uno en su puesto:

-Él sabe bien lo que se hace.








Wednesday, January 03, 2007

 

34 - Necesitan un jefe

De un suceso real:



Un equipo de seis hombres trabajando en un jardín, a las órdenes de un capataz. Van bajando árboles bastante grandes, 3 metros y con un gran cepellón, de un camión hasta acercarlos al lugar donde los iban a plantar. El equipo estaba intentando subir uno de aquellos ejemplares por una cuesta, había que salvar un pequeño muro y dejarlo en un parterre.

Era una operación algo delicada, y los seis del equipo estaban gritando y dándose órdenes, hablando todos a la vez. Era un guirigay.

Cuando pasé por allí, vi al capataz, que los observaba de lejos, y estaba fumando. Me guiñó el ojo y, mirando a su equipo, me dijo:

-De vez en cuando los dejo solos, para que se den cuenta de que necesitan un jefe.







Tuesday, January 02, 2007

 

33 - El mayordomo de la India y el tigre

En la novela de Ishiguro Kazuo, "Los restos del día" p. 44, el mayordomo de un señor inglés recuarda una historia de un antiguo mayordomo de gran prestigio.




Al parecer, era una historia verídica sobre un mayordomo que había viajado con su señor a la India, donde le sirvió durante muchos años, manteniendo entre el personal nativo el mismo nivel de perfección que había sabido imponer en Inglaterra.

Una tarde, como era habitual, nuestro hombre entró en el comedor para asegurarse de que todo estaba listo para la cena, y descubrió que debajo de la mesa había un tigre moribundo. El mayordomo abandonó en silencio el comedor, se aseguró de cerrar bien la puerta y se dirigió sin prisas al salón en el que su señor tomaba el té con algunos invitados. Tosiendo educadamente, llamó la atención de su patrón y, acto seguido, acercándose al oído, susurró:

-Discúlpeme señor, pero creo que hay un tigre en el comedor. ¿Me permite que utilice el rifle?

Y según dicen, unos minutos después, el patrón y sus invitados oyeron tres disparos; cuando algo más tarde el mayordomo volvió a aparecer en el salón para rellenar las teteras, el dueño de la casa le preguntó si todo estaba en orden.

-Perfectamente señor. Gracias -fue la respuesta-. La cena será servida a la hora habitual, y me complace decirle que no quedará huella alguna de lo ocurrido.





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