Sunday, September 30, 2007

 

234 - Vivir como un ser humano

Sobre la “Domus Aurea” de Nerón:




Nerón, después del incendio de Roma del año 64, se hizo construir la Domus Aurea, una villa de dimensiones gigantescas en medio de la ciudad (una vasta zona entre las colinas del Celio y del Esquilino). Encomendó su construcción a los arquitectos Severo y Celer ese año. Era una residencia de 2,5 kilómetros cuadrados con 300 habitaciones.

La llamaban la "Domus Áurea” (casa dorada) porque las paredes de la estancia principal, decoradas con frescos de Fabullus y Plinio -artistas extraordinarios- estaban cubiertas de oro.

Cuenta el historiador Suetonio en “Los Doce Césares”, cómo Nerón cuando vio terminada la casa y se mostró satisfecho de ella, pronunció una frase memorable:

-¡Por fin podré vivir como un ser humano!

(Eius modi domum cum absolutam dedicaret, hactenus comprobauit, ut se diceret quasi hominem tandem habitare coepisse).





Saturday, September 29, 2007

 

233 - Un "Non nobis" y un "Te Deum"

William Shakespeare en el drama "Enrique V", final del acto IV: (después de la batalla de Azincourt, 25.oct.1415, se hace recuento de bajas):





REY ENRIQUE: Esta nota me habla de diez mil franceses tendidos en el campo de batalla. En ese número de muertos se encuentran ciento veintiséis príncipes y nobles portadores de pendón: hay que añadir a esa lista ocho mil cuatrocientos caballeros hidalgos y valientes señores, quinientos de los cuales habían sido hecho caballeros ayer, justamente ... (Entre los muertos está el condestable de Francia, el almirante de Francia, el jefe de los ballesteros, el gran maestre de Francia, el duque de Alenson, duque de Bravante, duque de Bar, muchos condes ...). ¡He aquí una asamblea real de muertos!

¿Dónde está la cifra de nuestros muertos ingleses? (El heraldo le presenta otro papel). Eduardo, duque de York; el conde de Suffolk, sir Ricardo Ketty; David Gam, hidalgo. Ningún otro de nombre. Y del resto, la cifra de veinticinco solamente.

-¡Oh Dios, tu brazo combatía aquí: es a tu brazo sólo, y no a nosotros, al que debemos atribuirlo todo! ¿Cuando si no, sin estratagema alguna, por el hecho del simple choque y del juego natural del combate, se ha visto jamás una pérdida tan grande un lado y tan pequeña de otro? ¡Toma la gloria de ello, Dios mío, pues no pertenece a otros más que Ti!

EXETER: -¡Es maravilloso!

REY ENRIQUE: ¡Vamos, marchemos en procesión hacia la aldea y que se haga proclamar por todo nuestro ejército que hay pena de muerte para quien quiera que se jacte de esta victoria y pretenda quitarle a Dios la gloria que a Él sólo pertenece.

FLUELLEN: Con la venia de Vuestra Majestad, ¿no es lícito dar la cifra de los muertos?

REY ENRIQUE: Sí, capitán; pero reconociendo que Dios ha combatido por nosotros.

FLUELLEN: Sí, tengo la convicción de que nos ha hecho un gran bien.

REY ENRIQUE: Cumplamos todas las ceremonias santas. Que se haga cantar un "Non nobis" y un "Te Deum"; que los muertos sean caritativamente enterrados; luego a Calais, y de allí a Inglaterra, donde no llegaron nunca gentes de Francia más felices.






Friday, September 28, 2007

 

232 - Bien, entonces habréis de empezar en seguida

Hacer las cosas cuanto antes, no dejarlas para después, es el tema de esta anécdota recogida por F.H. Drinkwater, en sus “Historias catequéticas”, II, 693:




André Maurois refiere como, al acompañar al mariscal Lyautey en una visita de inspección a Marruecos, observó el interés que el militar prestaba a los más mínimos detalles. Sabía sacar el mayor partido tanto de las personas como de las cosas.

“Un día que cabalgábamos, atravesando un bosque de cedros gigantescos, llegamos a un lugar donde la tormenta había desgajado gran cantidad de árboles. Los nativos habían cortado muchos de ellos y se llevaron parte de la madera caída, de forma que quedaba una gran calva en el suelo. Lyautey, hizo que se aproximara el guarda del bosque, quien con otros oficiales formaba parte de su séquito:

-Mirad -dijo Lyautey-. Tendréis que plantar aquí más cedros.

Sonrió el guarda mientras decía:

-¿Plantar nuevos cedros, señor? Se necesitan dos mil años para que crezca en esta tierra uno de estos árboles.

Lyautey pareció sorprendido durante un momento.

-¿Dos mil años? Bien, entonces habréis de empezar en seguida.




Thursday, September 27, 2007

 

231 - Las mulas de Mario

Adrian Goldsworthy en su libro “Grandes generales del ejército romano. Campañas, estrategias y tácticas”, pp. 143-144, explica los modos de actuar de Cayo Mario:





A los soldados se les exigía mucho (en el ejército de Cayo Mario). Lo mismo que cuando estuvo sirviendo como legado de Metelo, Mario continuó concediendo gran importancia a las marchas del ejército con un convoy de bagajes tan mínimo como fuera posible. No estaba permitido lujo alguno, y se esperaba que el legionario transportase a la espalda todo su equipo, pues tenía prohibido conservar esclavos o animales de carga para que le llevasen el peso.

Quizá fue Mario el introductor, o más probablemente quien generalizó, la práctica de que cada hombre llevase suspendida su bolsa de cuero de un palo que portaba sobre el hombro, atado con bastante probabilidad al pilum. Este método permitía deshacerse de la carga a toda prisa. Los legionarios llevaban tanto peso encima que recibieron el apodo de "las mulas de Mario".

El general predicaba siempre con su ejemplo personal, supervisando estrechamente y compartiendo todas las actividades del ejército en campaña, comiendo las mismas raciones que los soldados rasos y viviendo en las mismas condiciones.

Tenía por costumbre inspeccionar personalmente los centinelas del campamento, no porque desconfiara de que sus oficiales no realizaran adecuadamente esa tarea, sino para que los soldados supieran que él no se dedicaba a descansar mientras ellos estaban de servicio. Nunca dejaba de hablar directamente con los soldados de cualquier rango, ya fuera para criticarlos y castigarlos o para alabarlos y recompensarlos.

Se le respetaba como a un comandante duro, pero justo (SALUSTIO, Guerra de Yugurta).




Wednesday, September 26, 2007

 

230 - Que lo mismo diré yo a mis hijos

Jesús Urteaga narra esta anécdota en su libro “Dios y los hijos”, p. 284:




Y no seáis ingenuos: no os pongáis nunca como ejemplo delante de los hijos, para que no se repita en ti esta escena que presencié hace algún tiempo.

El informe que llegaba del colegio no era muy halagüeño. Había una sola buena nota: en dibujo; abundaban los suspensos. El padre estaba irritado externamente. El chiquillo lagrimeaba.

-¡Yo a tu edad sacaba matrículas! ¿Qué me dices de todo esto? ¡Habla! ¡Di algo!

Y ciertamente, el chico habló entre sollozos:

-Que lo mismo diré yo a mis hijos.





Tuesday, September 25, 2007

 

229 - Seguro que puedes poner el volumen más bajo

Peter Bogdanovich recoge en su libro sobre "John Ford", pág. 15, un suceso que muestra el carácter que tenía:




“Todas las noches tocaba algo de música en mi habitación cuando estábamos rodando exteriores, dice Sal Mineo; por lo general, cosas de jazz o algo por el estilo, y bien alto.

Una noche entra Ford y me pregunta por qué no puedo poner el volumen un poco más bajo.

-Verá usted, señor -le dije-, este tipo de música se tiene que poner a todo volumen, porque si no no se le saca todo el jugo.

El viejo saca el cuchillo, lo abre y lo pone encima de la mesa.

-¿Puedes ponerlo un poquito más bajo?, dijo.

-Sí, señor, puedo ponerla mucho, pero que mucho más bajo.

Entonces agarra la navaja y la cierra. Baja la cabeza y dice:

-Eso lo que creía yo, y se marcha".







Monday, September 24, 2007

 

228 - Sagunto es conquistada por los enemigos



Ruinas romanas de Sagunto

Año 219 a.C. Comienza la segunda guerra púnica con el ataque de Aníbal contra Sagunto, ciudad española, aliada de Roma. Tras un sitio de ocho meses, Sagunto fue conquistada:











Hubo falta de un apoyo decisivo de Roma a Sagunto durante los ocho meses en que fue sitiada por los cartagineses. Razones poderosas de política interna, así como de preparación de un contingente militar, justificaron este retraso, si bien la declaración de guerra contra Cartago fue enviada tan pronto como Roma supo la caída de Sagunto (218 a.C.).

Los embajadores saguntinos, llegados por mar, pidieron ayuda al Senado Romano. En Roma algunos exhortaban a socorrer de inmediato a los saguntinos, otros se mostraban aún indecisos diciendo que éstos no se hallaban inscritos en sus tratados en calidad de aliados, sino como autónomos y libres, y que los que estaban sitiados era libres todavía. Y prevaleció esta opinión.

Como se discutiera mucho y no hubieran resuelto nada, uno dijo:

-Mientras en Roma se piensa qué hacer, Sagunto es conquistada por los enemigos.

Esta frase se ha hecho proverbial del mucho discutir sin llegar a hacer nada, del perderse en discusiones teóricas, cuando hay que tomar una decisión.






Sunday, September 23, 2007

 

227 - La “virtus” de Escipión el Africano

Adrian Goldsworthy en su libro “Grandes generales del ejército romano. Campañas, estrategias y tácticas”, pp. 53-54, nos explica la reacción del joven Escipión, después de la derrota de Cannas:




Escipión sobrevivió (a la batalla de Cannas, 2.agosto.216 a.C., de los romanos contra Aníbal) y fue uno de los cuatro tribunos que se encontraron con el cuerpo más importante de fugitivos en la cercana ciudad de Canusium.

Aunque uno de los otros tres tribunos era hijo de Fabio Máximo, que sería elevado al consulado en el 213, se les entregó el mando a los dos más jóvenes, Escipión y Apio Claudio. El segundo había sido nombrado edil recientemente, pero fue su enorme confianza (la de Escipión) y la extraordinaria fuerza de su personalidad, más que el hecho de que pudiera contar con gran experiencia, lo que llevó a los demás a seguir su liderazgo.

La enormidad del holocausto había provocado el pánico en muchos de los supervivientes. Un grupo de jóvenes de la nobleza, incluidos los hijos de distinguidos magistrados, hablaba abiertamente de abandonar aquella República sentenciada y marchar al extranjero.

Escipión fue con algunos soldados de su confianza a los cuarteles (casi con toda seguridad una casa de la ciudad) de su jefe Quinto Cecilio Metelo, donde los desertores se estaban comportando de una forma muy romana, manteniendo un consejo (consilium) en el que discutían qué hacer.

Prorrumpiendo en la sala, el tribuno de veinte años (Escipión) alzó la espada y pronunció un solemne juramento dirigido a Júpiter Optimus Maximus, pidiendo que cayeran sobre él y su familia los más terribles males si no lo cumplía. En el juramento declaró que no sólo no abandonaría nunca la República, sino que no permitía que nadie lo hiciera, aunque para ello tuviera que matarlo si era necesario. Uno por uno, obligó a aquella audiencia asombrada a que repitiera el mismo juramento.

Los días siguientes fueron llegando a la ciudad más soldados derrotados, y cuando el cónsul superviviente se hizo cargo de la situación, se había reunido allí una fuerza que superaba los diez mil hombres. Se trataba de los restos lamentables de aquel enorme ejército de ochenta y seis mil soldados que habían ido a la batalla la mañana del 2 de agosto, pero ya había algo por donde comenzar.

En Cannas, Escipión había personificado la virtus que cabía esperar de un aristócrata romano, en especial si se trataba del miembro de una familia tan distinguida, enfrentada a la adversidad. Su conducta fue aún más noticiosa si se tiene en cuenta que, en ese momento, otros miembros de su clase comenzaron a vacilar.

Los romanos llegaban a aceptar, en ocasiones, las derrotas, pero en ningún caso que éstas fueran definitivas. Se esperaba que todos los ciudadanos, en especial los de alta alcurnia, pelearan con bravura, y la derrota dejaba de ser una deshonra si habían actuado así. Tampoco se contemplaba la posibilidad de que un jefe enfrentado a la derrota y al desastre falleciera peleando, a menos que no hubiera otra salida, ni que se suicidara.

En lugar de ello, debería comenzar a reconstruir el potencial del ejército, salvando el mayor número posible de soldados en medio del caos de la batalla perdida, y preparándose para el próximo encuentro con el enemigo, pues siempre habría una oportunidad hasta que, finalmente, llegara el momento de la victoria de Roma.

Éste era el espíritu que unía a Fabio (Máximo) y a (Marco Claudio) Marcelo, a pesar de los enfoques radicalmente diferentes que uno y otro defendían en su enfrentamiento con Aníbal, pues nadie cuestionaba abiertamente la presunción de que Roma debería seguir luchando ni de que acabase, al fin, por triunfar.

La virtus significaba que debería soportarse cualquier contratiempo, aunque fuera desastroso, y que la guerra continuaría hasta alcanzar la victoria definitiva. Cuando Varrón, el cónsul ampliamente denostado por el desastre de Cannas, regresó a Roma, fue felicitado formalmente por el Senado y se le agradeció que “no hubiera desesperado de la República”.





Friday, September 21, 2007

 

226 - ¿Qué tiene que ver con un soldado esa santa vieja?

Efrén de la Madre de Dios en su libro “Tiempo y vida de Santa Teresa”, p. 386, cómo en 1568 estaba en los primeros días de la fundación del convento de Malagón, el tercero que fundaba:




Hay una anécdota graciosa que pudo suceder estos días:

“Le avisó la tornera bajara a recibir a una anciana que la venía a visitar. Excusose la Madre.

Y volviendo a llamarla de parte de un soldado, bajó rápidamente, con admiración de la tornera, que le dijo:

-No quiso V.R. recibir a la santa vieja, y ahora se va a parlar con un soldado!

-Calla hija, respondió la Santa; ¿qué tiene que ver con un soldado esa santa vieja?”.

Y añade el relato que aquel militar mudó de vida.







Thursday, September 20, 2007

 

225 - No hay quien se te resista

Alfonso Francia en su “Anécdotas de la Historia”, p. 184:



Antes de partir en campaña hacia la conquista de Asia, Alejandro Magno fue a Delfos donde podía consultarse el más famoso oráculo de la Antigüedad. Una vez allí, la sacerdotisa no quería entrar en el templo del oráculo porque decía que aún no había llegado la hora de hacerlo.

Alejandro, contrariado, cogió a la sacerdotisa por los pelos y la arrastró hacia el interior del templo. La mujer, quejándose, dijo:

-Alejandro, no hay quien se te resista.

-Perfecto -exclamó malinterpretando a la sacerdotisa-. Ese era justo el augurio que deseaba escuchar.

E irresistible se lanzó a la conquista de Asia.





Wednesday, September 19, 2007

 

224 - La más poderosa de las pasiones de la vejez

La señora de Clergerie, que está loca, ha intentado pegar a Chantal de Clergerie, la protagonista de la novela de Georges Bernanos, “La alegría”, en el capítulo IV:



-Deja que me vaya, Chantal -suplicó la loca-. ¡Déjame ir! Te conozco querida, ¿Qué quieres que te dé? No tengo nada para dar, esto es lo malo. Nada para dar, nada, preciosa ... No puedes saber lo que es esto.

En su emoción, la señora de Clergerie había desatado su chal de punto y lo sostenía con una mano, a la altura de las rodillas, mientras el otro extremo se arrastraba por la hierba, a sus pies. Nadie hubiera sabido en qué profundidades de la conciencia habían estallado las palabras sencillas y claras, ni cual fue el principio del sentimiento que había transfigurado el rostro agotado de la vieja, devorado por la más poderosa de las pasiones de la vejez: un remordimiento estéril.

Semejante a tantos otros supervivientes en medio de un mundo nuevo, tan desconocido como el de Orión o Sirio, lentamente rechazados del universo de los vivos por la piedad asesina y cómplice de sus inútiles mentiras, ¿desde cuántos días atrás, cuántos años, siglos esperaba la señora de Clergerie la palabra liberadora, la palabra viva? Evidentemente el tono, el acento con que Chantal le había hablado, le habían llegado al corazón, mucho antes que a su miserable atención.







Tuesday, September 18, 2007

 

223 - El temor no es suficiente

En la novela de Graham Greene, “El poder y la gloria”, II parte, cap.II, el Pater-whisky, un sacerdote en tiempos de la revolución mexicana, cuando la Iglesia estaba perseguida, está a punto de ser cogido por un “camisa roja” y corre huyendo de él.




Comprendió que aquello era el principio del fin. Empezó a decir mentalmente un acto de contrición, mientras le sacaban del bolsillo la botella de aguardiente, pero no pudo poner voluntad en la oración.

Era la falacia del arrepentimiento en el lecho de muerte. La contrición es el fruto de un largo ejercicio, de una prolongada disciplina; el temor no es suficiente.

Procuró pensar en su hija con vergüenza, pero tan sólo pudo pensar en ella con una especie de amor hambriento; ¿qué habría sido de ella? Y el pecado mismo era tan antiguo que como en un cuadro viejo la deformidad se esfumaba y quedaba reemplazada por cierto encanto.

El “camisa roja” estrelló la botella en el empedrado y el olor del alcohol los rodeó a todos, pero no con gran intensidad: realmente no quedaba mucho.







Monday, September 17, 2007

 

222 - Un campeón de la fe

Extracto de un antiguo artículo de Indro Montanelli, publicado en “La Vanguardia” de Barcelona el 10.XI.1978:




Me encontraba en Varsovia en el invierno de 1957 cuando Gomulka accedió a la jefatura del Partido Comunista, convirtiéndose prácticamente en dueño y señor del Estado. Una de sus primeras medidas consistió en decretar la libertad del cardenal primado Wyszynski, que a la sazón llevaba siete años en la cárcel.

Fui a la catedral para escuchar la primera alocución de Wyszynski. El portal principal del templo estaba bloqueado por una auténtica muchedumbre y tan sólo conseguí entrar gracias a los buenos oficios de un obispo auxiliar que me franqueó una pequeña puerta de servicio.

El cardenal, al presentarse en el púlpito, fue recibido con un profundo, absoluto e impresionante silencio, más elocuente sin duda que la más clamorosa de las ovaciones. Se esperaba de él -lo esperábamos todos- unas palabras en torno a su calvario. Pero Wyszynski no hizo la más mínima alusión a los siete años transcurridos en prisión. Con el rostro marcado por los sufrimientos pero con voz firme y rotunda, e incluso con cierto acento humorístico, el cardenal dijo:

-Me parece, hermanos, que ha pasado algún tiempo desde la última vez que nos vimos ... De cualquier modo, si no me falla la memoria, estábamos hablando de Nuestra Señora ...

Y reanudó el parlamento que había interrumpido siete años antes.

En buena parte, los polacos le deben a Wyszynski el no haber seguido la suerte de los húngaros. El cardenal los detuvo en el camino de una sublevación imposible. Pero cuando también Gomulka cedió a las presiones de Moscú y pretendió acelerar la operación de “descristianización” que el régimen comunista estaba llevando a cabo con los métodos más inconfesables -incluso el de dividir y corromper el clero-, Wyszynski se encerró en posiciones de rigurosa intransigencia, actitud que ya en otra ocasión le había costado la pérdida de su libertad personal. Polonia entera con el fervor de una cruzada se alineó junto a su cardenal.

La Iglesia, por supuesto, necesita hombres de gobierno y diplomáticos, como lo son todos o casi todos los cardenales de la Curia, porque la Iglesia es también una institución que opera y se relaciona con otras instituciones. Sin embargo, lo que más necesita hoy la Iglesia Católica es "un campeón de la fe” capaz, en caso necesario, de sacrificar a la fe y a su integridad la política con sus cálculos, sus oportunidades y sus oportunismos.

A esto responde, en todo, el polaco Papa Wojtyla. Ya nos ha dado pruebas de ello. E inevitablemente, inmediatamente, le han tildado de “reaccionario”. Ni es verdad, ni podría serlo. Hijo de un suboficial, obrero él mismo durante su juventud en las minas de Kattowitz, Juan Pablo II es un hombre socialmente abierto. Así lo conocen y como a tal lo reconocen los mismos obreros de su archidiócesis -fueron más de cien mil- que, poco antes de que el cardenal partiera hacia Roma, desfilaron bajo la mirada amenazadora y sospechosa de la policía comunista, en la procesión que él había organizado en honor de la Virgen.




Sunday, September 16, 2007

 

221 - Podrás decir que estuviste conmigo desde el principio

En su biografía de “Kennedy”, p. 97, el escritor Paulino Arguijo de Estremera nos muestra cómo Kennedy animaba a sus colaboradores:




A Dave en particular, y al pequeño ejército de seguidores suyos en general, solía repetirles:

-Piensa sólo, Dave, que algún día podrás decir que estuviste conmigo desde el principio.

Y entonces recitaba el fragmento de “Enrique V”, acto IV, escena tercera:

-Nosotros, los pocos elegidos, los felices elegidos, nosotros grupo de hermanos, porque el que hoy da su sangre conmigo habrá de ser mi hermano; y aunque fuese de vil condición desde este día tendrá la de caballero y los caballeros de Inglaterra que ahora duermen se maldecirán por no haber estado aquí y contarán a los suyos falsas historias de que lucharon con nosotros el día de San Crispín.

Dave no supo hasta mucho después qué versos eran éstos. Ni tampoco a qué se refería Jack, cuando para solventar alguna contrariedad, solía decir:

-No importa, Dave, dentro de algunos años podrás decir que estuviste conmigo el día de San Crispín....

Y citando a Shakespeare: “We few, we happy few, we band of brothers...".





Saturday, September 15, 2007

 

220 - Porque no se me atribuya a mí la honra de la victoria

El Padre Alonso Rodríguez en su “Ejercicio de perfección y virtudes cristianas”, I, 3, cap. 5, escribía:




Una hazaña cuenta la Sagrada Escritura de Joab, capitán general del ejército de David, digna de ser contada e imitada de nosotros.

Dice que estaba Joab con su ejército sobre la ciudad de Rabat, que era una ciudad de los amonitas, la metropolitana, donde residía el rey con su corte.

Y ya que tenía el negocio en buenos términos y estaba a punto de entrarla y tomarla, despacha correos al rey David, haciéndole saber el punto en que tenía el negocio; por tanto, que venga él y entre y la tome.

Y da esta razón:

-“porque no se me atribuya a mí la honra de la victoria, si yo entro y la tomo” (2 Sam 12, 28); y así lo hizo.

Esta fidelidad habemos de guardar nosotros con Dios en todos nuestros ministerios, no queriendo jamás que se nos atribuya a nosotros el fruto y la conversión de las almas, ni el buen suceso de los negocios, sino todo a Dios: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria” (Sal. 113, 9).

Toda la gloria se ha de dar a Dios, que está en los Cielos, que así lo cantaron los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas” (Lc 2, 14).











Conquista de Rabá. (2 Sam 12, 26-31):

“Mientras tanto, Joab atacó Rabá, la de los amonitas, y se apoderó de la ciudad del rey. Entonces envió mensajeros a David diciéndole:

-He atacado Rabá y me he apoderado de la zona que la abastece de agua. Ahora, pues, reúne el resto del ejército, acampa frente a la ciudad y conquístala tú, para que no sea yo quien la conquiste y tenga que llevar mi nombre.

Reunió, pues, David a todo el ejército, se dirigió contra Rabá, la atacó y la conquistó. Quitó de la cabeza de Milcom la corona que pesaba un talento de oro -ésta tenía una piedra preciosa que David puso sobre su cabeza- y se llevó de la ciudad un enorme botín. Sacó a la gente de esa ciudad y la hizo trabajar con sierras, con trillos de hierro y hachas de hierro, y la utilizó en hornos de ladrillos. Lo mismo hizo con todas las ciudades amonitas. Luego David y todo su ejército regresaron a Jerusalén.








Friday, September 14, 2007

 

219 - Pues eso es lo que estoy haciendo

Rebeca Reynaud Morales plantea en su librito “Facetas de la adolescencia”, pp. 14-16, la necesidad de proponer a la juventud ideales que merezcan la pena:





Para que un adolescente sepa lo que quiere, necesita, fundamentalmente, descubrir el amor, como capacidad de dar y como capacidad de recibir.

Muchos adolescentes se caracterizan por saber “lo que no quieren”, su comportamiento es fuente de perplejidad, también para ellos mismos.

Recuerdo ahora una anécdota muy ilustrativa:

Un personaje americano visitaba un Estado del norte de su país y llamó su atención un joven que, durante varios días, a la hora en que él pasaba frente a su casa, estaba tumbado en el césped. Entabló una conversación que empezó así:

-¿Y tú no estudias o trabajas?, ¿no tienes ocupación?

El muchacho continuó en su misma posición, entreabrió con dificultad un ojo para ver quién le hablaba, y simplemente contestó:

-¿Cómo cuál?

El ilustre señor le sugirió:

-Podrías estudiar.

-¿Para qué?

-Para que más adelante ingreses en alguna universidad.

-¿Para qué?

-Para que obtengas un título y puedas trabajar.

-¿Y para qué?

-Pues así estarás en posibilidades de obtener mucho dinero.

-¿Y para qué?

El personaje, perplejo ante la misma pregunta, respondió:

-Pues ... para que puedas adquirir una buena casa y muchas cosas.

-¿Y para qué?

-Para que luego en tu vejez, disfrutes de lo que tienes y descanses.

Y contesta el joven adolescente, sin mayor interés, casi sin mirar a su interlocutor:

-Pues eso es lo que estoy haciendo.

El adulto se alejó de allí sin poder dar una respuesta elocuente al muchacho.

La sociedad norteamericana, y a veces también la nuestra, propone a su juventud el alcance de logros meramente materiales, de metas; pero no de ideales. Con frecuencia los adultos no les plantean el afán de prepararse profesionalmente con el fin de servir, de ser útiles a la sociedad. Se busca tener más y más, y a la larga, eso enfada, aburre.






Thursday, September 13, 2007

 

218 - El conocimiento propio

José Ramón Ayllón en su libro “La buena vida”, pp. 110-111:




Conocimiento propio. No es nada fácil conocerse a uno mismo. La sabiduría griega propondrá ese conocimiento como meta suprema de la vida. “Conócete a ti mismo”, es lo que Sócrates procura para sí y para quienes le escuchan. “Que me conozca, Señor, y que te conozca” (noverim me, noverim Te) es el resumen de todos los intereses agustinianos.

Cuenta Goleman que un samurai pidió a un anciano maestro zen que le explicara el cielo y el infierno. Pero el monje le replicó con desprecio:

-No eres más que un patán y no puedo perder el tiempo con tonterías.

El samurai, herido en su honor, desenvainó su espada y exclamó:

-¡Tu impertinencia te costará la vida!

-¡Eso es el infierno! -replicó entonces el maestro.

Sorprendido por la exactitud del maestro al juzgar su cólera que le estaba atenazando, el samurai envainó la espada y se postró ante él, agradecido.

-¡Y eso es el cielo! -concluyó entonces el anciano.

Esta historia muestra a la perfección la diferencia entre estar atrapado por una pasión -la ira en este caso- y darse cuenta de que se está atrapado. Por eso el “conócete a ti mismo” constituye la piedra angular de la inteligencia emocional. Para actuar bien conviene conocerse bien.





Wednesday, September 12, 2007

 

217 - Persuadirlos para que vengan a trabajar aquí

Ronald Reagan cuenta en sus memorias, “Una vida americana”, pp. 256-257, cómo cuando fue elegido Presidente de los Estados Unidos de América, quiso rodearse de los mejores:




Especialmente durante los primeros meses (al ser elegido Presidente 80-81), pasábamos mucho tiempo discutiendo los nombramientos para los cargos principales de la Administración.

Como había hecho en California, le dije al personal que deseaba que buscasen lo mejor que se pudiera encontrar entre personas que estuviesen dispuestas a abandonar sus hogares y sus puestos de trabajo seguros para trasladarse a Washington para ayudar a su país.

Cuando yo hablaba con alguien para que tomase un empleo, a menudo decía:

-No queremos gente que desee tener un puesto en el Gobierno, queremos gente de talento a la que haya que persuadir para que venga a trabajar aquí.








Tuesday, September 11, 2007

 

216 - ¿Serías tan amable de firmarme un autógrafo?

De una entrevista al humorista Antonio Fraguas “Forges” en la revista “Época”, 9.XI.1987:




No soy un señor bilioso. Ni “depre”. Ni colérico.

Mira, el otro día iba yo en mi coche. Una chaval me pegó una “pasada” supersónica con un “erre-cinco-negro”. Podía haberme raspado toda la carrocería. Frené en seco. Frenó él también. Salí con un papel y un boli en la mano, me encaré al chico:

-Por favor, ¿tú serías tan amable de firmarme un autógrafo..? En serio, es que me has dejado obnubil mental, con la pasada-turbo, ¡masho!

Se quedó un poco perplejo y me firmó el autógrafo, feliz. La gente, que se había parado a ver cómo nos liábamos a tortazos, se puso a aplaudir.

Bueno, eso es para mí funcionar con sentido del humor.

¿Qué se opone a ello? Te lo explico: el sentido del honor. Y eso se ve muy bien en los mendigos y en los que venden kleenex por los semáforos. Son pobres, piden limosna .., pero no son serviles. No se sienten inferiores al que va en coche. No están flagelados interiormente por el sentido del honor ... Le echan cara al asunto y hasta sonríen al mendigar. En el fondo, ellos saben, como lo sabemos tú y yo, que la cosa macroeconómica del PIB no funciona equitativamente; pero el que va en su coche y el que vende kleenex en el paso de cebra están convencidos de algo fundamental y reconfortante: unos y otros son iguales en su humana y dignísima condición: todos iguales ante Dios. Y ahí encuentro yo, y supongo que ellos también, la clave del humor.





Monday, September 10, 2007

 

215 - No le ponga límites a la gracia de Dios

Leopoldo Cánovas en su libro “Las 1000 mejores anécdotas humorísticas”, p. 67, cuenta la siguiente:




En una ocasión un cura rural visitó al Pontífice León XIII, que ya había rebasado los ochenta y cinco años de edad. Su Santidad se había mostrado extremadamente amable con su visitante.

Cuando el sacerdote se despidió, lleno de júbilo y de emoción, por la entrevista, se expresó así ante el representante de Cristo:

-Pido a Dios que le conceda otros ochenta y cinco años de vida, para bien de la Iglesia.

Y León XIII contestó en seguida:

-¡No le ponga límites a la gracia de Dios...!




Sunday, September 09, 2007

 

214 - Aquí se ríen

José Luis Martín Descalzo, en un artículo en “Blanco y Negro” de agosto 1990, insistía en la necesidad de la alegría y del buen humor:



Yo recuerdo siempre aquello que contaba Bruce Marshall: educado en una familia protestante puritana, al buen chaval Bruce se le hacían insoportables las iglesias.

La hora de los cultos era, para él, la mayor de las torturas: no podía hablar, no podía casi respirar; si se movía, su madre le pellizcaba; si, por casualidad, se le escapaba del bolsillo una canica y se ponía a correr hacia el presbiterio, ya sabía que en su casa estallaría la tormenta y le tendrían castigado quince días sin salir.

Así hasta que un día tuvo que asistir a la primera comunión de un amiguito católico y acudió a una iglesia “papista”.

Y ocurrió que, en el momento más solemne de la misa, se le escapó del bolsillo, no una canica, sino una moneda, que, por el pasillo central, emprendió una carrera que todos los fieles e incluso el cura que celebraba siguieron con los ojos ... hasta que fue a meterse por la rejilla de la calefacción.

En este momento el cura que celebraba prorrumpió en una sonora carcajada que muchos corearon con sonrisas. Bruce no entendía nada. ¿Cómo es que allí nadie se había escandalizado? Y, con esa lógica propia de los críos, se dijo a sí mismo:

-Ésta debe de ser la Iglesia verdadera. Aquí se ríen.






Saturday, September 08, 2007

 

213 - No me habría entregado en mi vejez

Peter Berglar, comparando la vida de Moro y de Wolsey, reflexiona en su libro “La hora de Tomás Moro”, pp. 80-81, sobre cuál debe ser el verdadero objetivo de nuestras esperanzas:




No hay duda de que Enrique estaba acostumbrado a que se cumplieran todos sus deseos, también los referentes al ámbito privado. En ello le confirmó también el servilismo incondicionado de Wolsey durante casi década y media.

Pero es una antigua experiencia, repetida muchas veces en la Historia, que el solo favor del soberano, comprado y conservado con docilidad ilimitada, no es un fundamento sólido para mantener el poder.

Puede que el segundo Tudor en cualquier caso hubiese evolucionado hacia el vicioso tirano en que se convirtió y se impuso en el reino; pero es seguro que el servilismo del cardenal hizo que se acelerara ese proceso.

-“Si hubiese servido con tanto empeño a Dios como al rey, no me habría entregado en mi vejez”, dijo el derrocado canciller cuando lo iban a llevar a la Torre de Londres.

En contraste con Moro, que consideró su tiempo de sufrimiento como un último y fatigoso trayecto antes de llegar a la meta, al retorno definitivo a Cristo, como algo, pues, por lo que estaba agradecido, Wolsey veía en su caída sólo una catástrofe.

Él, un sacerdote, un hombre de la Iglesia, había estado poseído toda su vida por el deseo de llegar a la cumbre, al papado. En pos de esa quimera había desarrollado una política de aventuras, procurando aprovecharse de la vanidad y de la autocomplacencia del rey para alcanzar sus propios intereses. Con eso se había ido alejando más y más de Dios, y cuando perdió el favor de aquel su “dios sustitutivo”, se encontró totalmente abandonado: nadie movió ni una sola mano por él.

Aún así sería injusto juzgar su personalidad y su chancillería de manera sólo negativa. Era generoso y conocía el agradecimiento y la comprensión.






Friday, September 07, 2007

 

212 - Después de la comida habría discursos

Ronald Reagan, en sus memorias “Una vida americana”, pp. 254-255, pensaba que el humor debía ser parte integrante de toda charla o discurso con el fin de ganarse la atención del público:




Mis años en el negocio del cine y la experiencia de haber hecho miles de discursos a lo largo de los años, probablemente me enseñaron algo sobre el compás y la cadencia y cómo llegar a la gente. He aquí mi fórmula: generalmente comienzo con un chiste o con una anécdota para captar la atención del público. Entonces les explico lo que acabo de decir.

Siempre he encontrado que el humor es una buena forma de atraer la atención de la gente y durante años, mentalmente, he estado recopilando citas y chistes para utilizarlos en mis discursos. En realidad he repetido tanto algunas de estas anécdotas para interesar al público que ya debería enterrarlas, como la siguiente, sobre un grupo de cristianos que iban a ser arrojados a los leones en el Coliseo, ante una multitud que se había reunido para ver la matanza.

Cuando los hambrientos leones salieron a la arena del Coliseo, uno de los cristianos se adelantó y les habló a los leones y de repente todas las fieras se echaron al suelo, sin atacar a los cristianos. La multitud se indignó y se puso furiosa, gritando que les habían hecho trampa.

Entonces el César romano envió a buscar al hombre que había hablado con los leones y le preguntó:

-¿Qué les dijiste para que actuaran así?

El cristiano contestó:

-Sólo les dije que después de la comida habría discursos.






Wednesday, September 05, 2007

 

211 - La moneda del general Nobunaga

José Luis Martín Descalzo en un artículo en ABC del año 1985 escribe contra la idea de que los hombres nacen y viven determinados por el destino y afirma cómo el elemento principal de toda vida es la libertad:



Recuerdo ahora la historia de la moneda de Nobunaga. El general japonés se enfrentaba, en la pasada guerra, con un ejército muy superior al suyo. Ni él ni sus soldados confiaban en la victoria. Sus tropas, compuestas de gentes del pueblo japonés, fuertemente supersticiosas y fatalistas, estaban seguras de que serían aplastadas materialmente.

Nobunaga, antes de entrar en combate, se dirigió a un santuario sintoísta y allí dijo a sus soldados:

-Ahora rezaremos a nuestros dioses y después lanzaremos una moneda al aire para que ellos nos digan si venceremos o saldremos derrotados. Si sale cara, la victoria es nuestra. Si sale cruz, retrocederemos. El destino nos revelará así su rostro.

Lanzó la moneda al aire y salió cara.

Y los soldados se llenaron de tal ansia de luchar que, aun siendo inferiores en número, consiguieron una espectacular victoria.

A la mañana siguiente uno de los ayudantes dijo a Nobunaga:

-Es cierto, nadie puede cambiar el rostro del destino.

-Así es, respondió el general, mientras mostraba a su ayudante una moneda falsa que tenía cara por ambos lados.






Tuesday, September 04, 2007

 

210 - No encontraba relación entre la sabiduría y la indumentaria






Galileo Galilei(1564-1642)

Alfonso Francia en su libro “Anécdotas de la Historia”, p. 48:








El sabio renacentista Galileo Galilei (1564-1642) tenía su cátedra en la Universidad de Florencia. Todos sus compañeros vestían siempre una respetuosa toga negra. Él se negó a ponérsela aunque era preceptiva, por lo que estuvo a punto de ser expulsado.

En su defensa alegó que no encontraba relación alguna entre la sabiduría y la indumentaria. Nadie fue capaz de rebatir el argumento.





Monday, September 03, 2007

 

209 - Sumar para convivir

Ángel María García Dorronsoro defendía en un artículo en la “Gaceta de los Negocios” (12.nov.2005) la necesidad de contemplar a los hombres desde una actitud abierta y comprensiva, sin prejuicios ni trabas, superando los enfrentamientos que, la mayoría de las veces, están motivados por la ignorancia o el apasionamiento:





La palabra sumar parece una modesta palabra situada en la aritmética y topamos con ella a poco de tomar contacto con los números; pero la experiencia enseña que sumar desborda la aritmética y se convierte en una actitud moral frente a la vida.

En Bilbao hay una plazuela, con frecuencia tranquila, que tiene un nombre que me llamó la atención desde que era pequeño: plazuela del bombero Echániz. Supuse que llevaba ese nombre para honrar al bombero que habría muerto en un incendio; esta suposición me acompañó siempre, hasta que en conversación con unos amigos surgió el tema y uno afirmó tajantemente: “la plaza lleva el nombre del bombero porque inventó y construyó el Gargantúa” -la figura muy popular en Bilbao de un aldeano gigantesco, sentado en ademán de comer, que con la gran boca abierta engullía a los niños en las fiestas, situándolos en un tobogán por el que se deslizaban hasta que, al final del viaje, eran ayudados a ponerse de pie, saliendo los niños deprisa, con cara de susto y regocijo-.

El que ofreció este dato, nuevo para mí, estaba seguro de su afirmación; otro de los presentes negó, extrañado, esa hipótesis y dijo que la fama de Echániz estaba apoyada en que había muerto apagando un incendio. De la discrepancia surgió la tensión y, cuando se vio que ninguno cedía, se dejó el asunto con un cierto malestar entre ambos.

Pasados unos meses, pude consultar un libro en el que se daba razón de los nombres de las calles de Bilbao; decía que a la plazuela le venía el nombre de un carpintero que nació en el Casco Viejo, en el siglo XIX, que construyó el Gargantúa y que siendo bombero murió intentando apagar un incendio; viéndose una vez más que la verdad no es necesariamente excluyente. Se puede haber armado el Gargantúa y morir en un incendio.

Este hecho histórico no lo cuento para fomentar el relativismo que está presente en escritos, conversaciones y tertulias, sino para llamar la atención sobre el peligro en que vivimos de hacer de la realidad dos bandos y de tener la certeza de que son radicalmente incompatibles: creacionistas y evolucionistas; creyentes y racionalistas; mecanicistas y convencidos de que hay un plan inteligente que se realiza en el tiempo.

Parece como si la pereza mental se sintiese más cómoda cuando sólo hay que elegir uno de los dos.












BASAS, Manuel, Calles de Bilbao, p. 109:




ECHANIZ, Bombero. -Plaza del área urbana de Indauchu en la que confluye una vía principal que la atraviesa, que es la calle de Gordóniz y otras cuatro calles que acaban o empiezan en ella: A. Valle, Pérez Galdós, M. Oreja y Egaña. El nuevo Hotel Indauchu ha revalorizado este paraje, sobre el solar de la antigua institución benéfico-social de "La Gota de Leche".


Antonio Echániz, nacido en 1815, carpintero bilbaino, ingresó en el Cuerpo de Bomberos en 1856, que fue cuando se organizó y del que llegó a ser jefe. Murió heróicamente, junto con otros tres compañeros, en el incendio del 7 de Junio de 1867 de la casa de la calle del Correo, donde tenía su imprenta y librería la Vda. de Delmas y su hijo. Echániz fue el que diseñó y construyó el primer "Gargantúa" de las fiestas bilbainas.







Saturday, September 01, 2007

 

208 - Quod non fecerunt Barbari, fecerunt Barberini





Origen de una frase famosa:










Bajo el pontificado de Urbano VIII (Maffeo Barberini, 1623-1644), se terminó la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, en pleno apogeo del estilo barroco. Este Papa la consagró en 1626.

Posteriormente hizo levantar encima del altar de la Confesión de San Pedro el actual baldaquino de bronce cuya altura, incluidas las columnas, es de veintiocho metros y medio. El arquitecto del Papa, Gianlorenzo Bernini, dirigió personalmente los trabajos.

Era difícil obtener el bronce; además el pequeño ejército de los Estados Pontificios necesitaba bronce para aumentar y mejorar los pequeños cañones de Castel Santangelo. Bernini aconsejó utilizar para este fin las vigas de bronce que se encontraban en el vestíbulo del Panteón. Este monumento de la antigüedad fue consagrado como iglesia cristiana en el año 608.

Se retiró del Panteón una cantidad tal, que pudieron fundirse ochenta cañones y utilizar el material restante para el baldaquino de San Pedro. Este atentado al Panteón fue una buena ocasión para que los enemigos del Papa le atacaran, acusándole de no preservar los tesoros antiguos. Entre ellos el médico del Papa, Julio Manzini. Él fue el autor de la famosa ocurrencia:

-"Quod non fecerunt Barbari, fecerunt Barberini" (“lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini”), frase que ha llegado hasta nuestros días.

Pero este juicio sobre el Papa era equivocado, puesto que no hizo fundir ninguna obra de arte, contentándose con sustituir en el vestíbulo unas vigas que ni siquiera se veían. No fue en esta ocasión cuando se utilizaron las tejas de bronce dorado que cubrían la bóveda por el exterior: durante el siglo VI habían sido arrancadas para el aprovechamiento del metal.







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